(Foto: Anthony Niño de Guzmán)
(Foto: Anthony Niño de Guzmán)
Jorge Ruiz de Somocurcio

El derrumbe en la pudo tener gravísimas consecuencias. Debemos tomarlo como una advertencia. Sus males, llámense derrumbes, ahogados en playas de Magdalena o San Miguel, ciclistas atropellados, falta de nuevas playas y otras como La Herradura, casi desaparecida, tienen un nombre: la falta de un plan maestro.

El actual plan que sigue la Autoridad del Proyecto Costa Verde (APCV) tiene casi 25 años de antigüedad y correspondía a otra visión de ciudad y de borde costero.

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La mitad de la Costa Verde es artificial desde Miraflores hasta San Miguel,tanto en sus playas como los acantilados. El desafío es planificarla bien. No se trata de prohibir, sino de zonificar claramente dónde y qué se puede hacer.

El derrumbe de ayer corresponde precisamente a una zona de relleno que procede de los años 40 y 50, cuando se inicia el intenso proceso de urbanización en Lima.

Las administraciones anteriores no se han preocupado de actualizar el plan de la Costa Verde a pesar de que existen nuevos estudios.
El alcalde Muñoz tiene la oportunidad de plantear una nueva visión de la Costa Verde que tenga entre sus componentes el manejo de riesgos y prevención de desastres, y hacer de este el gran espacio público que le hace falta a Lima.

En la actualidad, hay inversión privada embalsada de equipamiento en turismo, recreación y playa por US$200 millones, pero detenida por la actual APCV. Esta inversión podría perfectamente contribuir a estabilizar los acantilados y ganar playa en la medida que encuentre una autoridad que tenga una solvente hoja de ruta, que no es el caso hoy.

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