Jorge Muñoz llega a la alcaldía de Lima con Acción Popular, partido en el que aún no se ha podido inscribir formalmente. (Foto: Anthony Niño de Guzmán / El Comercio)
Jorge Muñoz llega a la alcaldía de Lima con Acción Popular, partido en el que aún no se ha podido inscribir formalmente. (Foto: Anthony Niño de Guzmán / El Comercio)
Pedro Ortiz Bisso

Meses antes de ganar las elecciones, Alberto Andrade empezó a poner orden en Lima. En abril de 1995, el entonces alcalde de Miraflores envió una cuadrilla de obreros y varios camiones recolectores al centro, transformado en un muladar por unas 800 toneladas de basura desperdigadas en sus calles. La comuna metropolitana había sufrido el embargo de sus cuentas y no tenía cómo pagar el servicio de limpieza.

Ya desde la alcaldía, Andrade impulsó una serie de medidas que afianzaron su liderazgo y su imagen de promotor de soluciones efectivas: inició un programa de recuperación de plazuelas –que incluyó la Plaza de Armas y su cambio de nombre por Plaza Mayor–, a las que embelleció llenándolas de flores; impulsó un sistema de padrinazgo para devolverles la vida a los balcones coloniales; y se mudó con su familia a una casona del jirón Ucayali, a fin de dejar en claro que sus promesas de recuperar el Centro Histórico iban en serio.

Pero la decisión que marcó un antes y un después en su gestión fue el desalojo de los vendedores callejeros, pese al sabotaje del fujimorismo. Su “¡Adelante, carajo!” fue una demostración de autoridad y firmeza que quedó marcada a fuego.

Durante las últimas elecciones municipales, la inseguridad ciudadana y el caos vehicular acapararon la atención del debate. A la recuperación del Centro de Lima se la trató de modo tangencial, pese al progresivo deterioro de su patrimonio, víctima de la desidia, la corrosiva humedad capitalina y la mano del hombre.

Esta última volvió a dejar su siniestra huella con la destrucción del edificio Giacoletti, un hermoso inmueble ubicado a la vera de la plaza San Martín, que el pasado fin de semana quedó convertido en cenizas tras un terrible incendio en una pollería.

Andrade convirtió un problema en una oportunidad. Lo mismo debe hacer Jorge Muñoz. Cierto es que la Municipalidad de Lima carece de recursos para hacerse cargo de la recuperación de los más de 1.200 inmuebles de valor monumental que existen, pero puede convertirse en un eficaz promotor de su recuperación.

El concurso de los privados es básico. El 70% de las edificaciones virreinales y republicanas les pertenece. Pero requieren incentivos legales y económicos para invertir sobre predios que, literalmente, se caen a pedazos.

Prolima, la entidad municipal encargada de la recuperación del Centro Histórico, ha elaborado un plan maestro que aún necesita la aprobación del Ministerio de Cultura y la propia comuna. Este debe ser la base.

Como ocurre con cualquier autoridad de estreno, hay una luna de miel que Muñoz debe aprovechar. Cómprese el pleito, señor alcalde. Convoque, articule, abra los ojos, escuche y actúe. Haga como Andrade: vaya adelante.

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