En las marchas del jueves 19, el martes 24 y el sábado 28 de enero, la violencia tomó control completo de las calles y avenidas del Centro de Lima. A partir de las 2 de la tarde, miles de manifestantes llegan a la plaza Dos de Mayo, uno de los puntos centrales de concentración de las últimas movilizaciones.
Desde este punto, la masa marcha hacia la plaza San Martín, la plaza Bolognesi o al Paseo de los Héroes Navales. Este proceso suele ser pacífico, pero una vez que la multitud se encuentra con un primer cordón policial, la tensión escala.
En algunos casos, son un grupo pequeño de manifestantes quienes agreden a la policía primero. En otros, son los agentes del orden quienes inician la represión, por más que se trate de una marcha pacífica. Lo cierto es que una vez iniciado el conflicto, ya no hay vuelta atrás.
¿Cómo se desató la violencia en las últimas marchas?
De las últimas quince protestas que se han llevado a cabo en el Centro de Lima, desde diciembre pasado, diez han resultado en violentos enfrentamientos.
Los primeros enfrentamientos
Tras las primeras lacrimógenas, ambos bandos se separan varios metros. Los manifestantes lanzan piedras y otros objetos contundentes con huaracas, hondas y sus propias manos. De vuelta, la policía responde disparando lacrimógenas y perdigones de goma.
Una vez iniciado el enfrentamiento, los maleantes, situados normalmente al frente de la movilización, rompen lo que encuentran a su alrededor, como adoquines de piedra, troncos y rocas, para obtener cosas que puedan lanzar. Detrás de ellos, permanecen cientos o miles de manifestantes pacíficos.
Una vez que el enfrentamiento escala y la respuesta policial es mayor, entre las nubes de gas lacrimógeno y los perdigones que vuelan por los aires, alrededor de las 6 de la tarde, la masa se desarticula en busca de refugio. Esto pasó el jueves 19 y el martes 24. Sin embargo, el 28 de enero los enfrentamientos se estancaron por largas horas en el cruce de las avenidas Abancay con Piérola.
Violencia absoluta
A unas cuadras de ese cruce fue donde Víctor Raúl Santisteban, de 55 años, perdió la vida. Las imágenes más recientes de cámaras de seguridad revelan que un policía le disparó una bomba lacrimógena a corta distancia que le impactó en la cabeza. En la esquina de Nicolás de Piérola, otro manifestante fue impactado en la cabeza con un objeto contundente.
En medio de este caos, resaltan los actos de violencia de ambos lados. Los manifestantes lanzan pirotécnicos, rocas, vidrios y más objetos contundentes. La policía dispara lacrimógenas al cuerpo y perdigones a corta distancia. Además, recogen las rocas de las que fueron víctimas y las lanzan hacia la multitud.
Para las 8 de la noche, la policía suele desplegar a todos sus refuerzos y obligan a la muchedumbre a correrse de las zonas de conflicto. La acción se vuelve más vandálica por parte de los civiles y más represiva por parte de la policía. El caos se apodera por completo. Se escuchan los disparos de lacrimógenas y perdigones, y el estruendo de las bombardas que lanzan los vándalos contra los policías.
Además, se unen al caos las unidades de policías motorizadas, quienes persiguen por cuadras a los manifestantes mientras los escopeteros, sentados en estas unidades, les disparan perdigones de goma.
Ricardo Valdés, exviceministro del Interior, comentó a El Comercio que un incentivo para la ferocidad registrada es la presencia de objetivos simbólicos, como poder llegar al Congreso de la República. Además, argumentó que estos actos suelen suceder después del horario laboral, lo que permitiría una mayor asistencia de manifestantes.
“Ninguna de las muertes debió haberse producido”, añadió, respecto a los enfrentamientos a nivel nacional, aclarando que los objetivos de las fuerzas del orden y de las protestas no deberían ser llegar a estos excesos de violencia.
Incumplen su propio reglamento
El Comercio estuvo presente el sábado 28, donde constató que la policía rompió sus propios protocolos de acción, mientras vándalos atacaban con lluvias de piedras y cometían diversos delitos. Entre el conflicto, los manifestantes pacíficos quedan encerrados por los policías, quienes se niegan a dejar transitar a las personas que intentan escapar del conflicto.
Este Diario ha presenciado, a lo largo de los enfrentamientos, el ataque a brigadistas, paramédicos, periodistas y a manifestantes pacíficos, incluso de ciudadanos ajenos a la turbulencia social, por parte de policías. Todo esto mientras violentas personas aprovechan el caos para destruir la ciudad, atacar instituciones públicas y enfrentarse a las fuerzas del orden.