Hace 24 años, los Pantanos de Villa, la única área natural protegida dentro del centro urbano de Lima Metropolitana, era resguardada por un solo guardaparques del Servicio Nacional de Áreas Protegidas por el Estado (Sernanp), quien con un triciclo recogía la basura que dejaban en el lugar y sus alrededores. En aquella época se recogían cada día unas tres toneladas de desechos provenientes de vecindarios cercanos, así como desmonte que dejaban los camiones. Recién hace ocho años fueron adquiridas dos camionetas para patrullar las 263 hectáreas que abarcan estos pantanos.
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Según dice Omar Ubillús, actual jefe del refugio de vida silvestre Pantanos de Villa, ahora cada semana se recogen más de tres toneladas de desechos en los límites que colindan con las zonas residenciales. Él asegura que los vecinos han ayudado a que se reduzca la cantidad.
Ubillús llegó a los pantanos en 1995 como jefe local del Sernanp. Apenas con la ayuda de un guardaparques, realizaba todas las labores de cuidado y conservación del área. Seis años antes, en 1989, el Ministerio de Agricultura había catalogado esta área como zona reservada, con el fin de contribuir a la conservación de flora y fauna. “Durante esos años entregamos varios documentos, pero siempre nos pedían más información. En el 2006, se logró clasificar y quedó como refugio de vida silvestre”, explica Ubillús.
Este lugar sirve de corredor biológico de aves que vienen desde los Andes del Perú, pero también de Chile, Argentina y Norteamérica. Es considerado un sitio Ramsar (así se denomina a la categoría de humedales de importancia internacional), uno de los 13 que hay en el país.
Los pantanos también actúan como un importante pulmón de la ciudad, purificando el aire y almacenando carbono.
–Lenta recuperación–
A mediados de este año, el Instituto Geológico, Minero y Metalúrgico (Ingemmet) confirmó que la contaminación antrópica (causada por la presencia humana) y la inadecuada gestión de uso de suelos por el desmonte siguen afectando las concentraciones de agua. “Las aguas superficiales y subterráneas superan los límites establecidos por los estándares de calidad ambiental, los cuales tienen un origen natural, así como antrópico, afectando la biodiversidad del humedal”, se señalaba en un informe.
El abogado Alfredo Gálvez, representante del programa Biodiversidad y Pueblos Indígenas de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), indica que el gran problema que aún afronta este espacio es la afectación del ecosistema a causa de la basura.
“Estos pantanos tienen algo particular: si visitamos la zona, vamos a ver que está rodeada de urbanizaciones y asentamientos humanos. Si ellos arrojan basura, ocasionan que la napa freática [acumulación de agua subterránea] y el sistema acuífero se vayan secando, lo que interrumpe la dinámica hidrológica”, explica Gálvez.
Omar Ubillús agrega que se encuentran en proceso de descontaminación y que este ya está dando frutos. Pese a las 144 toneladas de basura y desmonte que hasta la fecha se recoge anualmente, la situación ha mejorado en los últimos años. “Hasta hace cinco años, los asentamientos humanos que rodean los pantanos no tenían agua y desagüe. Medio millón de personas que iban al baño usaban silos, esto llegaba al agua y la alteraba. Pero ahora, debido al mayor cuidado que recibe el lugar, van llegando nuevas especies de aves, como la espátula rosada, y están regresando otras, como los flamencos”, comenta.
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