La zona donde hace casi seis años un efectivo policial fue brutalmente atacado por una turba, durante el desalojo a La Parada, actualmente permanece repleta de ambulantes y desperdicios. (Alessandro Currarino / Dante Piaggio)
La zona donde hace casi seis años un efectivo policial fue brutalmente atacado por una turba, durante el desalojo a La Parada, actualmente permanece repleta de ambulantes y desperdicios. (Alessandro Currarino / Dante Piaggio)

Son las 7:30 de la mañana y una trabajadora municipal pasa con un rastrillo oxidado y raspa las costras de plásticos pegajosos y restos de verduras que se aferran a la pista en el cruce de las avenidas Aviación y Bausate y Mesa, en La Victoria. En ese mismo lugar, el 25 de octubre del 2012, un miembro de la Policía Montada fue golpeado y arrastrado mientras la Municipalidad de Lima desalojaba a los comerciantes de .

Han transcurrido casi seis años de aquel violento episodio y, en general, casi todo sigue igual. El contorno del Parque del Migrante –construido en el terreno recuperado que ocupaba La Parada– y las calles aledañas están repletos de ambulantes las 24 horas.

Según la comuna del distrito, cada día se recogen 54 toneladas de basura del cuadrante formado por las avenidas Aviación, 28 de Julio, Ayllón y México. Sin embargo, los desperdicios se observan en la zona todo el día.

A las 2 a.m. llegan los vendedores de frutas y verduras. A eso de las 5 a.m. ingresan los que ofrecen desayuno y caldos de gallina, y se quedan, al menos, hasta el mediodía. Entonces, toman sus puestos los que venden almuerzos. Desde temprano están también los que ofrecen balanzas y otros instrumentos a los demás ambulantes, así como los vendedores de aves y conejos.

“Todos ellos volvieron a invadir el espacio público máximo seis meses después del desalojo en La Parada”, señala el subgerente de Limpieza Pública de La Victoria, Alejandro Rivera. “Desde entonces se han ido acumulando y ocupan carriles enteros de la pista”, agrega.

Frente a la caseta policial ubicada en la Av. San Pablo, carretillas, mototaxis, estibadores y algunos carros pelean por salir del atoro. Las ventanas del puesto de la PNP, que fueron destruidas a punta de piedras y palos en el 2012, han sido reemplazadas por un enrejado con orificios muy pequeños, a modo de enjambre.

Aída Rojas, dirigente de los 1.600 informales que se empadronaron durante la gestión de Susana Villarán para trasladarse al –todavía en proyecto– mercado minorista Tierra Prometida, en Santa Anita, explica que aún no pueden moverse de La Victoria porque la Municipalidad de Lima terminó por desentenderse del tema. “Ahora estamos coordinando directamente con el municipio de Santa Anita. En agosto se supone que se colocará la primera piedra y ya nos estaríamos trasladando para Navidad o enero del 2019”, asegura.

Fuentes de la comuna de Lima afirman que el traslado a Santa Anita era un proyecto de la gestión de Villarán y que se tendría que coordinar con el municipio de Santa Anita.

—Plagas y olvido—
Hace dos meses, el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA) alertó al municipio de La Victoria de que tenía diez puntos críticos por acumulación de basura. El problema, explican en la comuna, tenía dos causas: el poco respeto a los horarios para sacar la basura y el comercio ambulatorio. “El reordenamiento es indispensable para dar facilidad en la limpieza. Asimismo, es necesario que haya libre acceso en caso de emergencias”, dice Rivera.

El Parque del Migrante, construido donde quedaba La Parada, permanece cerrado casi todo el día. Sus calles adyacentes, como se ve en esta foto con dron, son un laberinto. (Bryan Albornoz / El Comercio)
El Parque del Migrante, construido donde quedaba La Parada, permanece cerrado casi todo el día. Sus calles adyacentes, como se ve en esta foto con dron, son un laberinto. (Bryan Albornoz / El Comercio)

El cerro San Cosme, a espaldas del Parque del Migrante, encabeza la lista de los lugares más sucios. La última vez que se hizo un trabajo de desratización en la Av. San Pablo (que sirve de entrada a San Cosme) fue hace un año. “Esa vez se hizo en coordinación con los ambulantes porque el lugar se había llenado de ratas y otras plagas”, dice Alejandro Rivera.

Salvo por el Parque del Migrante, no hay manera de huir del hedor en la zona. Pero la entrada principal a este refugio (la que da hacia Aviación) permanece cerrada casi todo el día. “No se puede pasar. El parque abre de 2 p.m. a 6 p.m.”, dice un trabajador cuando un equipo de este Diario se aproxima. Adentro solo hay trabajadores municipales que juegan vóley o toman una siesta en los jardines. Afuera, el infierno continúa. 

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