Antes de ser fundado en 1920, el barrio de La Victoria era un conjunto de unas 62 haciendas que pertenecía a la jurisdicción del distrito de Miraflores. Pasó de ser conocido como el Fundo Cabezas, de Juan Cabezas, a manos del comerciante Antonio de Gárate y, luego, a ser propiedad del presidente José Rufino Echenique y su esposa Victoria Tristán.
En octubre de 1853, relata Ricardo Palma en sus Tradiciones Peruana, la casa-hacienda recibió a más de 1,000 personas de la aristocracia limeña en lo que se conoció después como el ‘Baile de la Victoria’, que posteriormente le dio nombre al distrito.
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El historiador Juan Luis Orrego, señala que años después el barrio de La Victoria comenzó a cobrar relevancia por la llegada de grandes fábricas, considerado como el primer impulso del distrito, a cargo de migrantes extranjeros, que requirió de una gran cantidad de mano de obra.
“Poco a poco La Victoria comenzó a ser ese distrito con un perfil obrero, industrial y emprendedor”, dice Orrego.
Luego que las murallas de Lima fueron derribadas, en 1871, se construyeron los primeros proyectos inmobiliarios a beneficio de las decenas de obreros que llegaban hasta este punto de la ciudad. Para 1906, ya existían unas 190 viviendas en La Victoria.
– Los nuevos ‘barrios’ –
El ‘boom’ del comercio alrededor de La Parada generó que los obreros y ambulantes que trabajaban en el mercado de abastos poblaran las faldas de los cerros San Cosme, El Agustino y El Pino. “Así nacieron las primeras invasiones organizadas de terrenos urbanos de Lima”, señala Orrego.
En los años 30, el Grupo Pardo adquirió terrenos de la hacienda El Pino, de propiedad de Pablo Cánepa. En ese punto se construyeron los primeros edificios multifamiliares para obreros y empleados de clase media.
Según cuenta Orrego, las viviendas estuvieron pensadas para tres o cuatro personas, pero las familias fueron creciendo hasta que el barrio se hacinó y se volvió inseguro. “Durante el gobierno del general Juan Velasco Alvarado, en los años setenta, se intentó recuperar el barrio pero la iniciativa fracasó por falta de fondos”, explica el historiador.
En 1942, unas 100 familias, desalojadas de otros barrios, decidieron invadir la zona conocida como Mendoza. Ellos lograron demarcar 68 lotes, de la zona ubicada entre lo que ahora son la avenida Bolívar, Isabel La Católica, calle San Lorenzo (urbanización Solimano) y la calle Abtao (El Porvenir).
Solo cuatro años después, un grupo de trabajadores del Mercado Mayorista de La Parada ocuparon las faldas del cerro San Cosme. Según explica Orrego, un año después, los dueños intentaron recuperar sus tierras bajo orden policial, pero la respuesta de los invasores fue de tal violencia que las autoridades descartaron la recuperación.
En el caso de la unidad vecinal de Matute, fue uno de los primeros conjuntos residenciales en Latinoamérica. Las obras iniciaron en 1952, pero recién dos años después se terminó la primera etapa. El terreno sobre donde se erigió fue un terreno de 20 hectáreas que perteneció a la Compañía Agrícola Matute.
– La Parada y Gamarra –
El segundo impulso relevante en La Victoria fue en 1943 con la inauguración del nuevo Mercado Mayorista que se ubicó en los alrededores de lo que ahora es la avenida Aviación: La Parada. Su nombre nace porque en esta zona se ubicaba el último paradero de los camiones que llegaban a abastecer el Mercado Central.
“Según un censo de 1940, el Mercado Central de Barrios Altos, construido en los años 30 por Ramón Castilla para una población de 100 mil habitantes, quedó insuficiente para una Lima que ya sobrepasaba el medio millón de personas”, explica Orrego.
Las inmediaciones de la avenida México fueron destinadas como estacionamiento y talleres de los autos y vehículos que llegaban. Por otro lado, los comerciantes que traían abastos aprovechaban para llevar ropa, utensilios y todo tipo de mercadería a otras ciudades en el interior del país.
“La Victoria se convirtió en uno de los reductos de la ‘micro’ empresa, y se pobló de torneros, matriceros, carpinteros, ceramistas, vidrieros y un sinfín de actividades que permitió una acumulación de capital a pequeña escala, y en la que participaron no solo viejos ‘victorianos’ sino pequeños empresarios italianos, japoneses, gitanos y, lógicamente, provincianos”, explica Orrego.
Uno de los rubros que explotó en esta época fue el textil. Los establecimientos dedicados a venta de telas se instaló en los alrededores de La Parada y, luego, llegaron también los talleres de confección: eran los primeros pasos para lo que ahora es el emporio comercial de Gamarra.
Orrego explica que para finales de los años sesenta había en el distrito unos 3 mil puestos de ventas de artículos alimenticios y 24 mercadillos, además de La Parada. Asimismo, existían unas 3 mil fábricas y unos 150 talleres de mecánica. “En 1969, la Sociedad Nacional de Industrias consideraba a La Victoria como el distrito con mayor auge en la capital. Se movían 1.2 millones de dólares diarios de la época”, señala.
Para Juan Luis Orrego, La Victoria es un reflejo del Perú. Una zona donde vivían y laboraban miles de migrantes, pero a la vez un barrio intrincado. “Presentar La Victoria como el típico barrio obrero e industrial, como tantas veces se ha escrito, sería simplificar su rica complejidad, no solo en el ámbito económico sino en su proyección social, cultural y urbanística”, sentencia.