Uno de los puntos flojos de los primeros días de Pedro Cateriano en la Presidencia del Consejo de Ministros ha sido su defensa de la elección de Martín Ruggiero como ministro de Trabajo. Usar como argumentos su “energía y compromiso” o que “trabaja hasta las 11 de la noche” es muy poco serio. Peor aún compararlo con Valentín Paniagua o Javier Silva Ruete, quienes si bien fueron designados ministros antes de cumplir los 30 años, alcanzaron esos encargos con un bagaje académico y experiencia en el servicio público que el nuevo inquilino de la avenida Salaverry no tiene.
Mejor le ha ido cuando se ha referido a temas relacionados con la pandemia. El reconocimiento que hiciera el último sábado de que existe un “desfase” entre la realidad y las cifras oficiales de fallecidos por el COVID-19 es una excelente noticia. El exministro de Salud, Víctor Zamora, ya había mencionado la existencia de un subregistro, pero el tema se había quedado en la nebulosa.
La semana pasada, el “Financial Times” publicó un informe en que señalaba que el exceso de muertes en el país durante la pandemia, en relación a años recientes, alcanzaba el 149%. El número grueso (un poco más de 40 mil muertes) escondería víctimas del virus y de otros males que no pudieron atenderse a tiempo por temor al contagio o falta de atención médica.
Pero no son los únicos números que necesitamos conocer. La gente está harta de escuchar al presidente anunciar que existen camas UCI disponibles, mientras recorre la ciudad buscando una libre. Es desgarrador leer en redes sociales a personas clamando por un lugar en un hospital y a los pocos segundos recibir el reporte del Ministerio de Salud dando cuenta de camas que nadie sabe dónde están.
Nuestro Estado tiene miles de defectos. A pesar de los errores cometidos, sería mezquino no reconocer el trabajo realizado en los últimos cuatro meses para tratar de cubrir las enormes fisuras del sistema sanitario. Pero es un insulto a la inteligencia que en las conferencias de prensa oficiales se exponga un panorama inexistente. Hay que decir la verdad, señor Cateriano. Solo la verdad.