Fue el primer ojo estampado en el lienzo del universo. Un lugar del espacio de donde nada puede escapar, ni siquiera la luz. Con toda esa magnífica simpleza de bordes naranjas y lanceolados difuminándose sobre la profunda oscuridad del cosmos, la primera fotografía de un agujero negro era más que un aro de luz anaranjada alrededor de un centro oscuro. La foto revelada un histórico 10 de abril del 2019 a partir de la sincronía de una compleja red de telescopios sembrados en Chile, México, España, EE.UU. y Hawai fue una obra de arte.
Era la primera vez que podíamos ver cómo muere una estrella. Ya sin combustible y en su lecho de dolor, sin fuerzas siquiera para formar una estrella moribunda —una enana blanca o una masa de neutrones—, colapsaba sobre sí misma de manera catastrófica, irreversible y definitiva. Y fue en esas dramáticas circunstancias cuando se acercó el ojo humano para capturar su desplome y su belleza: un pozo de éter y vacío que emite un destello por última vez.
Flash selenita
Lo cierto es que Peter Galison, investigador de la Universidad de Harvard y miembro del consorcio EHT (Telescopio del Horizonte de Sucesos, por sus siglas en inglés), acaba de hacer entrega de una impresión en alta calidad del Black Hole XL al Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa), convirtiendo a la imagen inmediatamente en un ícono del pop contemporáneo y solidificando los entrañables lazos entre el arte y la ciencia.
Lazos que el Apolo 8 —la primera misión tripulada en la historia de la humanidad en romper la influencia gravitacional de la Tierra, orbitar otro cuerpo celeste y volver— potenciaría grandemente cuando, después de un viaje de 3 días, se quedaría flotando sobre nuestro satélite natural para emitir la primera transmisión televisada desde fuera de nuestro planeta: la Nochebuena de 1968, el comandante Frank Borman, el piloto del módulo de comando James Lovell y William Anders, piloto del módulo lunar, se la pasaron leyendo los primeros diez versos del Génesis.
Y unas horas después, cuando la nave volaba por el lado oscuro de la Luna, Borman vería emerger a la Tierra detrás del horizonte selenita. Entonces llamó emocionado a los demás y la tripulación en pleno vio por primera vez el amanecer de nuestro planeta desde otros mundos. Entonces Anders tomó la cámara Hasselblad de abordo y disparó contra esa pelota azul y rebosante de vida que salía lentamente sobre el mar oscuro del horizonte.
El presidente Johnson la llamó “Earthrise” y envió una copia de esa foto a cada líder mundial. Y ocurrió dos años después que la sonda Lunar Orbiter 1 tomara, esa sí, la primera foto de la salida de la Tierra a través de la vecindad lunar. Fue el 23 de agosto de 1966 y lo hizo mientras recolectaba datos de impacto selenodético, mientras medía intensidades de radiación y fotografiaba áreas planas para el alunizaje de las sondas Surveyor y de las misiones tripuladas Apolo.
Acelerador celestial
Quien jamás tendría necesidad de enviar sonda alguna al espacio para capturar cuerpos celestes en flotación sería el dadaísta Man Ray (1890 – 1972), fotógrafo sin cámara capaz de crear imágenes amorfas y misteriosas en base a la distribución de objetos opacos sobre una película sensible en su encuentro con la luz. Un universo hecho de imágenes transparentes y siluetas sólidas cuyo potencial también desarrollarían el alemán Christian Schad (1894 – 1992) yel húngaro László Moholy-Nagy (1895 – 1946).
Y después de tantos fotogramas, solarizaciones y rayografías —“los campos deliciosos”, les llamó Man Ray—, aparecerá un portento: el acelerador de partículas o colisionador de hadrones del CERN, la Organización Europea para la Investigación Nuclear. Estacionado en Ginebra, su programa Arts at CERN fomenta directamente la colaboración entre artistas y físicos. Así, la británica Suzanne Treister (61) recolectó miles de imágenes representativas del arte contemporáneo y las aceleró cronológicamente a 25 imágenes por segundo en un bucle de vídeo de 16,54 minutos. “Si reconoces una obra de arte, tu cerebro se aferra a ella y te pierdes en el resto. Pero si te dejas llevar y sólo miras las imágenes que parpadean, se crea una sensación holográfica”, dice.
¿Y qué será lo siguiente? Los esfuerzos del consorcio telescópico EHT apuntan ahora a conseguir la primera imagen de Sagitario A*, el agujero negro que hay en el centro de nuestra galaxia. Así, los lentes reflectores están trabajando sobre su masa y distancia para probar nuevamente la teoría de la relatividad de Einstein con una precisión incluso mejor que la obtenida para el agujero negro en el centro de la galaxia M87. Lo que buscan, en realidad, es obtener la primera película de un agujero negro. Como la imagen del M87 es ya un icono cultural, se han propuesto que la película de Sagitario A* compita con las de Hollywood.
Que la noche les sea propicia.
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