En nuestra ciudad, existen muchos inmuebles patrimoniales que por su estado de vulnerabilidad no se usan y están declarados en riesgo. La inversión que requieren es grande, en algunos casos, para volverlos a su uso original, y en muchos otros para reconvertir su uso, lo cual puede resultar más conveniente. En ese sentido, el aporte privado es beneficioso para salvaguardar el patrimonio, dándoles a estos inmuebles un uso acorde a esa reconversión, por ejemplo, a manera de hoteles, restaurantes, centros comunales o culturales, etc. Como esta reconversión es, en general, más costosa que demoler y volver a construir, se necesitaría un apoyo estatal o local en la medida de las posibilidades.
La Iglesia bien podría buscar estas alianzas, pues su patrimonio es vasto y en muchos casos está inutilizado o subutilizado. Es un tema polémico, sobre todo dentro del seno de la Iglesia, pero visto desde un punto de vista pragmático es provechoso para todos los involucrados. Algunas iglesias en nuestra capital cumplen esos requisitos, pues son espacios que hace años están cerrados o carecen de feligreses. Es más, la Iglesia contempla un ritual de desacralización de un templo para casos así. Es parte del canon religioso de la Iglesia Católica, solo se requiere que el obispo lo ordene (en este caso, el arzobispo).
El Viejo Continente hace tiempo vive un proceso de reagrupamiento de su grey y hay iglesias que han ido cerrando, es un tema, como lo expongo anteriormente, pragmático, de pastoral, de reagrupamiento de parroquias. También es un asunto económico, pues esa gran cantidad de patrimonio que la Iglesia había acumulado en Europa necesitaba de cuidado y mantenimiento. Es un proceso que no dejó (ni deja) de tener polémicas por distintos motivos. Por ejemplo, el tema de la venta, en sí misma, de la propiedad del recinto o de su posterior uso, pues algunos predios quedan transformados en discotecas o restaurantes. Esto último me parece muy alejado del uso correcto que se debiera dar a estos inmuebles.
En nuestra ciudad, existen casos de reconversión y desacralización. Por ejemplo, el del Panteón de los Próceres, que fue la antigua iglesia de San Carlos, intervenida por Claude Sahut en 1924 para albergar los restos y memoria de los próceres de la patria. Otro caso es el de la iglesia de Santo Tomás de Aquino, reconvertida en auditorio cuando fue la Gran Unidad Escolar Mercedes Cabello con un impresionante mural de Juan Manuel Ugarte Eléspuru, donde se ubicaba el altar.
Miremos ahora a las iglesias que bien podrían servir, en el presente, para una reconversión. Algunos templos en el Rímac, capillas de haciendas, pero el caso más ejemplar es el de la Ermita de Barranco, que se cae a pedazos y es un bien inutilizado que puede retransformarse a un uso adecuado, provechoso e interesante. Ojo, se trata de salvar el patrimonio, en este caso arquitectónico, pues del interior poco o nada queda y si estas iglesias continúan en tal estado, ni siquiera quedará su cascarón. A menos que eso se esté esperando.