Lima vive uno de sus momentos más críticos a consecuencia del avance de la criminalidad. A diario se cometen brutales asesinatos (al menos 56 en lo que va del estado de emergencia) y decenas de negocios se han visto obligados a cerrar a raíz de las extorsiones. En general hay una sensación de intranquilidad y desamparo ante los hechos de sangre y violencia. Sin embargo, hay una afectación más silenciosa, pero igual de agresiva, aquella que golpea concretamente la salud mental de los ciudadanos.
Según ha revelado el Instituto Guestalt de Lima (IGL), el 80% de la población peruana experimenta niveles significativos de estrés, ansiedad y depresión, debido a la creciente percepción de inseguridad ciudadana.
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De hecho El Comercio reveló hace algunas semanas los distritos de Lima y Callao que presentaban mayor cantidad de atenciones en los Centros de Salud Mental Comunitarios. En esta estadística se debe considerar al menos dos aspectos: La cantidad de establecimientos especializados en la jurisdicción y la población de estos. Sin embargo, la razón detrás del número de personas atendidas por distritos responde también a otros factores de riesgo, como por ejemplo, la sensación de inseguridad o el índice de criminalidad.
Precisamente la cantidad de homicidios indican una coincidencia con aquellos distritos con más atenciones. Según cifras del Sistema Informático Nacional de Defunciones, solo en lo que va del estados de emergencia se han registrado al menos 56 asesinatos. Los distritos con más crímenes son San Juan de Lurigancho (7), Lima (6), Villa El Salvador (4), Ate (4, aunque El Comercio pudo contabilizar 13), Comas (3).
Lo concluyente es que esto cinco distritos mencionados son aquellos que lideran el ránking con más atenciones en los CSMC hasta agosto del 2024: Lima Cercado (42.579), San Martín de Porres (35.942), San Juan de Lurigancho (35.191), San Juan de Miraflores (31.714), Breña (31.019), Chorrillos (28.214), Magdalena del Mar (27.559), Villa El Salvador (26.592), Villa María del Triunfo (20.637), Comas (20.117) y Ate (19.980).
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El temor y angustia son estresores que derivan en ansiedad y depresión
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Ángel Correa, psicólogo especializado en salud pública, señaló a El Comercio que la angustia y la zozobra son sentimientos que las personas presentan a diario debido a la creciente ola delincuencial, pero que con frecuencia no se toman en serio porque no hay una cultura de prevención en salud mental. “Se piensa que la criminalidad no tiene una relación directa con la estabilidad emocional de las personas, eso es inconcebible”, dice.
“Los sentimientos de temor y angustia que experimentan las personas son estresores que derivarán más pronto que tarde en trastornos de ansiedad y depresión. Sucede que se nos ha enseñado a vivir así, normalizando estas condiciones hostiles”, apunta.
El especialista refiere que hay una idea equivocada en la ciudadanía en que lo único que importa es la salud física y se desprecia la salud mental y la estabilidad emocional. “Se cree que mientras que no me maten o no me hagan daño físico debo seguir adelante y resistiendo. Claramente, la muerte es un desenlace fatal y definitivo, pero qué pasa con esa persona que está siendo extorsionada y a diario recibe amenazas de muerte. El estado de angustia, zozobra y pánico es perpetuo”, dijo.
Crímenes como el del ciudadano venezolano que fue acribillado de 20 disparos esta semana son un ejemplo de la ferocidad de los delincuentes. “No se trata como alguna vez alguien dijo que se matan entre criminales, sino que el mensaje que se envía a la sociedad es que no estás libre en ningún lugar y que cualquier bien resulta un botín para los ladrones”, comenta Correa.
La inseguridad genera frustración, tristeza e irritabilidad
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Teresa Machado Raza, presidenta de la Asociación Nacional de Psicólogos del Perú, señaló a El Comercio que el clima hostil de la calle, los asesinatos y creciente sensación de inseguridad vienen deteriorando gravemente la salud mental de las personas. “Este tipo de situaciones ha aumentado el nivel de trastornos de ansiedad y estrés, una amenaza constante que están viviendo las personas porque tienen temor de ser víctimas de un delito”, dijo.
Machado recordó que muchas personas piensan dos veces antes de salir con objetos de valor e incluso sacar su celular en la calle. “Esa intranquilidad genera frustración, tristeza e irritabilidad”, cuenta la también candidata al decanato del Colegio de Psicólogos del Perú.
“El hecho de salir a la calle y no saber qué nos puede pasar es algo nunca antes visto, hoy las personas se preguntan ‘¿llevo mi celular?’, ‘¿será recomendable?’, entonces desde ahí nada más me indica que esta persona no está segura en la calle. Para no generar un tema de ansiedad, mejor no lleva (sus objetos de valor) y va más ‘tranquila’”, añade.
La especialista agrega que irremediablemente estos estresores “van a afectar en la salud física a través de la fatiga, la irritabilidad. Va a empezar a dañar nuestro sistema inmune. Al mismo tiempo que aumenta la inseguridad, también se incrementa la desesperanza. Las personas no saben qué hacer. Esto lleva a veces a una frustración, incluso a una depresión”, comenta.
El ser humano necesita como punto clave de convivencia y realización la confianza y la seguridad en su entorno, señalan las teorías de la psicología. Sin embargo, vivir en un ambiente de violencia da una sensación en la población de que faltan fuentes de protección. Las autoridades no están garantizando la seguridad. “Esta impotencia de no poder controlar lo que está pasando a mi alrededor provoca sentimientos de tristeza. La tristeza con la depresión están en una escala muy corta”, puntualiza Machado.
Ya no se disfrutan las actividades al aire libre
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El director del Instituto Guestalt de Lima (IGL), el psicólogo y psicoterapeuta Manuel Saravia Oliver, explicó que la sensación de inseguridad restringe las actividades de disfrute al aire libre y eso claramente tiene un impacto en la vida de las personas. “El alto grado de inseguridad ciudadana en el que vivimos está generando el incremento de los niveles de ansiedad con sentimientos de miedo y zozobra ante la posibilidad de ser víctimas de los delincuentes, algo que afecta severamente la salud mental al no poder disfrutar al salir y caminar libremente”, explicó Saravia Oliver.
Saravia añade que atender la creciente demanda de trastornos mentales y controlar esos problemas, no se puede concretar sin que se acompañe ello con medidas que garanticen la seguridad de la ciudadanía, sino los esfuerzos serán infructuosos. “Ninguna estrategia puede ser efectiva en el tiempo, si la delincuencia sigue descontrolada”, indica.
“El discurso político de priorizar la salud mental debe ser coherente a los hechos, ya que se pretende desaparecer los departamentos de psicología de los hospitales y no se aumenta el número de psicólogos en los colegios”, remarcó.
Atender traumas tan fuertes como presenciar el crimen de un profesor en el mismo centro de estudios, es una situación que difícilmente un escolar va a superar. La referencia es al crimen registrado en el colegio Julio C. Tello, en donde el docente Julio César Pacheco Pimentel fue ultimado a balazos por un sicario dentro del establecimiento educativo y ante la mirada de sus propios alumnos.
El estupor y el miedo de los estudiantes son también el temor y la zozobra de los propios ciudadanos al ver los crímenes en las noticias. Lo preocupante es que mientras la angustia gana espacio en la sociedad, las personas se van despojando de su capacidad de disfrutar y confiar, incluso, en su propio entorno.