Frente a la concepción elitista del arte, el rescate de materiales marginales. Frente a la creciente industrialización, metalización y mecanización de la creación contemporánea, el contacto directo con objetos cuyo significante cultural es igual a cero. La chompa de una niña recargada con las últimas tendencias de la moda repleta de granos de arroz con los nombres de los gobernantes más poderosos del mundo, por ejemplo. O un par de pinturas que reflejan con precisión cirujana un orecchiette y un tortellini. Y, al costado, un grupo de ensamblajes ironizando sobre ese carnaval de apariencias llamado ‘power dressing’.
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En ningún caso importa la procedencia: sí el uso, la reutilización, el grado de creatividad, inspiración, energía, placer e ilusión con la que el artista resuelve la utopía. Un modelo de extremismo operacional que no es nuevo –allí están los ‘ready-mades’ de Duchamp, el ‘arte povera’ de Beuys, los ‘happenings’ de Fluxus–, pero resulta interesante cada vez que descontextualiza lo sagrado, resignifica los espacios e impugna los poderes fácticos del discurso artístico.
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Estética cotidiana
Ana Navas (Quito, 1984) hace eso. Arrojando granitos de arroz sobre textiles o dibujando comida italiana. También es capaz de fabricarle un disfraz a una plancha de ropa. Y así, entre el diseño industrial y el humor negro, pone de vuelta y media al lenguaje escultórico. Y lo que resulta es una mesa de planchar con un hueco atravesado de hilos a la manera de las esculturas de Barbara Hepworth, celebridad inglesa del arte abstracto para quien las propiedades naturales del material deberían infiltrar la obra. Navas juega con eso para transformar también una aspiradora en una oreja con arete.
Y para que sus referentes históricos sean más obvios, hace recurrente la relación entre el diseño artístico y disciplinas de perfil bajo, como la artesanía decorativa. Ironiza otra vez sobre los códigos sociales –la ropa de oficina–, cuestiona los arquetipos pictóricos –tras buscar en imágenes de Google palabras como ‘pintura contemporánea’, ‘pintura abstracta’–, discute las nociones de ‘copia’ y ‘original’, y se divierte con los gestos icónicos del arte.
En el camino, reflexiona sobre el valor de materiales de desecho en su potencial para ser manipulados artesanalmente como una respuesta a la industrialización artística. Conceptos como ‘transformación’, ‘asimilación’ y ‘apropiación’ conforman buena parte del ‘background’ de una artista multimedia que pinta, instala, ensambla y filma videos.
Navas viene de exponer su trabajo en la Kunstverein Ámsterdam, el Cobra Museum Amstelveen, el Nederlandsche Bank y la sala Rinomina de París. Ahora llega a la sala Crisis de Barranco para hacer de “El barro, la culebra y sus principios” una celebración de lo amateur, kitsch y cursi como fenómenos dignos de comprometer la sensibilidad cotidiana. Esa especie de lienzo en el que pintamos nuestra realidad cada mañana, digamos.
Más información
Lugar: galería Crisis. Dirección: Jr. Alfonso Ugarte 260, Barranco. Horario: de jueves a sábado, de 5 a 8 p.m. Hasta el 17 de enero. Ingreso: libre.
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