Juan Guillermo Lara

¿Se ha puesto a pensar la última vez que usó un teléfono público? Aquellos equipos que eran requeridos en décadas pasada y para que incluso hacían cola, ahora lucen teclas sucias y los auriculares rotos. Ya desde el inicio se complica la tarea: cambiar sencillo para poder llamar. Una vez hecho, la moneda de 20 céntimos cae y nos transporta en un viaje por el tiempo que se rompe 30 segundos después cuando un pitido nos anuncia que la llamada estar por culminar.