Andrés ha toreado en las principales plazas del mundo. Ha sido ovacionado, ha salido en hombros, ha cortado orejas, ha doblegado toros y ha sido corneado por ellos. Frente al público que hoy tanto extraña ha pasado por las fases más duras en la vida de un torero, aunque tiene solo 25 años. Antes de volver a pararse frente al público limeño, Andrés Roca Rey pasa los días entre sus entrenamientos y las terapias para tratar una lesión cervical que lo dejó fuera de combate por varios meses en tiempos en los que nadie se imaginaba que pronto llegaría una pandemia letal. Establecido por unos días en su finca El Valentín, donde se confunden los rítmicos vientos de El Carmen y el imponente sol chinchano, se prepara en la plaza de tientas que tiene allí para el mano a mano que protagonizará este sábado en La Esperanza con Finito de Córdoba.
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“Han sido momentos duros para todo el mundo. Estoy contento de poder ya estar realizando mi profesión y por tener la oportunidad de volver a Lima”, nos dice Andrés, mientras pasa por el tratamiento semanal con el fisioterapeuta que lo ayuda a llevar mejor la lesión que recibió en las cervicales c6 y c7, tras ser cogido por un toro en la plaza de Las Ventas, en Madrid, a mediados del 2019. Tras recuperarse, su reaparición fue el 3 de noviembre de ese mismo año en Acho. Poco más de dos años después se reencontrará con ese público que lleva en el corazón mientras afronta riesgos constantes en las plazas del mundo. “Tengo ganas de poder sentir a la afición limeña. Es mi tierra, donde he crecido y he visto por primera vez los toros. Me motiva muchísimo regresar”, dice el joven matador.
A consecuencia de la pandemia estuvo sin torear entre marzo del 2020 y mayo de este año. ¿Cómo es para un apasionado de los toros estar alejado de ellos y de las plazas? “Durante la cuarentena hubo momentos duros, de bajón, todas las ilusiones puestas en el 2020 se fueron al no haber corridas y al no poder torear, pero luego, rápidamente, después de esa desilusión llegó otra vez el acople a lo que era la nueva normalidad”. Las palabras de Roca Rey solo confirman que no temblaron ni su enfoque ni su concentración. Pasó esos días en su casa de campo en Sevilla y, apenas pudo, continuó preparándose, toreando en su plaza de tientas o en ganaderías locales, para no perder el contacto con el toro. Algo que no deja de sorprender a quienes ven a los toreros como hombres sanguinarios es la comunión que sienten con el animal que van a enfrentar. Para quien no esté en sus pellejos es algo tan inexplicable como la fe de los hombres de distintas culturas en sus propios dioses. Es un credo íntimo y trágico, porque de alguna manera, al vencer al toro, el torero sacrifica también en aquella arena parte de sí mismo.
No es raro que en estos días cada vez más voces antitaurinas critiquen con dureza a una profesión que a muchos les parece anacrónica o parte de un pasado colonial que debería extinguirse. Los taurinos la defienden como parte de una tradición. “Yo solamente pido respeto -dice Roca-Rey-, porque es verdad que hay veces en que ciertas personas te tratan con odio, te desean la muerte y las peores cosas del mundo, no solo a ti, sino que se meten con tu familia. Todo el mundo tiene derecho a dar su opinión, pero con respeto. Habiendo respeto creo que yo también respeto a quien me critica, aunque no comparta sus ideas”.
Sueños a corto plazo
Como todo diestro, Andrés convive todos los días con la idea de la muerte como una posibilidad real y cotidiana. Consultado sobre sus planes de futuro, prefiere no adelantarse mucho. “Todos los sueños son importantes, pero es verdad que en mi caso el sueño más importante es el de corto plazo –confiesa-. Estoy en una profesión que, gracias a dios, me ha enseñado a vivir el presente, a no pensar tan a largo plazo porque uno nunca sabe, en esta profesión en la que te juegas la vida, hasta cuándo puede durar esto. Y ya no solo hasta cuándo puede durar tu profesión, sino tu vida misma. Entonces, es bonito, me apasiona y me gusta más pensar en metas a corto plazo”.
Aunque tiene 25 años se expresa con una extraña madurez. Es la entereza propia del que está acostumbrado a pararse frente a un animal de 300, 400 o 600 kilos, sabiendo que no siempre lo va a vencer o quizás superando alguna cogida para volver a pararse frente a otro nuevo toro, muerto de miedo, pensando ¿qué hago yo aquí?, hasta que recupera el control de su propia mente, toma el capote con más fuerza y despliega las habilidades que ha desarrollado durante más de la mitad de su vida. “Cada vez que sales a la plaza y te enfrentas al toro está latente la posibilidad de morir –dice Roca Rey-. Eres consciente de que puedes tener un accidente, de que un toro puede llegar a quitarte la vida. Muchas veces te mueres de miedo, muchas veces dudas y te preguntas porqué sigues ahí parado. Pero luego el toreo es mágico, porque cuando superas ese miedo y te olvidas del cuerpo y surge la magia que tiene este espectáculo es cuando he llegado a los momentos más felices e increíbles de mi vida”.
Uno de los sellos de Andrés Roca Rey ha sido, desde el principio, su estilo de torear, desafiante, heterodoxo en ciertos pases y movimientos que, si fueran parte de una película, requerirían un actor de riesgo, un doble de acción. Tras la cogida que sufrió el 2019 y por la cual requiere tratamiento físico hasta hoy, muchos podrían pensar que apaciguaría sus osadías. Él no está de acuerdo. “Creo que la osadía nunca se puede perder. El arriesgar, tampoco. Al fin y al cabo, creo que es uno de los factores que me han llevado a lo poco o mucho que he conseguido. Es lo que me ha ayudado a cumplir algunos de mis sueños. Entonces, estaría mal de mi parte faltarle el respeto olvidándome de ellos. Es verdad que técnicamente o en temas estéticos uno siempre intenta mejorar y poco a poco se va consiguiendo. Y yo siempre quiero seguir evolucionando y mejorando”.
El futuro de los toros
“Hace un tiempo, unos años atrás, lo veía un poco desgastado, pero últimamente lo veo muy alegre, rejuvenecido. Veo el 2022 como un gran año. Espero que así sea”, dice Roca
Rey sobre el futuro inmediato de un universo taurino al que cada vez le es más complicado enfrentar las críticas de grupos animalistas que no lo consideran cultura sino un acto sádico. La Plaza de Acho se convirtió durante la cuarentena más estricta en “La casa de todos”, para dar albergue a personas sin recursos económicos y muchos pidieron que siga ocupándose en esta labor más allá de la pandemia, para que no se reabra nunca como coso taurino. El joven torero, por supuesto, no lo ve así y espera que el 2022, superada ya la pandemia, puedan reunirse en Acho las cerca de 13 mil personas que lo hacían antes en cada tarde de sol y de sombra. “Cada vez se construyen más plazas de toros en los pueblos de la serranía peruana. Allí hay muchísima afición a los toros, las plazas se llenan. El toreo es arte y es cultura. Las autoridades tienen que ver por las tradiciones, por la cultura que, al fin y al cabo, son lo que sostiene a un país”, dice convencido. Y sentencia: “El Perú es una potencia mundial en la tauromaquia y estoy muy contento de ser un torero peruano”.
Atrás quedaron los tiempos de sacrificio inicial, cuando, con 14 años, se instaló a vivir su primera temporada en España, dejando atrás a su familia, a sus amigos, su colegio y el mundo entero que tenía aquí en Lima para ir a ser un desconocido y experimentar la dureza de la preparación que implica convertirse en torero. Hoy, dice ser un privilegiado por todo lo que ha logrado. También dice ser una persona más dura, pero, al mismo tiempo, más sentimental, porque al estar lejos de su familia aprendió a valorarlos más.
Aunque a los críticos de esta disciplina les cueste entender, hay una mística que estos hombres de trajes luminosos sienten nacer desde la primera vez que ponen sus pies en la arena y miran a los ojos a un toro. En esa mirada mutua, ambos encuentran sus destinos.
El dato
Feria de La Esperanza
Sábado 20, 4.30pm: Andrés Roca-Rey y Finito de Córdoba
Domingo 21, 4.00pm: Andrés Roca-Rey, Joaquín Galdós, Juan Ortega, Finito de Córdoba, Juan Carlos Cubas, Román Collado, José Garrido, Samuel Calderón y Marco Pérez.
Lugar: Plaza de toros de La Esperanza, Lurín.
Venta de entradas y abonos en Teleticket: teleticket.com.pe/peru-taurino
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