(Foto: Lino Chipana / El Comercio)
(Foto: Lino Chipana / El Comercio)
Juan Pablo León Almenara

El Ministerio de Transportes y Comunicaciones ha establecido nuevas reglas para el transporte público. Entre otras cosas, las unidades deberán contar con divisiones transparentes que separen al conductor de los pasajeros. En los buses se deberá marcar los asientos que no deban ser usados de modo que se garantice la distancia mínima entre los usuarios de la unidad.

Historia de un contagio en combi

El lunes 23 de marzo Mauricio, de 41 años, salió de su casa a pie hacia un paradero de buses conocido como Barrio Frigorífico, un antiguo complejo de viviendas situado a espaldas de la Base Naval del . Su labor, incluida dentro del rubro de actividades esenciales durante la cuarentena, consiste en controlar la distribución de abarrotes en bodegas entre y el Cercado de Lima. A las 7 a.m. abordó una combi de la ruta CR05, una flota compuesta por unidades que superan los 14 años de antigüedad.

Esa mañana, la combi tenía unos nueve pasajeros. Mauricio se acuerda de que en la radio del microbús el Ministerio de Salud ya confirmaba la muerte de cinco personas por y 395 contagios en el país. Durante el camino, su mente hacía cálculos de la distancia que había entre los pasajeros que estaban a su lado. “No había ni un metro entre cada uno”, recuerda.

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Su ruta diaria comprende 10 kilómetros entre Callao y Lima. Del lunes 23 al viernes 27 de marzo, hizo cerca de seis viajes cortos al día en combi. El primero desde su casa hasta su paradero de inicio, dos viajes intermedios entre las 8 y las 11 de la mañana, otros dos últimos tramos entre las 4 y las 5 de la tarde, y un último viaje de regreso a casa, que en ocasiones realizó a pie. Esa misma semana, en un laboratorio de Beijing, se reveló que el COVID-19 puede flotar dentro de una cabina de ómnibus por media hora y contagiar a pasajeros en un radio de hasta cuatro metros, es decir, a una decena de personas. Aunque el estudio en China se basa en buses con ventanas cerradas y aire acondicionado, permite entender el comportamiento del virus en un vehículo aglomerado de gente.

“El pasajero chino ya se sentía enfermo en ese momento, pero fue antes de que este país declarara el brote de coronavirus como una crisis nacional, por lo que no usaba máscara. Sin embargo, el estudio también destaca el riesgo de que el virus pueda permanecer a flote incluso después de que haya abandonado el bus”, indica la investigación del Centro Provincial de Control y Prevención de Enfermedades de Beijing.

En Lima, Mauricio seguía tomando hasta seis combis al día para poder cumplir con su labor. En ocasiones viajó solo, pero algunas veces recuerda haber estado pegado a otros pasajeros. Las cifras de la flota de buses de Lima y Callao son importantes para entender la dimensión del trabajo de evitar la propagación del COVID-19. Según la Autoridad del Transporte Urbano (ATU), la flota formal –buses, micros, coasters y combis formales– es de 24.420 unidades; el Metropolitano tiene otros 500 buses y la línea 1 del metro de Lima, un total de 44 trenes.

El problema radica en que la ATU solo tiene 126 inspectores para fiscalizar todos estos vehículos en la capital. Esto ocurre porque aún no se termina de concluir la entrega del Metropolitano y los corredores por parte de la Municipalidad de Lima, que tiene otros mil inspectores más, según María Jara, presidenta de la ATU.

Mauricio comenzó a sentir los síntomas del COVID-19 el martes 31 de marzo, una semana después de los primeros viajes. Es decir, este pasajero habría inhalado el virus entre el martes 24 y el miércoles 25 de marzo. Sus recorridos en bus fueron los únicos momentos en que estuvo en espacios concurridos; es decir, este hombre de 41 años se contagió en alguno de estos vehículos. “En horas no laborales estuvo aislado, como ordena el Gobierno”, dice la familia de Mauricio, que nos pidió mantener en reserva su identidad.

Informalidad

A un kilómetro del paradero de Mauricio, comienza la ruta de una red de colectivos informales desde el Callao hasta el Centro de Lima. Este servicio de transporte no tiene choferes empadronados y operan sin autorización, y por años ha generado tráfico vehicular en las calles. Pero lo más riesgoso que advierten especialistas en materia urbana es que estos pueden convertirse en focos de contagio, al trasladar a varias personas en espacios reducidos sin ningún protocolo de higiene.

En Lima, se calcula que existen 30 mil vehículos que realizan transporte colectivo invadiendo la ruta de los corredores complementarios. El Comercio ha advertido que este gremio tiene un brazo político que se ha encargado de promover su formalización desde el Congreso. Ayer, se comenzó a debatir un proyecto de ley para legalizarlos.

Mauricio dio positivo en la prueba de COVID-19 el viernes 3 de abril. Estuvo aislado en su casa y fue controlado por médicos durante 15 días. Ya fue dado de alta y sigue en reposo en su vivienda. Su estado actualmente es estable. Cree que hizo algunos viajes en bus cuando ya había contraído el virus, aún sin tener síntomas, por lo que otras personas pudieron haberse infectado. Esta historia nos obliga a preguntarnos: ¿cómo evitar contagios en el transporte público?

Las autoridades han puesto en marcha un plan multisectorial que consiste en reducir las aglomeraciones en paraderos y buses (ambos tendrán 50% de su capacidad), pero también se busca que los pasajeros realicen más viajes a pie o en bicicleta. Los taxis y ómnibus tendrán que cumplir las disposiciones del Gobierno de colocar barreras acrílicas que protejan a los choferes, y bloquear la mitad de los asientos para reducir el aforo.

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