Augusto Miyashiro
Augusto Miyashiro
Pedro Ortiz Bisso

De los tantos carteles informativos que al alcalde Augusto Miyashiro le gusta sembrar en Chorrillos, hay uno que constituye una joya única en la historia de las comunicaciones entre autoridades y vecinos. Un estudio más detallado probablemente permitirá, minucias gramaticales al margen, descubrir los entresijos de su avasalladora elocuencia:
“La urbanización La Encantada, Las Brisas de Villa, Huertos de Villa y San Juan Bautista se encuentran en Chorrillos, quien se crea surcano puede vender su predio y comprar en Surco para cumplir su deseo”.

El mensaje, sobra decirlo, estaba dirigido a los habitantes de esas urbanizaciones que, el año pasado, manifestaron su deseo de ser acogidos por Surco, ante la desatención que denunciaron sufrir del concejo chorrillano.

Otro letrero memorable que merece una mirada muy atenta versa sobre su pedido de clausurar el río Surco –al que llama “acequia”– porque “no beneficia en nada a los chorrillanos”.

No hace falta imaginar qué hubiera pasado de haber sido burgomaestre de Lima durante El Niño costero. Habría llenado de carteles la Plaza de Armas para exigir la clausura del río Rímac.

Chorrillos ha tenido cuatro alcaldes en los últimos 39 años. A uno, el aprista Jorge Meneses, pocos lo recuerdan. Los otros, en cambio, han dejado huella: a Pablo Gutiérrez Weselby, líder y fundador de Pablo (siglas del movimiento Por las Bases Libres Organizadas), un día se le ocurrió construir una carretera a La Chira y no solo dejó la pista a medio hacer, sino también destruyó La Herradura.

Hugo Valdivia Melgar estuvo apenas un período en el sillón de la avenida Huaylas, pero dejó su marca indeleble con la venta de parte de los terrenos del morro Solar en una controversial operación.

El último es Miyashiro, alcalde desde 1999, amante de colocar “carteles informativos” por quítame estas pajas y de regalar cocinas, refrigeradoras y licuadoras a las madres de su distrito, como ocurrió el año pasado durante una concurrida reunión en la cancha de los muertos.

“Tenemos que darle gracias a la Municipalidad de Chorrillos que con mi gobierno hemos podido hacer tantas pistas, estadios, obras”, dijo a los gritos a quienes fueron a reclamarle por la muerte de un niño, al que le cayó en la cabeza un arco de fulbito oxidado mientras jugaba en un parque del distrito.

Además de agüita de tilo para calmar los nervios, el señor Miyashiro debe comprender que fue elegido para servir a la población, no para que lo aplaudan. Y que su función no es regalar ollas arroceras, sino trabajar por su distrito.

Ninguna pista vale más que una vida. Con el valor de un par de las refrigeradoras que regaló, hubiera reemplazado ese arco oxidado y hoy no estaríamos lamentando la muerte de ese pequeño.
Piénselo, señor Miyashiro. Y no se amargue.

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