“Tiene el don de la efusión del Espíritu Santo, joven. Él ora profundamente y uno puede sentir que está orando por ti”. Esta, según Gerarda Alarcón García, es una de las cualidades del padre contagiado con coronavirus y cuyo estado de salud es delicado tras ser diagnosticado con esta enfermedad. Su condición es crítica porque, además de la enfermedad, presenta un cuadro de insuficiencia respiratoria aguda (neumonía atípica), según ha informado Essalud, por lo que permanece internado en un área especial del hospital Edgardo Rebagliati.
Este Diario visitó la tarde del jueves la parroquia San Gabriel, ubicada en el distrito de Villa María del Triunfo, que el sacerdote de 47 años dirige desde inicios del 2018. Allí, pudimos constatar el profundo cariño que le guarda la población. Mientras avanzaba la tarde, poco a poco iban congregándose los feligreses para una misa ya programada. Fue allí donde muchos se enteraron sobre el estado de salud del sacerdote y no daban crédito a lo que le había pasado, se persignaban y pedían a Dios que lo ayude a superar este trance.
Otros, en cambio, habían visto la noticia en las redes sociales, en donde irresponsables decían que el padre había fallecido. “Mi nieto ha llorado cuando vio la noticia en el Facebook. ¡Deja de ver eso!, le he dicho. El padre está vivo”, relató una mujer.
En ausencia del sacerdote, la misa fue oficiada por otro religioso. La actividad, en memoria de un fallecido, ya había sido programada y dada las circunstancias, se realizó en las afueras de la parroquia, para prevenir posibles contagios. Allí, en un ambiente de profunda tristeza e incertidumbre por la salud del sacerdote, los feligreses oraron por su pronta recuperación.
Por sus obras los conocerás
Todos con las que pudimos conversar coincidieron en señalar que el padre es sencillo, bromista y que tiene una especial sensibilidad por las personas enfermas. Pese a que dirigía la parroquia San Gabriel poco tiempo, ha sabido ganarse el cariño de la población. Una vecina de la zona nos contó que cuando ella estuvo realizándose quimioterapias como parte de un tratamiento oncológico, el sacerdote siempre estuvo atento a su recuperación. “¿Cómo va tu tratamiento? ¿Ya estás mejor?, me preguntaba el padre”, narró una mujer con la voz quebrada y pidió mantener su nombre en reserva.
El párroco también solía hacer visitas en sus casas a las personas que afrontaban alguna enfermedad. Allí conversaba con el paciente, le hacía reír con sus bromas y luego oraba por su salud.
También solía preocuparse porque la comunidad se involucrara en las actividades de la Iglesia Católica. Por ejemplo, para fechas especiales como el Día de la Madre o Navidad, organizaba colectas para costearlas y entregar regalos a las madres de familia y a los niños.
Durante sus misas, el párroco incidía en hablarles a sus feligreses sobre el perdón, en que confiaran en el prójimo y se preocuparan por ser mejores personas cada día.
Ora por el padre
Fue el pasado jueves 5 cuando por primera vez acudió a una clínica para atenderse al sentirse mal, allí le pusieron unas inyecciones, le dijeron que tenía amigdalitis y lo enviaron a su casa. “Él terminó su trabajo el domingo 8, al día siguiente descansó y el martes 10 comenzó a sentir que no tenía aire y fue a otra clínica local donde lo tuvieron hasta el miércoles 11. Luego logramos que lo trasladen al hospital Rebagliati en una ambulancia de Essalud”, ha informado el padre Omar Sánchez, amigo del paciente.
Ese último domingo, Gerarda Alarcón García estuvo presente en la misa que ofició el sacerdote, la cual se desarrolló a las 11 a.m. Según su testimonio, la parroquia estaba llena de feligreses. El sacerdote lucía cansado, carraspeaba por momentos, pero llevó adelante la actividad hasta la entrega de las hostias. Este acto lo realizaron sus ministros. Ese día, una niña fue la monaguilla.
Mientras apuntábamos el testimonio de Gerarda, rodeados de otras feligresas, un hombre que había permanecido sentado en silencio relató que necesitaba ayuda para su pasaje, que llegó a la parroquia San Gabriel luego de que de otra iglesia lo enviaran allí, pero ahora que el sacerdote no estaba ya no lo ayudarían. Gerarda lo miró y le entregó 10 soles. “Ora por el padre, pídele a Dios que lo ayude”.