Alberto Carrión trabaja imágenes del momento y sus composiciones las realiza al instante. Su exposición es de ingreso libre, en Jr. Ucayali 391, Cercado de Lima.
Alberto Carrión trabaja imágenes del momento y sus composiciones las realiza al instante. Su exposición es de ingreso libre, en Jr. Ucayali 391, Cercado de Lima.
Czar Gutiérrez

Se pasó la vida entera respirando vapores de mercurio. Manipulando partículas microscópicas de plata pulida como un espejo. Era diplomático, pero el revelado fotosensible producido por esa amalgama constituía la razón de vivir de Jean Baptiste Louis Gros (1793-1870), plenipotenciario francés perdidamente enamorado del daguerrotipo. “Otro caso de fotógrafo y diplomático es la del norteamericano Griffith Jerome Davis, quien aprovechando sus posibilidades de ‘interlocutor privilegiado’ plasmó en imágenes diversos acontecimientos que marcaron las relaciones entre EE.UU. y algunos países africanos en las décadas de los 50-60”.

Lo dice Alberto Carrión (Lima, 1946), quien siendo tercer secretario de nuestra embajada en Lisboa se dio tiempo para obtener el título de fotógrafo profesional en el Instituto Portugués de Fotografía (1980) y antes, sirviendo en París, el de director de escena en el Conservatoire Indépendant du Cinéma Français (1969).

ELOGIO DEL INSTANTE

Todo lo cual gatillaría la afición del joven egresado de Torre Tagle. Estudios sobre iluminación, historia de la imagen, psicología de la visión, movimientos de cámara, montaje y gramática del cine alimentarían la vocación de un súbdito de Truffaut, Godard y la ‘nouvelle vague’: armado con una D300S, zoom de 18 a 200 y 24 mm de abertura, durante los últimos veinte años se dedicó a disparar sobre ciudades de Europa y del Perú. Hasta que se animó a su primera exposición en Lima. “Con imágenes que nunca manipulo, son tal y como fueron tomadas. La composición se hace en el instante”, aclara.

Así, capturas en París, Ginebra, Barcelona, Londres, Bruselas, Lima, Cusco y Punta Sal desfilan en “Solos” sin que el autor lance una luz sobre su fecha o procedencia. Esculturas a contraluz, cielos tachonados de paracaídas, líneas de arquitectura con rayas y gradas. Postes clavados en perfecta asimetría accidental. O, como lo explica el mismo Carrión, “son solo sugerencias: libertad, escape, erotismo, rumbos, paradoja, belleza eterna, pasaje del tiempo, ‘désespoir’, atisbando, enigma, etc.”.

Sensiblemente inclinado por un arte que se hace ‘al vuelo’, por la captura del instante en oposición a los complejos, claustrofóbicos y decimonónicos procedimientos fotográficos, lo de Carrión pasa por perpetuar lo inmóvil en movimiento. Así, no resulta extraño que se identifique con la obra del francés Henri Cartier-Bresson. “Hice mío su concepto del ‘momento decisivo’ y que ‘la fotografía es un dibujo inmediato, una pregunta y una respuesta al mismo tiempo’. Considero igualmente como mis inspiradores a Martín Chambi, Paul Sanders, Robert Frank y Ralph Gibson”.

MAR DE VER

¿Y existe la foto imposible, esa que quiso tomar pero siempre se resistió? “Probablemente, en algún momento me hubiera gustado fotografiar desnudos, pero creo que mi propia censura me lo impidió. Confieso, igualmente, que por timidez, nunca pude fotografiar a una bailarina rusa de 85 años que había trabajado con Picasso, Satie y Stravinski en los primeros años del siglo pasado y que no obstante su avanzada edad mantenía una mirada fulgurante, como si tuviera 20 años”, dice.

Dice también que los smartphones “hacen que cualquier persona se sienta fotógrafo, esto afecta la verdadera profesión del fotógrafo que anda por el mundo buscando aquello que tiene en su pensamiento”. ¿Y seguirá haciendo fotos? “Claro que sigo trabajando siempre en los mismos temas que resumo evocando a los poetas Machado y Javier Heraud: ‘Nuestra vida es como un río por el que navegamos hasta llegar al mar’”.

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