Alejandra Ortiz de Zevallos se expresa a través de un arte milenario: la textilería. Las historias que crea fibra por fibra van más allá de la mera estética, adentrándose en un territorio donde se convierten en un diálogo vivo entre tradición, naturaleza y contemporaneidad. En su reciente exposición en el Museo Amano, “Carrizo – Gestar Vida”, Ortiz de Zevallos mostró cómo fusiona estas influencias para crear un cuerpo de trabajo que dialoga con el pasado y el presente, resonando profundamente con sus raíces peruanas.
Nacida en Lima en 1995, Alejandra estudió en la especialidad de Escultura en la Facultad de Arte y Diseño de la PUCP, donde aprendió sobre la importancia de la materia que conforma el arte, lo que la llevó a replantear su pasión inicial por el tejido. Desde ese momento, su práctica se ha enfocado en conectarse con los elementos que la rodean para realizar sus proyectos.
“Mis obras son un reflejo de mi vida, de las experiencias que he vivido y de las historias aprendidas de quienes tienen más experiencia”, comenta la artista. Desde temprana edad, estuvo inmersa en un entorno donde el tejido no era solo una técnica, sino un medio para transmitir conocimientos ancestrales. Esta herencia cultural la lleva consigo en cada proyecto, buscando siempre revalorizar el arte textil peruano en un contexto global.
La naturaleza es otra gran influencia en la obra de Ortiz de Zevallos, reflejada en su elección de materiales y técnicas sostenibles inspiradas en prácticas tradicionales. “Veo la naturaleza como una maestra; en ella encuentro los ritmos, las texturas y los colores que luego traslado a mis tejidos”, explica. Para ella, utilizar las fibras naturales es parte de su compromiso con el cuidado del entorno.
Expandiendo los hilos
Entre los distintos proyectos en los que ha participado la artista, destaca su colaboración con el proyecto de investigación interdisciplinario Mater Iniciativa, fundamental para los restaurantes Central, Kjolle y Mil. Este proyecto le permitió explorar nuevas formas de expresión y conectar su arte con el legado de otros maestros textiles. “Desde Mater me invitaron a crear una pieza para la exposición ‘Khipuy’. Trabajamos en colaboración con la comunidad de Kakcllaraccay en Cusco, y finalmente la pieza fue presentada en el MALI”, nos cuenta la artista.
Durante esta colaboración, trabajó con el maestro Santiago Pilco de Kakcllaraccay, quien le enseñó a usar el ichu como material de hilar, lo que constituyó gran parte de los 1,000 metros de soga utilizados en su proyecto. Después de la exposición, su trabajo tomó diversos rumbos, adaptándose en su mayoría al concepto de restaurantes dirigidos por reconocidos chefs peruanos.
“Conversé con Malena y Virgilio Martínez, y Pía León sobre cómo repartir las piezas entre los diversos restaurantes que necesitaban una propuesta específica, por lo que tuve que diseñar nuevas piezas para Mauka y Kjolle, donde actualmente se encuentran”, explica Ortiz de Zevallos. Su capacidad para adaptar su arte a diferentes contextos refleja su versatilidad y compromiso con la innovación.
Su versatilidad se manifiesta en su capacidad para adaptar su arte a diversos contextos, como lo demuestra su actual obra, desprendida del proyecto Khipuy, que se encuentra en un museo en Johannesburgo, Sudáfrica. Al igual que su más reciente exposición, “Carrizo – Gestar la Vida”, que mostró obras textiles y dibujos explorando su conexión personal con el carrizo.
El arte de Ortiz de Zevallos se erige así como un puente entre lo antiguo y lo nuevo, un testimonio de que las historias que nos definen como individuos y como sociedad pueden ser contadas a través de hilos, colores y texturas, pues la artista no solo teje piezas de arte, sino que también teje la vida misma.
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