(Foto: USI)
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Angus Laurie

En la antigua Atenas, el ágora fue el centro de la ciudad. Además de ser una plaza, formó el centro de comercio para la ciudad, como un híbrido entre el mercado y la plaza mayor. Por miles de años, la participación de los ciudadanos en el espacio público de las ciudades ha resultado, en las condiciones ideales, para generar intercambio y negocio. En el caso de Atenas, la participación en la esfera pública estuvo vinculada con la formación de la idea de democracia a escala mundial.

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Como el caso del ágora, las calles y espacios públicos de la ciudad tienen un rol importante en la democracia en cada ciudad. Es en el espacio público donde una persona puede encontrar una diversidad de personas y aprender a ser tolerante con el otro. Al observar al otro, los niños también pueden aprender a ser civiles, y así desarrollar y construir las costumbres culturales de una sociedad.

En algunas ciudades de Europa y América Latina es un placer salir a la calle para pasear en bicicleta, para caminar, correr o para mirar a otras personas. En Lima no es así. El tráfico, con el peligro, ruido y contaminación que trae, ha eliminado la vida social en las calles de muchas ciudades y especialmente en Lima.

Un síntoma de esto es la llegada de servicios de delivery como Glovo y Rappi. Estas empresas recogen comida o productos de tiendas, y los llevan a las casas. Como dice el slogan de Rappi: “Ya no tienes que salir de tu casa u oficina”.

Son servicios que traen beneficios para el individuo por su conveniencia, pero al costo de la sociedad en general, siendo parte de una tendencia en que cada vez más nuestras vidas se vuelven más privadas, y donde hay menos necesidad de estar en las calles y los espacios públicos.

Tenemos que entender que un espacio público no solamente se refiere a los trazados que pueden haber sido diseñados por arquitectos o paisajistas. Al contrario, el espacio público solo existe en el uso e interacción entre las personas.

En los últimos años, varios urbanistas y sociólogos han resaltado que el rol del espacio público como principal medio para la construcción de una sociedad democrática está bajo amenaza por el tráfico y por un cambio en la cultura, en que pasamos más tiempo mirando pantallas (tablets, teléfonos y televisores) y menos en la ciudad.

En este contexto, mientras más desagradables sean las calles, es menos probable que las personas quieran salir, y hay más posibilidades de que servicios como Glovo y Rappi tengan éxito.
Si queremos que Lima sea una ciudad más abierta y más tolerante, sería necesario mitigar las tendencias. Para lograr esto, se debe recuperar el rol de las calles como espacios públicos, para que sean usados por las personas.

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