Los asentamientos periféricos de Mi Perú necesitan conexiones domiciliarias de agua potable, pistas y veredas. Aquí las Fiestas Patrias se viven en medio de carencias. (Féliz Ingaruca /El Comercio)
Los asentamientos periféricos de Mi Perú necesitan conexiones domiciliarias de agua potable, pistas y veredas. Aquí las Fiestas Patrias se viven en medio de carencias. (Féliz Ingaruca /El Comercio)
Oscar Paz Campuzano

En un cerro enlodado por la llovizna en el distrito de Mi Perú (Callao), pocas banderas flameaban el último jueves pese a la cercanía con las . Solo una pequeña tela bicolor, de esas que los taxistas ponen en sus autos, se lucía rígida y solitaria, empotrada entre las maderas de una casa de material prefabricado.

“Aún yo no la he colocado ni ganas dan de hacerlo con toda esta corrupción que se está viendo”, dijo una mujer de chaleco y casco naranja que con sus vecinos construye un muro de contención en Las Casuarinas de Guadalupe, un asentamiento humano en Mi Perú.

Este distrito, de nombre alusivo a la patria, es el más joven de la capital. Se separó política y administrativamente de Ventanilla en el 2014, pero como asentamiento existe desde 1985. En sus 2,5 km2 viven más de 60 mil personas.

La falta de pistas y veredas en sus barrios periféricos es el problema más evidente. El 25% del distrito es arenal, según los cálculos más conservadores de la comuna. Debido a las lloviznas de la temporada, la polvareda ha cesado por unas semanas, pero cuando acabe el invierno los vecinos de estos barrios volverán a respirar tierra. Hacen falta concreto y asfalto, pero también agua potable, pues por lo menos unas 600 familias no tienen acceso a servicios básicos.

Varias veces a la semana, Sonia Armijos arrastra una manguera desde el único punto de abastecimiento de agua en este asentamiento. Llena varios baldes y los carga hasta su casa para el aseo de su familia y para preparar los alimentos. Todo el agua que consume este sector de Mi Perú cuesta S/300 mensuales y a cada familia le corresponde pagar unos S/10 al mes.

Aunque en los registros del Estado no es considerado pobre, Mi Perú es en realidad un distrito de amplias necesidades irresueltas, incluso con problemas ambientales.

En octubre del 2017, el Minam declaró en emergencia ambiental cinco asentamientos de Mi Perú, donde se encontraron excesos de plomo en el suelo y en la sangre de los niños. Las partículas de este peligroso metal, que puede generar enfermedades cancerígenas, son emitidas por fundiciones del parque industrial de Ventanilla.

Reynaldo Encalada Tovar es el primer alcalde de Mi Perú. En más de dos años y medio de gestión municipal (inició su período en el 2016 tras ganar las elecciones municipales del 2015), compró 9 camionetas, 12 motos lineales para la seguridad ciudadana y contrató a 130 serenos. También instaló 50 cámaras de videovigilancia en las zonas más convulsionadas, porque la inseguridad es otro gran problema aquí.

—Un distrito dividido—
A diferencia de Mi Perú, el distrito de Independencia tiene brechas socioeconómicas más acentuadas y notorias si se considera que dos de los centros comerciales más grandes y modernos del Perú se encuentran en estos linderos: Megaplaza y Plaza Norte, inaugurados en el 2006 y el 2009, respectivamente. Y pese a ser el foco comercial del norte de la capital, Independencia es una localidad con grandes carencias económicas. Según el último reporte por distritos que hizo el INEI, que data del 2013, su índice de pobreza era de 17%.

Este distrito comenzó a forjarse en los últimos días de 1960. Unas 1.800 familias tomaron las pampas que estaban a la altura del kilómetro 5 y 6 de la avenida Túpac Amaru y se instalaron con esteras y palos. Luego, siguió la represión policial que cesó tras 37 días de resistencia. Cuatro años después de la toma, el gobierno oficializó la creación de Independencia como distrito.

Independencia es caótica por el mal estado de sus pistas, el caos en el transporte y los ambulantes.  (Félix Ingaruca / El Comercio)
Independencia es caótica por el mal estado de sus pistas, el caos en el transporte y los ambulantes. (Félix Ingaruca / El Comercio)

Tiene una extensión de 14,5 km2 y ahí viven unas 250 mil personas: el 44% proviene de otras regiones. La expansión urbana, como en toda Lima, fue vertiginosa y, cuando en las zonas bajas ya no quedaba espacio, los cerros comenzaron a ser tomados.

La inseguridad es quizá el asunto que más preocupa a los que viven en el distrito. En un recorrido, este Diario constató que hay calles completamente enrejadas o fachadas que más parecen centros penitenciarios, debido a los barrotes metálicos que se han instalado.
Dirigentes vecinales cuestionaron que en las últimas dos gestiones municipales –en las que ha gobernado el actual alcalde Evans Sifuentes– no se haya equipado al serenazgo local. De las 25 camionetas adquiridas hace más de ocho años, solo seis estarían operativas.

El Comercio intentó conocer más sobre los proyectos ejecutados por esta gestión, pero en el área de prensa de la comuna señalaron que esta semana era imposible responder el requerimiento.

El estado de sus pistas y veredas es otro problema. Hay obras de agua potable y alcantarillado que se ejecutan desde hace dos años, y eso ha dejado en malas condiciones la infraestructura vial. A eso hay que sumarle el comercio ambulatorio. Ambos problemas terminan convirtiendo a Independencia en un distrito caótico. 

DATOS

Pese a ser el foco comercial del norte de la capital, Independencia es una localidad con grandes carencias económicas.
17 % era el índice de pobreza en Independencia, según la última medición por distritos que realizó el INEI en 2013.

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