Pocos conocen lo que ocurre cada jueves desde la medianoche en la Costa Verde: ahí se concentra lo más oscuro de las carreras de autos no autorizadas, conocidas como piques ilegales. Es tierra de nadie, una zona de riesgo que ya ha cobrado vidas. El objetivo de los ‘jueves de piques’ es llevar al límite los velocímetros, romper normas y escapar de la policía.
El punto de reunión, antes de bajar al circuito de playas, es un grifo ubicado en el cruce de la calle Los Castaños con la avenida Javier Prado, en San Isidro, rodeado por edificios residenciales cuyos propietarios denuncian constantemente el exceso de ruido por los motores. Desde ahí se inicia una ruta por seis distritos a toda velocidad.
Carros de alta gama son exhibidos con euforia. Fotos, videos, drones y música a todo volumen. De pronto, dos sujetos deciden medir la potencia de sus motores y aceleran a más no poder por la avenida contigua. El ruido atolondra, el grifo se llena. Un Tesla Model Y, a nombre de una joven de 28 años sin licencia de conducir, un Audi R8, varios BMW, Porsche, Mustangs y Dodge Challengers llaman la vista. La policía ojea de paso, los serenos solo encienden sus luces azules.
El show continúa hasta que el escándalo obliga a la acción policial. Junto con el serenazgo de San Isidro, los agentes exigen la retirada de los casi treinta carros que se encuentran en el lugar. Algunos van directo hacia la Costa Verde, a reunirse con los demás grupos que salen desde el Callao. Otros desafían a la autoridad y permanecen.
El Comercio siguió a este último grupo hasta la calle Miguel Dasso, donde los estacionamientos son aprovechados mientras los conductores esperan algunos minutos antes de iniciar su noche de adrenalina e imprudencia. Varios superautos se posicionan uno tras otro.
El silencio de las calles vacías se llena de estruendos. Ingresan por Tudela y Varela. Cruzan tres cuadras, entran por Angamos Oeste. Una vuelta al parque Ernesto de Mora e ingresan por Mateo Pumacahua. El rumbo es claro: se dirigen hacia la Avenida del Ejército para llegar a la Costa Verde. Alcanzarlos es imposible.
Ciudad sin ley
Lo que sucede luego es una situación de completo caos. Desde la altura del intercambio de la avenida Santa Rosa (La Perla), decenas de vehículos se estacionan en la berma de la Costa Verde: el circuito de playas pierde un carril completo. Carros convertidos en parlantes gigantes sueltan su música a máximo nivel haciendo que el ruido llegue a los edificios residenciales. Lo mismo sucede a la altura de Magdalena, dentro de otro grifo que se encuentra en la Costa Verde. El tumulto de jóvenes a pie invade un segundo carril, haciendo frenar en seco a varios conductores que buscan retornar a sus hogares.
A la altura de Miraflores, otro grupo se amontona. Música, alcohol y velocidad. En el lugar se encuentra el ‘by-pass’ de la subida de Armendáriz y un estacionamiento. Es el punto ideal para que la fiesta se mantenga y los conductores puedan optar por salir disparados hacia Chorrillos o subir a máxima velocidad hacia Barranco y la Vía Expresa. Entre la multitud resalta un Lamborghini Huracán, registrado a nombre de otro joven de 28 años que no tiene brevete.
El Comercio pasó tres jueves en este punto. La policía pasaba, exigía que se liberase el tránsito, pero nada ocurría. Uno tras uno, salen los carros a toda velocidad. Otros queman sus llantas antes de salir disparados, muchas veces perdiendo el control por un instante. El humo del caucho abraza a la multitud, que exige más. Lo que eran tres carriles de una vía rápida se convierten en un embudo donde los dueños del caos deciden quién y cuándo pasa.
El jueves 14, una semana luego del primer operativo policial, El Comercio volvió a seguir la ruta de las carreras clandestinas. Nada cambió: los mismos carros, los mismos rostros, el mismo descontrol. En más de una ocasión, los conductores incluso emprenden a toda velocidad en dirección contraria. Por más de una hora, esta vía rápida es propiedad de los competidores clandestinos.
Impunidad absoluta
La infracción por hacer piques ilegales se sanciona con una multa de 1.236 soles y 100 puntos en el récord del conductor. Es decir, todos los participantes deberían tener el brevete inhabilitado. Pero la impunidad de estos sujetos ha estado intacta. Desde el 2018 hasta enero del 2024, hubo cerca de 280 eventos de piques ilegales en la Costa Verde y en ese período solo se impusieron cinco papeletas de código M07, por participar en eventos de velocidad no autorizados, según cifras de la policía solicitadas por este Diario.
La noche de este último jueves 21 de marzo, sin embargo, la nueva gestión de la División de Tránsito de la Policía Nacional, a cargo del general PNP Javier Vela, impuso 50 papeletas, internó 11 vehículos que hacían piques y detuvo a uno de los choferes.