Acaba de regresar de Europa tras presentar una individual en Francia, pero Ana María Westphalen ya piensa en replicar el tema de esa muestra en Lima. En la Ciudad Luz, la artista expuso 16 piezas de tamaño mediano y pequeño que recreaban torsos humanos para dar a conocer su mirada y reflexión sobre los estragos de la pandemia en el mundo. Como resultado de la exhibición, Westphalen también ha sido invitada para exponer sus obras en una feria en las afueras de Madrid durante el próximo año. Sobre el interés que el arte latino despierta en el Viejo Continente, la escultora afirma que “nuestro arte es especial, diferente. Tenemos una sensibilidad particular y eso hace que nuestras obras tengan un plus”.
Westphalen es educadora de profesión, pero desde su época colegial siempre tuvo una gran inquietud por el arte, por eso llevó una serie de talleres donde aprendió a dominar materiales como el mármol, la plata y la piedra de Huamanga. Cuando finalmente se dio cuenta de que su mayor deseo era continuar este derrotero -allá por los años noventa- dejó todo y fundó un taller de arte en Rinconada del Lago, La Molina. Desde entonces, recorrió ese camino.
—¿Por qué se decide por la escultura habiendo un abanico de posibilidades dentro de las artes plásticas?
Siempre he necesitado ver la figura completa y no solo en un plano, me gusta sentir cómo se va formando la piedra, la madera, todo este proceso porque para hacer una pieza en acrílico necesito hacerla primero en resina plástica y pasarla en un molde y hacer las mezclas, todo ese proceso me encanta, luego viene el pulido, todo esto me gusta hacerlo yo misma.
—¿Cuál es el soporte con el que se siente más cómoda?
Me encantan todos, siempre quiero renovarme. Pero siendo sincera me fascina la piedra de Huamanga de color, el alabastro, con ella se pueden hacer maravillas. La piedra de Huamanga es el jade peruano, pero se quiebra fácilmente. La madera es otro material con el que me gusta trabajar, aunque a veces provoca ciertos dolores articulares por la presión que hay que ejercer para ir dándole forma. Pero cuando ya ves que toma la forma que quieres la satisfacción es más grande que cualquier otra cosa.
—Coméntenos sobre los temas que ha abordado en sus muestras y sus motivaciones.
En un principio uno de ellos fue la importancia del arte prehispánico, entonces hice unas esculturas que eran aves en plata que representaban las aves de la costa, sierra y selva. Las expuse en Ginebra y luego en la Municipalidad Miraflores. Después vino una serie de animales de las tres regiones en madera, plata y acrílico. Otra de mis motivaciones han sido la mujeres, que las he hecho en mármol lapislázuli, bronce, madera y piedra de Huamanga. Estas esculturas fueron creadas en homenaje a las culturas Chachapoyas, a las mujeres de Chan Chan, de la cultura Vicus, entre otras del Perú. La última exposición en Lima la hice en la galería Yvonne Sanguinetti y se llamó “Naturaleza en extinción”, donde trataba de hacer entender a las personas los peligros del cambio climático provocado por el hombre y talas ilegales en la selva, la minería informal que también está deforestando la selva, la caza indiscriminada y los incendios forestales.
—La última ha sido en Francia…
Sí, en una galería muy bonita que queda en boulevard Montparnasse, DiDariel. Allí presenté algo especial que me pidieron, y para mí en estos tiempos los torsos fracturados cobran relevancia.
—¿Qué significado tienen sus piezas?
Los momentos terribles de la pandemia y la desolación de las personas que no tenían con quién comunicarse, por eso la fractura de los cuerpos. Todo esto sumado a la guerra y la escasez de alimentos que se anuncia ha creado crisis y angustia en los seres humanos. Por eso mis esculturas representan al ser universal, sin géneros ni códigos, capaz de enfrentar todas estas dificultades. Lo que también he buscado ha sido la belleza estética presente en los materiales que utilizo, como el bronce, aluminio y acrílico.
—¿Qué percepción le ha dejado su periplo en Europa?
He sentido el sufrimiento por la crisis de la guerra en Ucrania, la escasez de petróleo y ahora de comestibles. Hay mucho estrés. Al europeo le gusta mucho la naturaleza y el confinamiento de la pandemia le ha afectado bastante. Son momentos muy difíciles para toda la humanidad.
—¿Sus piezas se expondrán en Lima?
La idea es hacer algo parecido aquí, pero la verdad es que son piezas únicas. Algunas se han vendido y otras se han quedado para que se puedan exhibir en una feria que se realizará en España y a la que he sido invitada. Quiero hacer algo semejante pero no solo con la pandemia o la guerra sino abordar el tema del friaje que afecta a muchos no solo en el interior sino aquí en Lima. Cerca de donde vivo, en San Juan de Miraflores, hay muchas personas que lo sufren y no tienen calidad mínima de vida.