Las reservas de agua para la capital se encuentran en 55% de su capacidad. (Juan Ponce / El Comercio)
Las reservas de agua para la capital se encuentran en 55% de su capacidad. (Juan Ponce / El Comercio)
Oscar Paz Campuzano

Los habitantes de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, viven la peor de sus sequías. En tres años de escasas lluvias, el agua almacenada en sus reservorios disminuyó dramáticamente a tal punto que la alcaldía ha ordenado a su población no usar más de 50 litros diarios por persona. Eso representa la tercera parte de lo que consume al día un limeño promedio (147 litros). Con esta restricción –bajo pena de multa y cárcel– la urbe más turística de África logró aplazar hasta el 9 de julio su ‘hora cero’, el día en que el agua dejará de caer por los caños de 4 millones de personas.

Aunque por ahora Lima está lejos de presentar una situación parecida a la de Ciudad del Cabo, la capital peruana ya ha afrontado restricciones masivas del servicio por el comportamiento de la naturaleza. La última vez ocurrió en marzo del 2017 en 27 distritos, porque los huaicos impedían el proceso de potabilización. Ante la escasez, se formaron colas de gente en las calles para acopiar este recurso desde camiones-cisterna. Además, la compra desmedida de agua embotellada causó tal incertidumbre que los supermercados restringieron unidades de venta por cliente.

Otra emergencia ocurrió hace 14 años. “En el 2004 tuvimos una sequía muy fuerte, que nos obligó a hacer una restricción horaria para no quedarnos sin reservas”, recuerda el actual gerente del Centro de Servicios Sur de Sedapal, Jorge Rucoba. A fines de ese año, las reservas habían bajado hasta el 21% de su capacidad.

Este año, en parte del territorio de Junín (donde se ubican las lagunas y represas de Sedapal que abastecen a Lima) hay falta de precipitaciones, según el último reporte de sequías del Senamhi. Como consecuencia, los reservorios han almacenado 200 millones de los 330 millones de metros cúbicos (mlls. m3 ) de agua que pueden contener las 19 lagunas y 3 represas, es decir, están al 55% de su capacidad.

Se espera que en marzo y abril se normalicen las lluvias; de lo contrario, habría que activar un plan de contingencia para abastecer a la ciudad sin que las reservas para el 2019 se pongan en riesgo, explica el ingeniero Rucoba.

¿Lima está preparada para afrontar posibles sequías?
¿Lima está preparada para afrontar posibles sequías?

Según este especialista de Sedapal, Lima podría afrontar una crisis como la de Ciudad del Cabo si la escasez de lluvias de estos primeros meses del 2018 se prolongara por dos o tres años seguidos. “Haciendo un análisis estadístico, no es posible que tengamos tres años seguidos de sequía. Igual no sabemos cómo va a actuar la naturaleza, por eso tenemos un plan de contingencia”, asegura.

La Autoridad Nacional del Agua (ANA) confirmó que las reservas de agua para Lima están en 55% de su capacidad. Para afrontar un problema de sequías, se creó un observatorio de las cuencas de Chillón, Lurín y Rímac, y se prepara un plan de trabajo para este año con la participación de 15 instituciones.

—Necesidad del recurso—
Sedapal tiene un plan de inversiones destinado a aumentar su disponibilidad de agua con nueva infraestructura de almacenamiento en las zonas altas. La empresa también busca incrementar su capacidad para potabilizar más recurso: se construirá una tercera planta en La Atarjea, se ampliará la planta de Huachipa y en el 2019 sería inaugurada la planta de desalinización de agua marina, que abastecerá a 100 mil habitantes de los balnearios del sur.

Al 2040, Lima tendría 12,3 millones de habitantes. Para entonces, según el plan maestro de recuperación del río Rímac (2015), se necesitarán ya no los 700 mlls. de m3 de agua que hoy se potabilizan sino 948 mlls. de m3 .

“Tenemos una ciudad enorme, prácticamente colapsada, con un sistema de abastecimiento de agua muy concentrado en una planta (La Atarjea). En situaciones difíciles, como la del año pasado, no tenemos más alternativa: dependemos de este sistema. Es necesario desconcentrar más el abastecimiento frente al crecimiento de la población”, explica Iris Domínguez, ingeniera civil especialista en gestión hídrica de la PUCP.

“El ambiente desértico que tenemos es complicado, por eso no solo requerimos agua para consumo sino también para generar un equilibrio entre el cemento y las áreas verdes. Debemos optimizar el uso del agua potable, mejorar nuestra capacidad de reservas y reusar las aguas residuales”, opina el ingeniero José de Piérola, presidente de la Asociación Peruana de Ingeniería Hidráulica y Ambiental.

A diferencia de Ciudad del Cabo, que tiene déficit de agua, Lima se encuentra en una zona de ‘escasez económica’, lo que según el Mapa de Escasez de Agua (2017), elaborado por el Foro Económico Mundial, significa que el problema no son las fuentes hídricas, sino que carece de infraestructura, tiene deficiencias para potabilizar o sufre por contaminación.

Cómo hacer que los limeños no desperdicien el agua es otro gran tema para prever posibles sequías. “Al mes, una persona no debería consumir más de 5 m3 (lo equivalente a 150 litros diarios)”, explica Rucoba. Sin embargo, Miraflores y San Isidro registraron en el 2017 un consumo diario por persona tres veces mayor a lo recomendado: 436 y 477 litros diarios por persona, según Sedapal (aunque esta cifra sería así de elevada por la gran concentración de hoteles y restaurantes en estos distritos).

Sao Paulo afrontó en el 2015 una de las peores sequías en 80 años. Para ahorrar agua, se aumentó hasta en 100% el costo del m3, si una vivienda elevaba su consumo en relación con el año anterior. “Este tipo de medidas se está tomando en el mundo frente a la escasez. En Lima tenemos que cuidar el agua. Si no hacemos nada hoy, en el futuro sufriremos las consecuencias de esa inacción”, dice Rucoba. 

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