Los inspectores de transporte los llaman zombis por la decadencia de su carrocería: circulan destartalados, con cables expuestos, sin SOAT ni revisión técnica, y con choferes sin brevete, pero nadie los detiene. Son muertos vivientes, sobre todo porque estos vehículos debieron desaparecer en el desguace hace muchos años: tienen orden de captura por papeletas y sobrepasan los 30 años de antigüedad, contaminando y poniendo en riesgo a los pasajeros.