A raíz de las marchas en contra y a favor del nuevo gobierno, en julio pasado se cerraron con rejas las vías de acceso a la Plaza de Armas de Lima. Desde entonces, las ventas se han ido a pique en los locales tradicionales ubicados en los alrededores, a tal punto que algunos han tenido que cerrar o despedir personal. El panorama es dramático.
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Por un lado, los comerciantes, quienes son los más afectados, piden la reapertura urgente de nuestra plaza. En tanto, el alcalde de Lima, Jorge Muñoz, ha expresado su preocupación por esta situación y ha pedido también al Gobierno quitar las rejas de la Plaza Mayor de Lima. mientras que días atrás, un grupo de congresistas solicitó lo mismo, a través de un oficio, al ministro del Interior Juan Carrasco.
El Comercio conversó con los dueños y encargados de algunos negocios para conocer la amarga situación que atraviesan. La mayoría de estos locales llevan muchos años funcionando al lado de la Plaza de Armas, mientras que otros recién aperturaron y tuvieron la “mala suerte” de toparse con una pandemia y un cierre de vías de acceso.
La resistencia de El Cordano
Diversos políticos, escritores y las más variadas personalidades han desfilado al menos una vez por el restaurante bar El Cordano, ubicado al costado de Palacio de Gobierno y frente a la Casa de Literatura, en el jirón Carabaya. Este tradicional local se vio seriamente afectado, como muchos otros en un principio, por la pandemia del COVID-19.
“Cuando comenzó la pandemia, en marzo, cerramos algunos meses. Ya en julio reabrimos, pues empezó la reapertura gradual del comercio. Sin embargo, en el tiempo que estuvimos de para igual hemos tenido que seguir con nuestras obligaciones de pagos, además, algunas maquinarias se malograron y se echó a perder mucha mercadería. Incluso, tuvimos que reducir la planilla”, contó Daniel Olarte, administrador de El Cordano.
Junto con la reapertura el local tuvo que adaptase a la nueva normalidad y decidió implementar el servicio de delivery, algo que nunca había hecho, ya que por su ubicación era bien complicado.
Luego de varios meses en que el negocio solo tenía números en rojo, por fin una luz asomaba al final del túnel. La gente se aventuraba cada vez más a salir a las calles e ir a comer al local. De esta manera pudo mantenerse a flote.
Sin embargo, el cierre de la Plaza de Armas ha hecho de esta situación un simple recuerdo. “Hemos tenido que afrontar la pandemia para no cerrar permanentemente. Cuando recién el negocio se estaba recuperando un poco pasa esto. Los cierres nos perjudican bastante”, indicó Olarte.
El administrador de El Cordano precisó que los turistas representaban el 80% de los ingresos de este tradicional restaurante, pero que la colocación de rejas impiden que estos ingresen a la plaza y visiten los locales que la rodean.
“Ahora estamos tratando de enfocarnos al público interno. Nosotros tenemos clientes que vienen desde hace años, por los platos que en otros sitios no se encuentran. Esas personas mayores traen generaciones más jóvenes y así se va ampliando nuestro público”, destacó.
Olarte pidió al Gobierno más apoyo a los comerciantes. “Nosotros también tenemos derecho a trabajar. Debe comprender que estos cierres nos afecta enormemente”, dijo.
El golpe a las tiendas de ropa
Su rostro lo dice todo. Salvador Ode, propietario de tiendas de ropa, ha tenido que reducir personal para bajar costos, pues las ventas son mínimas. “No podía pagar el alquiler de la tienda; tenía 28 trabajadores y ahora tengo 7, es fácil imaginar la desgracia a la que me ha llevado la pandemia y el cierre de la plaza”, lamentó.
Ode ha enviado documentos a Palacio para pedir la reapertura de la plaza, pero no ha tenido una respuesta concreta. Él solo pide que lo dejen trabajar. “Hemos enviado cartas hasta a la Defensoría del Pueblo. Yo pregunto, ¿dónde está mi derecho al tránsito y al trabajo?, ¿quién me va a pagar todas las pérdidas que genera este cierre?”, comentó.
El empresario consideró que otros comerciantes no reclaman porque tienen miedo de represalias. Agregó que los negocios que antes habían en el pasaje Santa Rosa ahora están cerrados, al igual que en el pasaje Olaya.
“En estos momentos no podemos pensar en mañana. La única manera para evitar la quiebra es subir las ventas, que desde ya es difícil porque no hay gente. A veces pienso que es mejor no abrir, pues así no hay más costos. En paralelo, las rejas continúan. Es una vergüenza”, sostuvo Ode.
La resistencia de “El Chinito”
Uno de los locales más visitados por peruanos y extranjeros en los alrededores de la Plaza de Armas es El Chinito. Este negocio, desde cuyo interior se puede observar la Catedral de Lima, se ha visto seriamente afectado por el cierre de calles. Sin embargo, su dueño, Félix Yong, confía en volver a levantarse, así como lo hizo al inicio de la pandemia.
“Tenemos en total 10 locales, lo cual le da un respaldo al negocio tras la disminución de clientes en nuestro local de la Plaza Mayor. A lo largo de 60 años desde que se creó El Chinito hemos pasado de todo: terrorismo, hacinamiento, ambulantes y ahora la pandemia y el cierre de la plaza. Pero a pesar de todo seguimos existiendo”, resaltó.
Yong explicó que cientos de turistas llegan hasta el Centro de Lima para visitar la Plaza de Armas. Luego aprovechan y visitan los negocios de comida, ropa, bisutería, entre otros. Sin embargo, debido a la coyuntura actual la afluencia de turistas ha disminuido notablemente.
“Con los cierres la presencia de gente disminuye. Esto afecta al volumen de público del negocio, no solo al mío sino al de todos los comerciantes. Hay días que nuestros clientes disminuyen en un 35%. Si antes llegaban mil personas a la plaza, ahora lo hacen solo cien”, destacó.
El chef y empresario pidió al Gobierno que se preocupe más por los emprendedores y no les ponga obstáculos.
Sanguchería Lima 141
Mantener a flote la sanguchería Lima 141 ha sido todo un desafío para su administradora, Carmen Ortega. El local, ubicado a un lado de la Plaza Mayor, en el jirón Huallaga, recién se inauguró en el 2019. Es decir, más de la mitad del tiempo ha tenido que mantener números en rojo, producto de la pandemia y el cierre de vías adyacentes.
“Ya no tenemos la misma cantidad de clientes como en un principio. Se ha reducido bastante, y ahora mucho más con la colocación de rejas en los alrededores. En horas punta tenemos mesas vacías. Si bien la gente puede llegar hasta aquí, la afluencia es mucho menos”, señaló.
Y es que existe un cerco en todo el perímetro de la plaza, dejando un espacio entre las rejas y los negocios, por donde la gente puede transitar. Sin embargo, el poco público que camina por esa zona prefiere seguir de largo.
“Muchos turistas venían a tomarse fotos en la plaza, junto a la pileta, pasaban el tiempo allí. Aprovechaban luego para visitar los negocios. Esta plaza es un punto de atracción que beneficia a todos los comerciantes. El que esté cerrada ahuyenta al público. ¿Quién se va a sentar a tomar un café con la vista hacia una plaza desierta, con rejas alrededor?”, explicó Ortega.
Ella pide al Gobierno atender su reclamo para el retiro de las rejas. “No es posible que esta situación siga y nos perjudique”, puntualizó.
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