En Lima existe una estructura de gobernanza que divide las decisiones sobre la ciudad, a grandes rasgos, entre transporte público, transporte privado, planeamiento y desarrollo. En vez de dividir la labor de hacer ciudad como en una fábrica de alfileres, todos por un solo fin, nosotros dividimos la gestión. Dentro de las municipalidades, las diferentes entidades están estructuradas como ‘silos’ de administración, en que uno no se comunica con los otros.
Como un ejemplo, podemos ver que para la Costa Verde la estructura de gobernanza está dividida entre una serie de entidades que incluyen a Emape (Empresa Municipal Administradora de Peaje de Lima), APCV (Autoridad del Proyecto Costa Verde), la Gerencia de Transporte Urbano, las nueve municipalidades distritales que se integran en este territorio, una municipalidad metropolitana central y otra provincial y la Marina de Guerra. Esta extrema fragmentación de gobernanza resulta en el desorden que vemos hoy en día, pues es imposible tomar decisiones consensuadas al respecto de esta zona dentro de una gestión cuando hay tantos involucrados.
Para el caso del transporte público, la responsabilidad está dividida entre Pro Transporte y el Ministerio de Transportes y Comunicaciones, algo que resultó en los conflictos durante la última gestión y la actual.
En el 2011 gracias a las noticias, supimos que ambas autoridades propusieron rutas casi idénticas de transporte masivo (la línea 3 del Metropolitano y línea 4 de metro de Lima) a lo largo de la Javier Prado, La Marina y Faucett. Es intención de la actual gestión hacer una serie de ‘by-pass’ a lo largo de la avenida Arequipa, algo que según el Ministerio de Transportes incrementará los costos de construcción de la línea 3 del metro. Llegando a la superficie, los peatones se encontrarán con un ambiente sumamente agresivo, dominado por autos, y donde cruzar de un lado al otro será imposible por los ‘by-pass’. Este concepto sigue priorizando al vehículo sobre las personas y está en contra de la idea contemporánea que otorga prioridad al transporte público.
Uno de los retos del urbanismo como práctica es tener una visión holística de la ciudad. Desde la década del 60, se comprendió que la zonificación y la densidad de las ciudades son herramientas no solamente de planeamiento sino también de transporte y movilidad. En nuestra realidad, todavía no se comprende de esa manera. Como mencioné en una columna anterior, nuestra zonificación está basada en las diferencias de nivel socioeconómico, en lugar de ver el acceso al transporte o el potencial de determinados centros urbanos.
Existe la necesidad de reestructurar la gobernanza de la ciudad sobre todo entre la Municipalidad Metropolitana de Lima, los distritos y los ministerios. Al final, todos y nadie, a la vez, poseen responsabilidad. La rivalidad entre las gerencias municipales y los diferentes gobiernos no ayuda a solucionar el problema. En vez de trabajar como equipo, compiten entre ellos y la redundancia en la burocracia se convierte en una excusa para seguir viviendo en la mediocridad.