Su primer logro fue viajar solo en autobús. Se sintió, luego de 17 años, independiente. Ese día salió siguiendo a sus pies, empezó caminando en Miraflores y reaccionó perdido en Chorrillos. Nunca tuvo miedo. Es más, Bryan dice casi nunca sentirlo pese a que tener el síndrome de Down lo ha formado casi inseparable de sus padres.
“Un señor me prestó un sol y otro me acompañó al bus. Llegué feliz a contarle a mi mamá, que estaba asustadísima”, cuenta risueño.
Su segundo logro lo vivió la noche del miércoles, cuando escuchó su nombre perdido entre aplausos.
“¿Graduado yo? ¿Yo? Aún no lo creo”, dice con una incredulidad tierna. Y no es para menos. Bryan Rusell Mujica tiene 22 años y los últimos cinco los ha dedicado a demostrar que no es diferente. Ingresó a la Universidad San Ignacio de Loyola convencido de que sería periodista y salió de ella convenciendo a los demás. “Fue una decisión propia, me apasiona escribir, quiero sensibilizar a la gente con mi caso, quiero que me lean”, afirma.
Así de intrépido y persistente es Bryan, cuenta su mamá Gladys. Por eso, cuando algunos le decían loca por creer que su hijo sería universitario, no se ofendió.
Ya hace 22 años una doctora le había dicho que Bryan no podría llegar ni a caminar y la vida no les permitió ese golpe. “Lo veo ahora, con su toga, sus medallas, aplaudido por todos y no siento más que felicidad”, afirma.
Michael Rusell, su padre, es un británico que no deja de sonreír cuando cuenta que Bryan heredó de él la pasión por la lectura. “También cuenta chistes como yo”, intenta decir en español.
Mientras sus papás aún celebran su éxito, Bryan ya está pensando qué camino seguirá a partir de ahora.
Lo primero que se le viene a la mente es trabajar y estudiar una maestría. “¿Casarme? No, soy muy joven, a los 50 años quizá piense en tener hijos”, dice mientras vuelve a sonreír.