Bolsonaro promueve marchas y se toma selfis con sus simpatizantes, mientras López Obrador no para de besar niños y señala que al coronavirus lo enfrenta con un detente y un trebol de cuatro hojas.
A miles de kilómetros de ahí, la canciller alemana Ángela Merkel se dirige a sus compatriotas en un inusual mensaje a la nación y les pide su colaboración para detener el Covid-19. "Desde la Segunda Guerra Mundial, no ha habido un desafío para nuestro país que dependa tanto de nuestra acción conjunta y solidaria”, dice.
Hay dos maneras de enfrentar al coronavirus: minimizándolo como los presidentes de Brasil y México (o, en su momento, Trump en Estados Unidos) . La otra es adoptando medidas radicales y asumiendo su responsabilidad ante la historia como Merkel en Alemania y Vizcarra en nuestro país.
Del toque de queda recuerdo los tétricos comunicados anunciándolo durante el gobierno militar, las fiestas de 'toque a toque' con esos popurrís interminables que interpretaba la orquesta de Rulli Rendo y la sospechosa muerte de Carlos Palá, un popular locutor radial, cuando iba en un vehículo de madrugada, luego de conducir su programa salsero.
El 'aislamiento social' nos roba un pedazo de nuestras vidas, cambia rutinas y fastidia por más que se le quiera poner buena cara. En Alemania, que tiene un excelente sistema de salud, el Instituto Koch ha estimado que la pandemia podría durar dos años e infectar a 10 millones de alemanes si antes no se encuentra una vacuna. Si ellos están preocupados, ¿cómo deberíamos sentirnos por estos lares?
Esta quita de nuestra libertad es necesaria para detener a esta maldita infección que amenaza con robarnos muchísimo más de lo que imaginamos. Vizcarra ha actuado con firmeza, sin que le tiemble un pelo. Toca que nosotros hagamos lo mismo.