Escenario nada usual en la Vía Expresa del Paseo de la República, a la altura del cruce con la avenida Ricardo Palma. La imagen fue captada a las 12:15 p.m. (Foto: Jessica Vicente / El Comercio)
Escenario nada usual en la Vía Expresa del Paseo de la República, a la altura del cruce con la avenida Ricardo Palma. La imagen fue captada a las 12:15 p.m. (Foto: Jessica Vicente / El Comercio)

Desde el censo de octubre del año pasado, las calles de Lima no se habían vuelto a ver tan desoladas. Los pocos transeúntes que circularon la mañana de ayer por el Centro de Lima iban a paso apurado, casi todos vestidos con la camiseta de la selección peruana de fútbol o algún distintivo bicolor.

Después de 36 años sin clasificar a un Mundial, la mayoría de ciudadanos buscaba un lugar donde ver el primer partido de Perú en Rusia 2018. En los mercados de artesanías de la avenida Petit Thouars, los vendedores colocaron unas sillas blancas de plástico frente a un televisor y se sentaron a ver el Perú-Dinamarca. No había razón para mantenerse en sus puestos. Ni un solo comprador se asomaba a esa hora.

En la plaza San Martín no hubo protestas. Nadie llevó un solo cartel. Si algo sonó, fue la vuvuzela de un hincha que cruzaba hacia el Jirón de la Unión, donde decenas de ambulantes continuaban vendiendo sus últimas vinchas, camisetas, globos y capas para alentar –a la distancia– al equipo de Gareca.

Entre las 11 de la mañana y la 1 de la tarde, la Vía Expresa de la avenida Paseo de la República fue una verdadera vía rápida. No se escucharon bocinas. No hubo un solo ambulante vendiendo bebidas energéticas en la subida al óvalo Grau.

Entre las avenidas Isabel la Católica e Iquitos, varias ferreterías no abrieron y en las estaciones del Metropolitano no se formaron colas. Nadie empujó por subir a un bus de las diferentes líneas. Los vehículos apenas llevaban pasajeros.

Lo mismo ocurrió en la avenida Arequipa. La mayoría de buses del corredor azul (Tacna-Garcilaso-Arequipa) estuvieron casi vacíos. A la altura del cruce de Arequipa con Angamos, observamos un par de vehículos del corredor que circulaban sin pasajeros.

La mayoría de vehículos del corredor azul se desplazó casi vacío por el partido.
La mayoría de vehículos del corredor azul se desplazó casi vacío por el partido.

—Vías tomadas—
En la avenida Diagonal, en Miraflores, se cortó el acceso vehicular. La municipalidad distrital colocó una pantalla gigante para que la ciudadanía se reuniera a ver el esperado cotejo.

Allí se vivió una verdadera fiesta antes y durante el partido. La expectativa era grande. El equipo no había perdido en sus últimos 15 juegos. Había dos cuadras repletas de gente: familias enteras acudieron a ver el encuentro. Algunos adultos mayores llegaron en sillas de ruedas. Una banda animaba a la gente al ritmo de batucada.
Los asistentes agitaban réplicas de la Copa del Mundo. Hubo quienes se cubrieron la cabeza con ushankas (sombreros rusos con orejeras) blanquirrojas y otros que lucieron mascaypachas.

Cuando el árbitro decidió que había un penal a favor nuestro, durante el primer tiempo, la multitud comenzó a celebrar por adelantado y cantó el nombre de Christian Cueva.

Cueva golpeó la pelota. Todos saltaron de alegría y, en un segundo, los hinchas que ya aplaudían pasaron a golpearse la frente, taparse el rostro o la boca, arrugar sus gorros. La pelota se había ido muy alto.
Pero la barra volvió a alentar y se extendieron banderolas gigantes. Antes de que acabase el primer tiempo, hubo tres desmayos, que fueron atendidos por una ambulancia estacionada en el óvalo de Miraflores. Ninguno fue de importancia.

Con las calles casi vacías, los bomberos solo atendieron dos accidentes de tránsito durante el partido. Uno de ellos fue en la curva de la sede principal del banco Interbank, que lleva a la Vía Expresa de Paseo de la República, a las 12:39 p.m. Diez minutos después, vino el gol de Dinamarca.

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