La noche del último lunes, el presidente Pedro Castillo se dirigió por primera vez a la nación en un mensaje televisado y anunció que Perú contará con una planta de producción de vacunas rusas Sputnik V contra el COVID-19.
Sería la primera planta de este tipo en el país y aunque no se ha precisado montos de financiamiento, capacidad ni características del convenio que se firmaría con el gobierno ruso, el ministro de Salud, Hernando Cevallos, ha adelantado que se trata de un proyecto a largo plazo que recién vería la luz en el 2023. Este detalle implica que el gobierno ya plantea la necesidad de aplicar más dosis de vacunas contra el COVID-19 en los próximos meses, estrategia que se ejecuta en países como Estados Unidos, España o Chile.
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Las conversaciones para este proyecto, según Cevallos, empezaron hace apenas una semana, el 31 de agosto, tras iniciativa de la gestión de presidente Vladimir Putin.
Lo que no ha quedado claro hasta el momento son las condiciones comerciales del acuerdo que se necesitaría para la transferencia de tecnología ni el porcentaje de participación de cada país en la financiación. “La inversión va a depender de las negociaciones. Todavía no tenemos, dentro de las conversaciones preliminares, avanzado qué porcentaje de este proyecto le corresponde a Rusia”, dijo a RPP Noticias.
Para el exministro de Salud Óscar Ugarte, es poco probable que la obra se termine en el 2023 porque la instalación de una planta de ese tipo tarda por lo menos 3 o 4 años, sin contar que el presupuesto público para el próximo año no contempla esta posibilidad. “Un hospital moderno hoy en el Perú está entre más o menos 900 millones a 1.000 millones de soles. Yo estimo que una planta que hay que empezar de cero no baja de esa cantidad o es mucho mayor”, remarcó al mismo medio.
El antecedente más cercano es lo que ocurre en Argentina, que desde junio produce vacunas Sputnik V a través de la farmacéutica privada Richmond. A inicios de agosto, además, las autoridades chilenas y el laboratorio chino Sinovac anunciaron la instalación en Santiago de Chile de dos plantas de fabricación de vacunas Coronavac para consumo nacional y exportación a Latinoamérica.
Para tener una idea de la experiencia argentina, José Luis Brea, editor de Economía del diario La Nación, explica que el laboratorio que produce las dosis de Sputnik V no cuenta con planta propia sino que terceriza el envasado al laboratorio Mr Pharma. El periodista explica que ninguna de estas empresas tuvo experiencia previa en la producción de vacunas para humanos, situación que generó suspicacias en la población. De hecho, la oposición ha pedido que se informe si Richmond recibirá beneficios impositivos que no le corresponden. “El próximo año estaría la planta propia de Richmond financiado con un fideicomiso de 85 millones de dólares”, explicó a El Comercio. La Sputnik V fue la primera vacuna contra el SARS-CoV-2 en aplicarse en Argentina, en diciembre de 2020, pero incluso con la producción local, hay demoras en el envío de lotes para las segundas dosis.
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¿Qué tan viable es en Perú?
Especialistas consultados por este Diario señalan que la implementación de una planta de producción local es positiva, pero se necesita asegurar infraestructura propia que permita la fabricación de distintas vacunas. La vacuna Sputnik V usa una tecnología vectores adenovirales humanos y no es la misma si se quiere producir vacunas de virus inactivado o de ARN mensajero. Actualmente, el Perú no cuenta con un laboratorio de Buenas Prácticas de Manufactura (BPM), requisito indispensable para la elaboración de productos biológicos que garantizan calidad y seguridad en la fabricación.
José Aguilar, jefe del laboratorio de inmunología de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, explica que se trata de una estrategia a largo plazo cuya inversión debe justificar la posibilidad de tener una oferta amplia para enfrentar el COVID-19 y otras enfermedades, de lo contrario su uso será limitado. “Es algo bueno, pero con ese laboratorio dependeríamos solo de la vacuna Sputnik. Se necesitaría un convenio que permita que el laboratorio pueda producir otras. Tener una planta propia demandaría un monto de unos 50 millones de dólares y todas las ganancias se quedan en el país. El Estado ahorraría miles de dólares”, sostiene a este Diario.
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Con él coincide el médico César Cabezas, ex jefe del Instituto Nacional de Salud (INS), quien recuerda que esta institución tiene un proyecto para construir una planta propia con una inversión de casi 400 millones de soles. Solo la ejecución de la obra tardaría 12 meses, sin contar con las autorizaciones de Buenas Prácticas de Manufactura indispensables para que la fabricación de productos biológicos de este tipo y recursos humanos especializados. Dicho proyecto prevé una capacidad de 75 millones de dosis anual bajo el modelo de planta modular, multifuncional con líneas para fabricación humana y veterinaria. “El costo beneficio es importante analizar. Se ahorra fondos al Estado, a las familias, pero sobre todo se salva vidas”, dice.
De acuerdo con el especialista, durante su gestión [dejó el cargo en marzo pasado] se logró enviar un proyecto de ley al Congreso anterior para declarar de interés la construcción de esta planta, mecanismo legal que agilizaría permisos e inversión. El proyecto no fue debatido.
En diálogo con El Comercio, Cabezas explicó que el interés por contar con una planta propia no es nuevo. De hecho, en el 2013 lograron un convenio con el instituto francés Sanofi Pasteur r para la producción de vacunas contra fiebre amarilla, pero este quedó en el olvido “porque no era política de Estado”. “Como país necesitamos una respuesta oportuna para problemas sanitarios serios. Esta pandemia es ahora, pero después vendrán otras. Las producción local de vacunas nos permitiría la disponibilidad suficiente para cubrir a la población”, sostiene.
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