Edwin Donayre fue capturado en Puente Piedra. (Twitter/Mininter)
Edwin Donayre fue capturado en Puente Piedra. (Twitter/Mininter)
Pedro Ortiz Bisso

Una de las consecuencias de la disolución del ha sido el dramático descenso de la actividad de los troles en las redes sociales. En este último mes, ha sido extraño entrar a Twitter y descubrir que estos entusiastas fabricantes de invectivas y ‘fake news’ parecían haber sido disueltos fácticamente también.

Aunque las redes se encuentran lejos de ser un remanso de paz –ahora ha aparecido una “coordinadora republicana” que difunde videos difamatorios–, la repentina ausencia de estos personajillos de cuarta constituye un indicio más sobre las reales motivaciones que impulsaban su labor, la cual solía ser premiada con likes y retuits por ciertos congresistas y conocidos opinólogos.

Este inesperado silencio coincide con otro, el de los parlamentarios que en su momento defendieron a como si el no hacerlo hubiera puesto en peligro sus vidas.

A la espera de que se designe la prisión donde pasará los próximos cinco años, vale la pena recordar que el otrora comentarista de los desfiles de Fiestas Patrias fue favorecido con una serie de maniobras dilatorias dentro del Congreso, pese a los pedidos del Poder Judicial para que cumpliese su sentencia.

A Donayre se lo declaró culpable por el delito contra la administración pública, en la modalidad de peculado, por robar combustible cuando estuvo a cargo de la Comandancia de la Región Militar Sur del Ejército en el 2006. En abril último, la Sala Suprema Penal Permanente ratificó su culpabilidad.

Entre el primer pedido para que se le levante la inmunidad parlamentaria y la decisión de hacerla efectiva, transcurrieron varios meses. Y, aunque había anunciado que se sometería a la justicia, pasó a la clandestinidad, hasta el miércoles último cuando fue detenido en un parque de Puente Piedra.

El señor Donayre, que hace dos años le faltó el respeto a la exministra de Salud Patricia García, durante un debate en una comisión parlamentaria, le robó al país y deshonró el uniforme del Ejército. Es una de las razones por las que la población aplaudió la disolución del Congreso. Encarna todo lo desagradable y deshonesto que puede hallarse en un poder del Estado que en los últimos años hizo todo lo posible por acelerar su desprestigio hasta convertirse en uno de los peores de la historia, como ha señalado Mario Vargas Llosa.

Resta ahora que el señor Donayre cumpla su condena y no utilice algún subterfugio para evadirla. Y que los electores no volvamos a entregarle la responsabilidad de legislar a sujetos de su calaña. Está en nuestras manos no volvernos a equivocar.

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