En esta casona ubicada en la cuadra 2 del jirón Huanta, en el Cercado de Lima, Dios es invocado cada cinco minutos. Doña Obdulia lo hace siempre que se levanta de su cama y el piso de madera cruje con sus pasos, o cuando debe bajar las escaleras del inmueble, que hoy no son más que unos tablones sostenidos –ciertamente– por alguna voluntad divina.
El tiempo, la humedad y el olvido no solo han golpeado las estructuras de su vivienda, donde nació hace 65 años, sino también su fortaleza física y mental. Vive en la incertidumbre. “No sé qué resistirá menos tiempo: si mis huesos por la osteoporosis, o estas vigas y columnas apolilladas”, dice.
Aún recuerda a la casona en todo su esplendor, en la década de 1950, cuando era niña y observaba que los muros lucían la pintura fresca, y no los ladrillos expuestos de adobe que ahora gritan peligro. No olvida tampoco que antes vivían solo dos familias en los recintos interiores, y no las cinco que actualmente conviven con agua potable por horas y un insomnio interminable.
“No podemos dormir bien. El temblor más pequeño, aquí parece un terremoto. Pido que nos pongan una columna, o unos palos como lo han hecho en el balcón que da a la calle”, ruega.
—Apuntalamiento—
“Los palos” a los que doña Obdulia se refiere son las vigas y columnas de madera que la Municipalidad de Lima ha colocado para reforzar la fachada y el balcón de la casona donde vive, a fin de evitar un mayor deterioro o su destrucción.
Este proyecto de apuntalamiento de viviendas ha sido emprendido por el Programa Municipal para la Recuperación del Centro Histórico de Lima (Prolima), que ha identificado 350 inmuebles por intervenir. A la fecha han apuntalado 26 de las 200 viviendas que requieren refuerzos en exteriores; y 2 de las 150 que los necesitan en interiores (patios, zaguanes, callejones, escaleras).
Según Luis Martín Bogdanovich, gerente de Prolima, el apuntalamiento tiene dos fines principales: proteger la vida de las personas que viven en estas casonas y de los transeúntes; así como el patrimonio. “Esto se concluirá de manera progresiva. No olvidemos que esto se debió hacer 50 años atrás”, dice.Luego de culminar con estos trabajos de emergencia, la entidad municipal prevé continuar con el saneamiento físico-legal de los inmuebles, ya que –en general– sirven como viviendas multifamiliares con valor patrimonial y la Gerencia de Desarrollo Urbano ha determinado que están tugurizados o ya son inhabitables.
—Escepticismos—
Pero don Roberto, quien vive hace 62 años en otra casona ubicada en la cuadra 3 del jirón Sandia, es escéptico. Prolima ya ha apuntalado el balcón exterior del inmueble, pero los techos de madera y los pasadizos internos aún muestran un estado ruinoso.
Durante décadas –dice– ha escuchado promesas del municipio para restaurar el viejo edificio; hoy prefiere no creer. “Ya reforzaron la fachada, aunque adentro, nada. El temor de los vecinos es que no lo harán gratis, y nosotros no tenemos dinero para poner vigas y columnas, si no, ya lo hubiésemos hecho. Por eso, creo que todo quedará en palabras”, cuenta.
Según Prolima, los costos de los trabajos de intervención con apuntalamiento, que incluyen la mano de obra y los materiales, los asumirá la comuna “en virtud de lo que está establecido en las disposiciones complementarias del Reglamento Único de Administración del Centro Histórico de Lima”. “Sin embargo, para que el proyecto sea exitoso es necesario el apoyo de los propietarios o inquilinos de los inmuebles y de los vecinos. Este trabajo se realiza de manera coordinada con el Ministerio de Cultura y las diferentes gerencias involucradas de la Municipalidad”, indicaron.
Para José Hayakawa, presidente del Comité Peruano del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos), el apuntalamiento de las viviendas es una medida “parcial y paliativa”, que no resuelve el problema de fondo en el Centro Histórico: la regeneración urbana de esta zona monumental de Lima.“El enfoque es incorrecto, porque Prolima prioriza lo estético por sobre el cuidado integral de los inmuebles. Esto último requiere un financiamiento mayor y fortalecimiento legal que no se ha hecho”, concluye.
Casona El Buque sigue en estado ruinoso
Hay inmuebles del Centro Histórico cuyo futuro es completamente incierto. El caso más emblemático es el de la casona conocida como El Buque –en la cuadra 2 del jirón Cangallo, en Barrios Altos–, que mantiene su condición de inhabitable y presenta un estado ruinoso.
Su estructura ha colapsado luego de los incendios registrados en la última década (el del 2012 fue el más grave), por lo que ahora se ha convertido en un gran botadero de basura y un refugio para personas de mal vivir.
Los vecinos denuncian que, desde que la Municipalidad de Lima instaló un cerco perimétrico de madera que rodea parte del inmueble, la gente ha aprovechado para tirar desechos en el interior. Una situación que causa mal olor y condiciones de insalubridad. También temen por la seguridad en la zona, por eso piden la presencia permanente de personal de serenazgo en el barrio.
El Comercio ingresó al inmueble y constató la presencia de desmonte y residuos sólidos. También se encontró con borrachos y drogadictos que dormían en sus diferentes niveles.
—Cerco perimétrico—
Según Prolima, el cerco perimétrico fue levantado en el área por razones de seguridad: “Ayuda a asegurar la zona mientras se realizan los trabajos de limpieza y estabilización del inmueble, con el objetivo de concretar un próximo proyecto de renovación urbana que la municipalidad metropolitana tiene previsto realizar”.Asimismo, explicó que, debido a su estado, todo uso dentro de El Buque “está terminantemente prohibido por razones de seguridad de la vida e integridad de las personas”.