En la actualidad, el párroco Luis Núñez está convaleciendo en la casa de sus padres.  Tanto en el hospital como acá, su fe en la virgen sigue inquebrantable (Foto: Rolly Reyna/ El Comercio)
En la actualidad, el párroco Luis Núñez está convaleciendo en la casa de sus padres. Tanto en el hospital como acá, su fe en la virgen sigue inquebrantable (Foto: Rolly Reyna/ El Comercio)
/ Rolly Reyna
Roger Aguilar Mendieta

—Hay dos opciones, padre —le dijo el médico sin rodeos, pero a la vez con un tono amable. —Una opción es darle un tratamiento sin intubarlo, pero en su condición, con una , es casi imposible que sobreviva. Y la otra opción es intubarlo para que no deje de respirar y así busquemos la forma de salvarlo, pero tampoco podemos garantizarle que viva. ¿Qué decide?

—Era una persona mayor, habré visto en la sala a dos o tres médicos más, el resto estaba afuera, las enfermeras…todos miraban por una ventanita que había en la puerta.

La semana anterior, el jueves 5 de marzo, la salud del padre Luis Núñez del Prado se había agravado. Tenía fiebre, cansancio y respiraba con dificultad. Su hermano Carlos lo llevó a una clínica en una silla de ruedas, para que no se agitara. Allí le dijeron que tenía amigdalitis, le colocaron unas inyecciones y le recetaron medicamentos para tratar este mal. Después regresaron a la parroquia San Gabriel Arcángel, en Villa María del Triunfo, de la que el padre Luis es párroco hace casi tres años.

El padre todavía no ha podido regresar a la parroquia San Gabriel Arcángel. Por ahora, recibe terapia en su casa para recuperarse por el tiempo prolongado que estuvo hospitalizado (Foto: Rolly Reyna/ El Comercio)
El padre todavía no ha podido regresar a la parroquia San Gabriel Arcángel. Por ahora, recibe terapia en su casa para recuperarse por el tiempo prolongado que estuvo hospitalizado (Foto: Rolly Reyna/ El Comercio)
/ Rolly Reyna

Sin embargo, en los días siguientes la enfermedad no cedía. En ese estado, el domingo 8 sacó fuerzas de voluntad para oficiar una misa. Una pareja de alemanes, que forma parte de un grupo de extranjeros que desde hace 27 años brinda apoyo a la parroquia, había llegado de visita y él como anfitrión no podía desairarlos.

—La misa empezó a las 11 de la mañana. Había mucha gente. Al padre se le veía cansado, carraspeaba por momentos y solo estuvo hasta la entrega de las hostias, le contaría unos días después la feligrés Gerarda Alarcón a un periodista de El Comercio, cuando se supo que el párroco estaba internado en el Hospital Edgardo Rebagliati y que algunas fake news lo daban por muerto. Ese día, los vecinos rezaron por su vida en el frontis de la parroquia y organizaron una cadena de oración con las demás parroquias.

—Fue una misa simple. Me sentía débil, y le pedí a mis compañeros sacerdotes que me ayuden con las otras misas que tenía programadas. Hice lo mínimo, tuve menos contacto con la gente, porque por precaución, cuando uno está con la gripe, evita exponer a los demás. Tan así que en la parroquia no he contagiado a nadie, ni una sola persona. Porque también se fumigó la parroquia, sin saber que estaba contagiado con el COVID-19, el día sábado. Siempre fumigamos.

Dos días después, el martes 10, el padre Luis Núñez amaneció peor. Una amiga médico lo visitó de urgencia y le dijo que era probable que tuviera neumonía y le recomendó ir a una clínica. Acompañado de su hermano Carlos, de nuevo partió de la parroquia, adonde todavía no ha vuelto desde ese entonces.

Mira: Feligreses oran por la salud del padre Luis Núñez tras enterarse de que está hospitalizado por COVID.19

Las sospechas

En la Maisón de Sainté de Chorrillos lo examinaron y le dijeron que, en efecto, lo suyo parecía una neumonía. Sin embargo, por los síntomas de la enfermedad, el tiempo que llevaba en ese estado y las noticias sobre el nuevo coronavirus que circulaban en el país, en la clínica empezaron a sospechar que lo que aquejaba al párroco era el COVID-19. Pero había algo que no encajaba: el padre no había estado en el extranjero, en donde podría haberse infectado.

— ¿Cómo pudo haberse contagiado?— se preguntaban en la clínica.

Frente a la posibilidad de que tenga el COVID-19, le practicaron el hisopado y le dijeron que debía permanecer internado en la clínica hasta el día siguiente, cuando se conocerían los resultados del examen.

El jueves 12 de marzo, se supo que el padre Luis Núñez estaba hospitalizado, algunos incluso lo daban por muerto. Las misas que tenía programadas las ofició uno de sus colegas. En ellas se oró para que Dios lo ayudara a superar este trance. (Foto: Hugo Pérez/ El Comercio)
El jueves 12 de marzo, se supo que el padre Luis Núñez estaba hospitalizado, algunos incluso lo daban por muerto. Las misas que tenía programadas las ofició uno de sus colegas. En ellas se oró para que Dios lo ayudara a superar este trance. (Foto: Hugo Pérez/ El Comercio)
/ Hugo Perez

Una semanas atrás, el viernes 6, un piloto había dado positivo para el COVID-19 y así se convertía en el denominado “paciente cero”, es decir, en el primer contagiado con esta enfermedad en territorio nacional. No obstante ello, las informaciones sobre cifras de contagios y fallecidos por el virus procedían del extranjero.

Al día siguiente se confirmaron las sospechas. Le dijeron que estaba contagiado con esa extraña enfermedad y que para salvarle la vida, era necesario trasladarlo de inmediato al Hospital Rebagliati, en donde había un ambiente exclusivo para los pacientes con COVID-19.

—Tenía una neumonía atípica y que era el COVID-19, me dijeron, así de frente. No hubo posibilidad de una absolución. Parece que apenas ellos supieron los resultados por parte del laboratorio se comunicaron con el Rebagliati porque coincidió la presencia de la ambulancia con los exámenes que me leía la doctora. De ahí me trasladaron.

Ese mismo día, la Organización Mundial de la Salud clasificaba el nuevo brote de coronavirus como una pandemia.

El religioso junto a feligreses y amigos en la parroquia San Gabriel Arcángel (Foto: Archivo personal de padre Luis Núñez)
El religioso junto a feligreses y amigos en la parroquia San Gabriel Arcángel (Foto: Archivo personal de padre Luis Núñez)
/ Luis Núñez

Luego de que le confirmaran que estaba infectado con el virus, todo pasó muy rápido. El padre apenas pudo comunicarse durante unos instantes por el teléfono con algunas personas muy cercanas. Luego, un grupo de médicos ingresó a la habitación en donde se encontraba, metieron sus ropas en una bolsa roja, y le dijeron a su hermano Carlos que tenía que quemar todo, incluso la ropa que el padre tenía en la casa. El religioso, en pijama, fue subido en una camilla a la ambulancia y llevado de emergencia al Hospital Edgardo Rebagliati.

El ingreso a la UCI

Carlos quiso acompañarlo e intentó subir al vehículo, pero se lo impidieron. El protocolo sanitario no lo permite, le dijeron. Fue así, mientras el sol todavía alumbraba la tarde de ese miércoles, que el párroco Luis Núñez del Prado ingresó a la unidad de cuidados intensivos de COVID-19 del Rebagliati. Era el primer paciente en estado grave por esta enfermedad en el país que ocupaba una cama en ese ambiente. Incluso, nada más ingresar, se encargó de bendecir el recinto por su condición de sacerdote.

El sobrepeso y la diabetes que padecía habían colocado al padre entre las personas vulnerables frente al nuevo coronavirus, pese a que es una persona de 47 años de edad.

— La diabetes, cuando no está bien controlada, puede afectar el funcionamiento de algunos de los leucocitos, que son las células blancas que ayudan a combatir la infección, y también puede afectar los mecanismos de inflamación que tiene el cuerpo. Puede ser que el cuerpo tenga menos defensas para luchar contra el virus. Esto es en general para infecciones. Todavía no se conoce muy bien cuál es el mecanismo específico por el que causa una enfermedad más severa en COVID-19—explica la médico infectóloga Camilla Webb.

—En el caso de sobrepeso también puede afectar los mecanismos de respuesta inmune y los mecanismos de inflamación. También puede ser que el sobrepeso haga que sea más difícil hacer una ventilación adecuada a personas que tienen enfermedad respiratoria por coronavirus. Al momento de ingresar al Rebagliati, el padre pesaba 118 kilos, al salir, 100.


El 20 de abril, el padre dejó la unidad de cuidado intensivos y fue llevado a cuidados intermedios en el hospital Rebagliati. Lo peor ya había pasado (Foto: Essalud)
El 20 de abril, el padre dejó la unidad de cuidado intensivos y fue llevado a cuidados intermedios en el hospital Rebagliati. Lo peor ya había pasado (Foto: Essalud)
/ Essalud

—Padre, tiene que tomar una decisión. Si lo vamos a entubar, necesitamos que usted lo autorice— escuchó el párroco que le decía el médico.

—Usted ha estudiado. Es una persona capaz. Yo sé que Dios va a estar conmigo en sus manos. —contestó el párroco con dificultad, pues cada vez le era más complicado respirar y sentía ahogarse.

—Yo era el primer paciente. Yo ya sabía ya. Había hecho el análisis en el poco tiempo que tenía. Como me gusta leer, había leído algo del COVID-19 para informar sobre el virus en la comunidad y para saber qué responder si alguien me hacía una consulta. Conocía sobre las experiencias en Wuhan y en los diferentes lugares en donde la enfermedad se había presentado. Tenía un concepto sobre el virus, sabía que era algo muy grave y que la decisión más sabia para curarme era el entubamiento, lo sabía.

Instantes previos a que lo intubaran, el párroco se encomendó a la Virgen María representada en la Virgen de Guadalupe. Mientras le rezaba, poco a poco fue viendo borroso hasta que se quedó dormido.

—La Virgen María, para los cristianos, significa muchísimo. Es la madre de Jesús, es la madre de Dios. Es modelo de fortaleza, de dicha, de obediencia, de sencillez y de humildad. Ella nos conduce más rápido a su hijo Jesús. Ella es el medio, el fin es Dios. Ella nos conduce a Dios, por eso confié en ella. Que se haga tu voluntad, Dios mío.

Entre sueños

—Soñaba bastante. Igual como cuando uno viaja en avión y ve las nubes, yo soñaba que estaba en medio de las nubes. Veía a mis familiares fallecidos junto con los ángeles. Soñaba que estaba en una iglesia y que no me podía mover. Siempre había una persona que me cuidaba. Llevaba velo y falda larga, era trigueña. Pensaba que era alguien de la India. Pero ahora que estoy consciente, pienso en eso y me parece rarísimo. También me acuerdo que mis familiares que han fallecido no me miraban, yo estaba cerca de ellos y quería que me vieran, pero seguían caminando de frente, estaban muy contentos. De repente si me miraban, me jalaban. Jajaja.


El padre fue despedido entre aplausos por el personal del hospital Rebagliati el día que le dieron de alta médica. "Son los mejores médicos del mundo", dijo el párroco a su salida (Foto: Essalud)
El padre fue despedido entre aplausos por el personal del hospital Rebagliati el día que le dieron de alta médica. "Son los mejores médicos del mundo", dijo el párroco a su salida (Foto: Essalud)

Jueves Santo en el Rebagliati

El 9 de abril, Jueves Santo, un mes después de que ingresara al hospital Rebagliati y de estar inconsciente casi el mismo tiempo, al párroco de Villa María del Triunfo se le desconectó del ventilador mecánico. Otra vez sus pulmones volvían a funcionar por su cuenta. Las personas que contemplaban la escena empezaron a aplaudir de la emoción y a felicitarlo por haber vencido a la muerte.

—Ha luchado bastante, padre. Usted es un hombre de fe. Tiene que vivir. No nos puede abandonar—le dijo alguien.

Fue todo un rito, vinieron varias personas. Me acompañaron, me hablaron que si no podía respirar que levantara la mano, pero yo no podía mover la mano ni mis otras extremidades. Luego sentí como que me faltaba el aire y después sentí el aire un poco más caliente. Era mi respiración.

Luego, todo fue para mejor. El sábado 18 de abril dejó la unidad de cuidados intensivos de COVID-19 del Rebagliati, después de haber estado 37 días con ventilación mecánica, y paso al área de cuidados intermedios, y 17 días después, abandonó el hospital. El personal médico y administrativo del nosocomio, incluso la presidenta ejecutiva de Essalud, Fiorella Molinelli, emocionados, lo despidieron deseándole lo mejor.

A nombre de la familia, los hermanos de sangre del padre Luis, Carlos y Patricia, estuvieron pendientes de la evolución de la salud de párroco.  Carlos dio positivo para COVID-19 y Patricia le tomó la posta. Pero además de ellos, el padre Omar Sánchez (quien aparece en la imagen con el padre Luis) siempre estuvo preocupado y pidiendo la población orar por la salud de su amigo.  (Foto: Archivo del padre Luis Núñez)
A nombre de la familia, los hermanos de sangre del padre Luis, Carlos y Patricia, estuvieron pendientes de la evolución de la salud de párroco. Carlos dio positivo para COVID-19 y Patricia le tomó la posta. Pero además de ellos, el padre Omar Sánchez (quien aparece en la imagen con el padre Luis) siempre estuvo preocupado y pidiendo la población orar por la salud de su amigo. (Foto: Archivo del padre Luis Núñez)
/ Luis Núñez

Por ahora, el padre Luis permanece junto con su familia en Villa María del Triunfo. El estar tanto tiempo recostado en la cama del hospital le ha causado unas lesiones (escaras). Es por eso que personal de Essalud lo monitorea y periódicamente lo visita para curarlo. Durante este tiempo, los mensajes vía WhatsApp, Facebook, así como las llamadas telefónicas, no han parado de llegarle. Los feligreses, de todas las edades, le escriben, le envían fotos y videos en donde le muestran su afecto y le desean una pronta recuperación para que regrese a la parroquia. Asimismo, sus amigos y colegas sacerdotes lo visitan y le llevan algunos presentes de parte suya y de la Iglesia.

Los feligreses le envían al celular del párraco un sinnúmero de mensajes y fotos de los carteles en los que le desean una pronta recuperación. (Foto: archivo personal del padre Luis Núñez)
Los feligreses le envían al celular del párraco un sinnúmero de mensajes y fotos de los carteles en los que le desean una pronta recuperación. (Foto: archivo personal del padre Luis Núñez)
/ Luis Núñez

— ¿Ha meditado en cómo pudo contagiarse?, padre Luis.

Me acuerdo que confesé a un penitente joven que no era de la parroquia, venía de otro lugar, había tenido contacto con gente extranjera de Estados Unidos. Estaba muy triste, hablamos, pero estaba con un resfrío y en una de esas cuando estornuda, me cae de lleno en la cara. Tuve que permanecer incólume, para no hacerle pasar vergüenza al joven. Sospecho que por ahí viene el contagio.

— ¿Para qué cree que tuvo que vivir toda esta dura experiencia?

—Pudo haberle pasado a cualquiera, pero yo siento que me pasó esto para que sea un signo también de la fe, de la esperanza, de que Dios está cerca de nosotros. Además, no creo en las coincidencias, disidencias, los llamo yo. Porque me desconectaron del ventilador mecánico el Jueves Santo y luego, el Domingo de la Misericordia, salí del área de COVID-19. Yo tenía la imagen del Señor de la Misericordia al frente de mi cama en el hospital, y todos los días que estaba consciente rezaba por todos. Ese para qué es bien fuerte, significa también esa tarea, esa misión que el Señor nos va encomendando, sobre todo en este contexto de la pandemia, para ser un signo de misericordia, de su amor. Donde para los hombres es imposible, porque todo estaba mal en mi caso, se dan milagros. También por obra y fruto de los médicos; pero se dio, y los mismos médicos se quedaron asombrados.

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¿Qué es un coronavirus?

Los coronavirus son una amplia familia de virus que pueden llegar a causar infecciones que van desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, que se pueden contagiar de animales a personas (transmisión zoonótica). De acuerdo con estudios, el SRAS-CoV se transmitió de la civeta al ser humano, mientras que el MERS-CoV pasó del dromedario a la gente. El último caso de coronavirus que se conoce es el COVID-19.

En resumen, un nuevo coronavirus es una nueva cepa de coronavirus que no se había encontrado antes en el ser humano y debe su nombre al aspecto que presenta, ya que es muy parecido a una corona o un halo.

¿Qué es el COVID-19?

El COVID-19 es la enfermedad infecciosa que fue descubierta en Wuhan (China) en diciembre de 2019, a raíz del brote del virus que empezó a acabar con la vida de gran cantidad de personas.

El Comité Internacional de Taxonomía de Virus designó el nombre de este nuevo coronavirus como SARS-CoV-2.

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