Todos los agentes de la Unidad de Salvataje de la Policía Nacional han experimentado la sensación de ahogamiento. Es parte del curso que siguen para pertenecer a este grupo de rescate. “Es una prueba bien temida: la de liberación y escape. El instructor, quien tiene más capacidad para aguantar la respiración bajo el agua, hunde al postulante y este tiene que escapar y salir a flote. El instructor lo coge por donde quiere y lo mantiene abajo. Algunos hasta han mordido brazos para soltarse”, cuenta el comandante Henry Chingay Llaja, jefe desde hace dos años de esta unidad.
► Andenes en la Costa Verde: la propuesta para evitar más derrumbes en los acantilados
Esta no es una prueba deliberada. Muchas personas, en su desesperación por evitar ahogarse, hunden a los agentes salvavidas o los golpean y ellos deben anticiparse a estas situaciones. “El instinto de supervivencia hace que te quieras apoyar para salir a flote y la víctima, por los nervios, puede hundir al socorrista si este no está preparado”, explica el oficial.
Cualquier agente de la PNP que sepa nadar puede postular a la Unidad de Salvataje. Pero el entrenamiento, que dura tres meses, es tan intenso que entre el 20% y el 30% de los aspirantes desiste.
El primer mes de entrenamiento, los agentes deben correr todas las mañanas desde la dependencia policial, ubicada en el circuito de playas de Barranco, hasta el Morro Solar. De regreso hacen ejercicios de fuerza con sus compañeros y pasan cinco horas en la piscina perfeccionando cuatro estilos de nado: libre, pecho, espalda y ‘sidestroke’ (nado de lado). Toman también clases teóricas de oceanografía y consumen una dieta especial.
Reciben además una preparación psicológica. “No es tan fácil enfrentarse al mar con olas de dos metros y arriesgar la propia vida para salvar a otros. Pero somos policías con doble vocación de servicio”, dice el comandante Chingay.
En el segundo mes practican técnicas para ingresar al mar, realizar los rescates y mantener a la víctima a flote. Los sábados hacen travesías en mar abierto y a contracorriente. Poco a poco van aumentando las distancias y se familiarizan con los sitios que tienen erizos, rocas, pozas y remolinos.
La última prueba para graduarse como salvavidas es nadar unos siete kilómetros desde la Herradura, en Chorrillos, hacia Miraflores.
Este año solo completaron el curso 41 agentes nuevos. Con ellos suman 600 los policías que vigilarán las playas de Lima y Callao este verano. De ese total, 20 son mujeres. “El gobierno nos ha proporcionado 100 motos acuáticas que van a estar distribuidas en las 110 playas aptas para los bañistas. También tenemos 40 cuatrimotos para hacer nuestros recorridos por tierra”, señala el jefe de la unidad.
Cuentan además con el apoyo del agente canino Gringo, un labrador de 6 años y medio, que lleva cuatro veranos vigilando el mar de Agua Dulce, en Chorrillos, la playa más visitada de la Costa Verde. “Este animal tiene tal fuerza que puede remolcar a una persona que le triplique su peso”, asegura el comandante.
—Respeto al mar—
Chingay cuenta que las emergencias en el mar son causadas generalmente por la temeridad de los bañistas. “La mayoría de los rescatados son jóvenes que ingresan al mar luego de haber bebido alcohol. Se echan sus tragos y luego quieren impresionar a las chicas. Pero cuando están lejos y ya no tienen piso se desesperan o les dan calambres”, cuenta. También hay quienes intentan nadar hacia las rocas creyendo que podrán sostenerse. “No saben que el mar socava más por esa zona y absorbe al bañista”, explica.
En el verano pasado, la Unidad de Salvataje rescató a 1.320 bañistas. “Hubo seis ahogados, lamentablemente, que nadaban en zonas donde no había salvavidas”, recuerda Chingay.
Entre las playas que considera peligrosas está Marbella, en Magdalena del Mar. “Allí se forman olas de 3, 4 metros. Hemos tenido rescates nocturnos de gente que se mete borracha”, dice. Hacia el sur, menciona Pulpos, por la presencia de remolinos, y Conchán, por sus olas tipo “sombrero”. “Revientan y al que lo agarran lo revuelcan”, agrega.
Lea también...