El nuevo alcalde de La Victoria no ha leído ni periódicos ni libros en las últimas tres semanas pese a que –según cuenta– en sus épocas de estudiante de literatura devoraba lecturas 16 horas al día. “Ahora solo leo resoluciones de alcaldía”, dice Luis Alberto Gutiérrez Salvatierra, el regidor que asumió el cargo tras la renuncia de George Forsyth.
Lo dice sobre una camioneta 4X4 que lo lleva del palacio municipal a la parte alta del cerro El Pino. Está a pocos días de cumplir 66 años. Nació en Huanta (Ayacucho) en 1954, pero cuando tenía 5 años su familia migró a Lima. Llegaron a vivir a un pasaje del jirón Sebastián Barranca, cerca de la Av. México.
Mientras su mamá trabajaba como comerciante ambulante, su papá se dedicaba a la albañilería, un oficio con el que nunca se involucró. “Yo siempre he sido malo para los temas manuales. A los 10 años me topé con la versión resumida de La Iliada. Las batallas de Aquiles me cambiaron mi visión del mundo y nunca más dejé de leer”.
-POBREZA Y SEGURIDAD-
Era la tercera vez que visitaba el cerro El Pino en su aún corta gestión como alcalde. No todos los vecinos lo reconocen, pero deducen que lo es por estar escoltado por un guardaespaldas, sus funcionarios y las camionetas del municipio.
En la zona alta del cerro, en el sector 21, un dirigente de nombre Iberio Quispe le pidió de buenas formas que construya un nuevo pozo de agua porque este servicio solo les llega dos horas al día y cuando hay fallas no les queda más opción que cargar baldes de agua desde la zona baja.
También le pidió construir un muro de contención antes de otra persona caiga y el gerente municipal, Christian Ravines, le explicó al alcalde que ya tienen un proyecto, pero que todavía no consiguen los S/3 o 4 millones que se necesita para la obra.
Otra vecina se le acercó y con el dedo estirado le señaló unos forados en el cerro usados como guarida por drogadictos y delincuentes. “No se puede vivir en medio de la miseria y la cochinada”, le dice Jenny Hinojosa, otra vecina que a su reclamo por más seguridad suma los baches lunares de la pista del cerro El Pino.
La Victoria alberga algunas de las zonas más peligrosas de Lima. Parinacochas y La Pólvora son sectores de microcomercialización de droga y delincuencia común, mientras que el cerro El Pino, el cerro San Cosme, las avenidas México, Grau, Huánuco y otras son puntos de robo frecuente. El municipio cuenta con 22 camionetas, 6 motocicletas y 2.600 agentes, entre fiscalizadores y serenos.
Cuando aún estaba en camino al cerro, Gutiérrez dijo que “ser alcalde no es complicado”, porque “con conocimiento y voluntad se logran metas”. Cuando bajaba caminando de la zona alta seguía reflexionando sobre su nuevo función: “La gente quiere ser escuchada y eso la deja más tranquila”.
¿No estarían más tranquilos si tienen lo que piden y necesitan?, pregunto. “Esa es la idea: escuchar y solucionar”. Y puso un ejemplo. “En una hora solucionamos un problema con un cable pelado en un parque que unos vecinos lo venían solicitando meses antes a la gestión anterior. Hay cosas pequeñas pero importantes que podemos solucionar rápido”, dijo mientras bajaba con cautela unas empinadas y resbaladizas escaleras de El Pino.
¿No tiene miedo de resbalar como alcalde?, le pregunto aprovechando las circunstancias y Gutiérrez respondió casi de inmediato, con las referencias literarias en la punta de lengua: “Como decía Chocano, 'soy como el ave que canta aunque la rama esté para romperse porque sé de qué están hechas mis alas”. ¿De qué están hechas, alcalde? “Son de halcón”.
-CARRERA POLICIAL, NEGOCIOS Y LÍOS JUDICIALES-
No acabó sus estudios de literatura porque a mediados de los años 70 las huelgas en la universidad eran más prolongadas que las horas de clase y él necesitaba dinero. Así que en 1979 postuló e ingresó a la entonces Policía de Investigaciones del Perú. Fue subalterno y durante 15 años trabajó en varias unidades investigando a delincuentes.
“Salí de la policía porque el sueldo era bajísimo y yo ya estaba incursionando en el mundo de los negocios. Ganaba en una semana lo que me pagaban en un mes. Entonces, me dediqué de lleno a eso”, contó.
Por esos años, a mediados de los 90, fue condenado por el delito de receptación, un antecedente que figura hasta hoy en su hoja de vida. Había incursionado en el negocio de la compra y venta de bebidas y “un día, el hijo de un proveedor me ofrece cerveza que se la había robado al papá. Saltó el problema, llevé mal el caso y me involucraron en receptación. Me condenaron a 2 años de prisión suspendida”.
Siguió con su negocio pero con los años la competencia se hizo más dura, tuvo malas inversiones y quebró. Su hijos dejaron de estudiar en el colegio La Recoleta (La Molina), y tuvieron que cambiarse a escuelas privadas con pensiones menos costosas.
Luego logró reactivarse en el mundo de los negocios aunque esta vez en el rubro de muebles de madera. “No soy rico pero hay para comer todos los días”, dijo el alcalde para explicar situación económica. Según nos contó, su familia tiene un casa en La Victoria, una en La Molina y otra en San Borja, donde él vive actualmente.
En el portal de Infogob, hay una declaración jurada del 2017 en la que reporta ingresos anuales de S/15 mil. El año pasado, en su declaración de bienes y rentas ante la Contraloría declaró que del sector público percibe ingresos mensuales de S/2.300. No figuran bienes o ingresos del sector privado. “El negocio es administrado por mis hijos, por transparencia”, cuenta.
Llegando a la zona baja del cerro El Pino, el alcalde Gutiérrez se detiene en una zona árida, con árboles muertos y un rudimentario sistema de riego por goteo, malogrado, abandonado. El proyecto de arborización de la zona quedó frustrado cuando empezó la pandemia del COVID-19 y ahora su gestión retomará la recuperación de las áreas verdes del distrito.
“Veo con envidia sana los parques de otros distritos" dice y explica que en los próximos días inaugurarán una pozo de 1.500 metros cúbicos de agua que les evitará seguir pagando S/1.5 millones anuales a Sedapal para regar sus áreas verdes, de forma austera de modo que las cuentas golpeadas del municipio no se disparen. “De S/5 por metro cúbico que pagábamos ahora nos costará S/0,35. Es una diferencia abismal”.
-COMERCIO AMBULATORIO-
La Victoria, en los momentos más duros de la pandemia en Lima, fue el distrito con más contagios por kilómetro cuadrado, según el mapa de calor de Essalud. El hacinamiento en el que viven muchos de sus habitantes, las condiciones precarias de varios de sus mercados y la informalidad agudizaron la crisis sanitaria en esta comuna limeña. Y ahora, a la infección del COVID-19, se suma un rebrote de difteria, también en este distrito.
Aunque su madre fue una comerciante ambulante, Gutiérrez Salvatierra dice que hoy estamos en “otros tiempos” y que el distrito debe ser ordenado. “Los ambulantes traen mafias. Sus dirigentes les engañan pidiéndoles S/20 o S/50 diarios para supuestos pagos al municipio y es falso”, comenta.
En algún momento, calcula él, este distrito estuvo tomado por más de 10 mil ambulantes, pero con las acciones más recientes ejecutadas especialmente dentro del damero de Gamarra esa cantidad ha disminuido.
Mientras camina por la Av. Aviación, tomada por el comercio informal, dice que los operativos contra los ambulantes continuarán. “Son personas y las respeto, pero el orden es el orden”. En los próximos días, anuncia, se hará una intervención importante en la zona de San Pablo, invadida por vendedores de carnes, verduras y alimentos en la vía pública.
“Poco a poco vamos avanzando”, dice y admite que este fue un paso importante que dio su antecesor, George Forsyth, a quien considera una buena persona, aunque no es de agrado como político. “Pudo ser un buen alcalde, pero le faltó diálogo con la gente. Me siento en capacidad de hacer un trabajo mejor que él. Lo digo sin temor a equivocarme".
Pero el gran problema que en estos momentos tiene el municipio es presupuestal, con deudas históricas que superan los S/650 millones. Este año recaudarán, explica Gutiérrez, muy por debajo de los S/80 millones proyectados y no tienen dinero para las obras que tiene en mente como rehabilitar las avenidas Luna Pizarro y Andahuaylas, para lo cual se necesitan unos S/10 millones por proyecto y también aspira a peatonalizar el jirón Gamarra. “Apenas nos alcanza para cubrir nuestros gastos operativos”, dice y, aun con todo el panorama complicado, pide a sus vecinos que tengan paciencia y “no pierdan la esperanza”.
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