‘Freddy’ saluda con timidez. Abraza a los trabajadores de la Casa de Alivio del cerro San Cosme (La Victoria), pero con los extraños se inquieta. Los médicos saben que, a sus 32 años, este costurero del emporio comercial de Gamarra tiene tuberculosis (TB). Sus compañeros de trabajo y vecinos, no.
“Los prejuicios de la tuberculosis están tan arraigados como los del VIH, aunque la primera sí tiene cura. Si saben que está enfermo, lo marginarán y querrá dejar el tratamiento”, observa Adela Landeo, psicóloga de la Casa de Alivio, centro municipal especializado en tuberculosis.
Junto a la posta de San Cosme, en este local se trata a más de 500 pacientes como ‘Freddy’, que viven en las oscuras y pequeñas casas de los empinados jirones del cerro.
De acuerdo con el Centro Nacional de Epidemiología de Prevención y Control de Enfermedades del Ministerio de Salud (Minsa), en el Perú se ha ido reduciendo el número de personas con TB desde hace 20 años, cuando teníamos 55 mil pacientes. Por ejemplo, el año pasado, se registraron 30.988 casos, 5% menos que en el 2014.
Julia Ríos, coordinadora nacional de tuberculosis, precisa que seis de cada diez pacientes con este mal radican en Lima, sobre todo en áreas tugurizadas de siete distritos: San Juan de Lurigancho, Rímac, La Victoria, El Agustino, Ate, Santa Anita y Barranco. La variedad predominante en la capital es la sensible, cuya curación tarda siete meses, si no se interrumpe el tratamiento.
“El mayor problema que tenemos con la TB no es el acceso a medicinas, gratuitas y ya garantizadas para todo el 2017, sino la deserción. Interrumpir el tratamiento no solo implica empezar de cero cuando el paciente regresa, sino posibles nuevos contagios mientras estuvo fuera del sistema”, aclara Ríos.
Hasta el 2015, la tasa de abandono del tratamiento de TB en el país era del 7% para la variedad sensible –dos puntos porcentuales por encima del máximo sugerido por la Organización Mundial de la Salud–, y del 31% para la resistente y extremadamente resistente, las más severas y predominantes en Ucayali, Loreto y Tacna. En esos casos, el tratamiento demanda de 18 a 24 meses.
Según la Estrategia Sanitaria Nacional de Prevención y Control de la Tuberculosis, el Seguro Integral de Salud (SIS) invierte US$40 al año por paciente en tratamiento de TB sensible, y al menos unos US$9.000 por cada persona con las variedades más graves. Si la deserción implica empezar de cero, los costos para el Estado también suben exponencialmente.
—Emporio en la mira—
Katia Flores, subgerenta de Promoción Social y Salud de la Municipalidad de La Victoria, destaca que, para combatir la deserción, en la Casa de Alivio se diseñó un programa de seguimiento. Solo en octubre pasado permitió localizar con rapidez y sobre todo discreción a 31 pacientes que se tratan allí, ya sea en sus casas, trabajos o escondites, pues algunos tienen adicción a las drogas.
Tal fue el caso de ‘Jesús’, de 18 años, quien cada vez que faltó a su consulta interdiaria fue buscado con ayuda de sus abuelos. Y el de ‘Jenny’, comerciante y madre soltera de 23 años, quien a veces no encontró con quien dejar a sus hijos y no pudo ir por sus pastillas ni el desayuno que se le brinda con asistencia edilicia.
Según Flores, este acompañamiento permitió constatar las condiciones de tugurización cada vez más graves en talleres y galerías del emporio comercial de Gamarra, principal eje comercial del distrito. Así, hoy están en busca de fondos para abrir una nueva Casa de Alivio en esta parte de la ciudad.
“No se trata de estigmatizar a los pacientes, ni de criticar que haya trabajadores con TB en Gamarra. Nuestra preocupación es que, por el diseño de las tiendas y talleres, faltan ventilación y luz que ayuden a evitar nuevos contagios”, aclara.