Mayté Ciriaco Ruiz

A mediados de marzo, en pleno pico de la segunda ola por COVID-19, el profesor Luis Rojas llegó por segunda vez a un centro de salud en el distrito de San Juan de Lurigancho. Su saturación bajaba y necesitaba que lo conectaran a un balón de oxígeno, pero le dijeron a su familia que estaban sobrecargados. La escasez y los altos costos hacían complicado conseguirle esta medicina. “Comprar un balón de oxígeno y recargarlo nos costaba entre S/4.000 y S/5.000. Hasta ahora pagamos deudas por eso”, asegura Rojas.