Unos cien médicos —entre pediatras, cirujanos, emergencistas e intensivistas—, enfermeros y técnicos del Instituto Nacional de Salud del Niño de San Borja se repartieron el jueves para atender a los diez niños gravemente heridos tras la deflagración de gas en Villa El Salvador. La escena era tan fuerte que muchos se quebraron. “Parecía como si hubiera caído una bomba. Algunas enfermeras terminaban de atender y se iban a llorar al costado. Fue bien duro. Yo mismo estaba afectado. Se me hacía un nudo en la garganta para dar el reporte”, cuenta Daniel Koc Gonzales, jefe del Departamento de Pediatría del INSN-SB
Uno de los pequeños quemados, que ingresó como NN, murió poco después de haber sido internado. “Falleció en la sala de emergencia. Hizo un paro cardíaco. Estaba muy mal”,dice Koc.
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Ese mismo día, por la noche, falleció un segundo niño de apenas 9 años mientras era atendido en la unidad de cuidados intensivos. Y esta madrugada, pereció otra pequeña.
“El problema del gran quemado no es solo la pérdida de la piel. Se altera el funcionamiento de los riñones, el corazón. Hay una respuesta inflamatoria terrible. Es trágico”, explica el médico.
De los siete niños que quedan hospitalizados, solo un recién nacido está estable. La criatura no tiene quemaduras. Fue atendido por inhalación de gases tóxicos y solo quedaba pendiente que lo revisara un otorrino para confirmar que las explosiones no hubieran afectado sus oídos.
Hay dos pacientes cuyos cuerpos se han visto afectados por el fuego en un 50 a 60%. Junto con el recién nacido, son quienes tienen los pronósticos más esperanzadores.
Los otros cuatro menores tienen más del 80% del cuerpo dañado y su pronóstico es reservado. El más delicado tiene quemaduras en el 99% de su cuerpo. “Es bastante crítica su condición. Estamos aplicando toda la tecnología que tenemos, todos los recursos para curarlos”, dice Koc.
Algunos de los familiares de los niños que llegaron al hospital para conocer su estado, no lograron identificarlos a simple vista. “Tuvieron que reconocerlos por sus dientes, por los que acaban de ser curados”, dicen en el INSN-SB.
Récord de donaciones
En medio del dolor, más de mil personas se acercaron entre el jueves y el viernes al INSN-SB a donar sangre para los pacientes más graves. Fueron tantos los voluntarios que llegaron el primer día al instituto que el personal se quedó atendiéndolos hasta pasadas las 10 de la noche.
El viernes se formaron colas desde las 7 a.m. Tres horas después, dice el infectólogo José López, habían recibido a unos 250 voluntarios y la cola se mantenía larga. Hubo una presencia importante de miembros de las Fuerzas Armadas, pero también de civiles que pasaron por el centro de salud antes de irse a trabajar.
“Desde el terremoto en Pisco, en el 2007, no veíamos a tanta gente donando sangre, principalmente porque hay muchos mitos relacionados con la donación”, dice Juan Almeyda, director de Donación y Trasplante de Órganos del Minsa.
Esta ola de solidaridad beneficiará también a los otros niños del INSN-SB que necesitan transfusiones ya sea porque sufrieron quemaduras en otros accidentes o porque padecen de anemia o algún tipo de cáncer infantil, como la leucemia.
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