Pedro Canelo

Agustín Lozano Saavedra siempre quiso ser presidente de la Federación Peruana de Fútbol. En noviembre del 2014, Sporting Cristal visitaba Chiclayo para enfrentar a Los Caimanes. Era un partido importante para los celestes que peleaban el título nacional de ese año. Al final fue empate 1-1. El plantel celeste se dirigió a su concentración en un hotel céntrico de la ciudad, a quince minutos del estadio Elías Aguirre. Lozano, quien unos días antes había sido tachado como candidato presidencial de la Federación Peruana de Fútbol, pidió una reunión con Federico Cúneo, presidente del cuadro cervecero. Fue su primer intento por formar una nueva lista de candidatos. Sin llegar a un acuerdo con el directivo celeste, Lozano encontró en esa misma ciudad al socio estratégico para el plan de llegar a la Videna: Edwin Oviedo, entonces presidente del Juan Aurich. El resultado de este plan hoy es conocido, pero hace seis años fue un enroque de ajedrez inesperado. Agustín, o ‘Tin’ para sus más cercanos, vivió eternamente enamorado del cargo más importante en la FPF. En cada una de sus acciones parecía demostrar que haría cualquier cosa por sostener su poder deportivo. Ir a prisión preliminar por presuntos delitos de corrupción será, sin duda, uno de los precios más caros por cumplir ese desgastado sueño.

Contenido Sugerido

Contenido GEC