Acostumbramos repetir que Lima es la Ciudad de los Reyes, asumiendo equivocadamente que tal título hace referencia a los soberanos españoles que reinaban al momento de fundar Pizarro la ciudad. Olvidamos así que los reyes aludidos en la fundación y el escudo son los tres reyes magos que, según el Evangelio (Mateo 2:1,2) y el Antiguo Testamento (Isaías 60:3 y 60:6), anunciaron el nacimiento del hijo de Dios.
La fundación de Lima ocurrió en días cercanos a la Epifanía, fecha en la que los “reyes” habrían iniciado la búsqueda del recién nacido, así como los tres enviados de Pizarro partieron el 8 de enero de 1535 a buscar el emplazamiento para la capital. Por ello, el escudo de Lima tuvo sobre un fondo azul, que era el color de la lealtad, sus tres coronas unidas por los rayos de la estrella que los guio.
Pero Lima, desde sus inicios, prefirió ignorar tal advocación. Ninguna iglesia se erigió en honor de sus reyes epónimos. Eso, a diferencia de la ciudad alemana de Colonia, donde se construyó desde 1248 y durante 600 años su extraordinaria catedral, para albergar los restos de los tres reyes magos que Federico Barbarroja rescató en Milán. Lima, en cambio, no dedicó a los magos una iglesia, plaza o calle. La Catedral fue creada por Pizarro en honor a la Virgen de la Asunción.
Pero los tres reyes ignorados parecieran haber legado su personalidad viajera a la ciudad. Vale esclarecer, primero, que el término ‘magos’ significa en griego (‘magoi’) “hombres sabios” y no hechiceros como su acepción moderna parecería indicar. Como sabios son mentados en la Excerpta Latina Barbaris del siglo V que consigna sus nombres Gaspar, Melchor y Baltasar. Luego, siguiendo a Isaías y a Mateo, se sabe que venían de lugares lejanos y distintos. Eran, pues, magos migrantes, ideales para dar su nombre a una ciudad en la que hoy más del 80% de sus pobladores, en primera, segunda o tercera generación, también lo son.
Algo más, aunque Benedicto XVI en “La infancia de Jesús” señala que los magos serían originarios del antiguo Tartesos, hoy parte de Andalucía, la tradición dice que representaban a Asia, Europa y África, lo que cobra fuerza por las ofrendas que portaban, una del Asia, el incienso, y otra del África, la mirra, que es medicinal. Provenían de tres continentes anticipando la pluralidad racial característica de Lima que unió a su población Ichma, la cusqueña venida con Túpac Yupanqui, la española de la conquista, la negra, la asiática, la migración europea y finalmente la migración de todas las provincias.
Y si allá anunciaron el nacimiento del hijo de Dios, aunque su indiscreción ante Herodes, según la tradición, costara la vida a muchos niños, aquí se anunció la evangelización del Nuevo Mundo. Pobres reyes migrantes y coloridos. Después, los reyes mortales Juana y Carlos añadieron sus nombres, sus águilas y sus columnas al escudo de su ciudad. Y tras la fundación, fueron ignorados por los propios conquistadores y por quienes, lo acepten o no, son sus descendientes: los limeños de hoy, que hablan como Gaspar, Melchor y Baltasar lenguas diferentes con las que, a veces, parecen no entenderse.