La donación de sangre de una sola persona (equivalente a 350 ml) puede llegar a salvar hasta doce vidas. El caso de Jenny Trujillo Cueva, quien denunció haber sido discriminada por la Clínica Anglo Americana al impedirle donar sangre por ser homosexual, ha llamado a la reflexión sobre un tema de fondo en el sector Salud: los criterios con que el Estado reconoce a los “grupos de riesgo”.
Representantes de la clínica explicaron –tras difundirse la denuncia– que rechazaron la donación de Trujillo por la delgadez de sus venas y no por su orientación sexual. No obstante, el caso ha puesto el tema sobre la mesa.
El formulario que llenan quienes desean donar sangre y que usa la clínica no es propio, es transversal a todo el sector Salud, pues su autoría proviene de una resolución ministerial del 2004 del Ministerio de Salud (Minsa). En el documento, se pregunta al donante si pertenece a unos de los siguientes grupos de riesgo: promiscuos, prostitutas, bisexuales y homosexuales. Sin embargo, no se explica por qué a todos estos grupos se les atribuye la misma condición.
Ante el caso de Trujillo Cueva, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) recomendó al Minsa revisar su formulario, por lo “absurdo” de impedir a homosexuales y bisexuales donar sangre. Ello, porque la orientación sexual no representa un riesgo en sí misma. Tras el cuestionamiento, el Minsa indicó anoche a este Diario que “los formatos actualmente utilizados para ese procedimiento serán revisados y se modificarán”.
Es positivo que el Minsa tenga la disposición de cuestionar y replantear sus propias reglas para poder discernir los criterios indispensables para una donación segura. Sin ello, el protocolo puede malinterpretarse y dar lugar a casos de discriminación en algunos establecimientos de salud.
En el Perú, se necesita que 600 mil personas donen sangre cada año para salvar vidas afectadas por desastres, accidentes y emergencias, de acuerdo con cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo, solo un tercio de esta cuota mínima dona. En parte, según expertos, ello se debe a que no se ha promovido una cultura de donación de sangre. Es así que, en definitiva, como la donación de sangre es escasa, el sector Salud no puede darse el lujo de discriminar a potenciales donantes saludables, que pueden ayudar a que otras personas se salven.
El consenso médico apunta a considerar a un hombre homosexual como un donante riesgoso cuando tiene múltiples parejas, porque las posibilidades de contagio de VIH o hepatitis B y C en una relación entre dos varones son más altas que en relaciones heterosexuales (por eventuales laceraciones que se puedan producir en el encuentro sexual). Ello en ningún caso quiere decir que una persona homosexual o bisexual monógama sea un riesgo. O que una heterosexual y con múltiples parejas no lo sea.