El buen periodista suele estar preparado para cualquier contingencia, pero pocos imaginamos que una de ellas sería lidiar con una pandemia tan devastadora como esta, que en pocas semanas ha enlutado familias, destruido trabajos y empobrecido a millones de personas, cambiando nuestras rutinas quizás para siempre.
En esta coyuntura compleja y de impredecibles consecuencias, El Comercio recibe sus 181 años gozando de una nueva juventud. Lo hace imbuido en un proceso digital audaz e innovador que, sin descuidar su edición impresa, se sostiene en la mejora continua de la calidad de sus contenidos.
Las circunstancias trágicas que vivimos le abren la puerta a muchos vendedores de sebo de culebra capaces de jurar que las gárgaras de sal frenan el coronavirus o que el mundo es víctima de una guerra por el poder global impulsada por George Soros.
Tras años de vivir encaramado en la ola de las redes sociales, desechando el reporteo y viralizando videos de reptilianos, el periodismo tiene una oportunidad de oro para reconciliarse con la gente. ¿Cómo? Con la verdad al frente. No es una carrera de 100 metros planos. Investigar, contrastar y argumentar demanda tiempo. Ya decía García Márquez: “La mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor”.
La fórmula, pues, es simple. Basta con recordar que, además de una enorme responsabilidad, el periodismo es, antes que nada, un servicio. Nuestro compromiso es con la gente.