Más que balance, estas líneas podrían leerse como un parte de batalla. Un breve reporte del golpe que supuso la pandemia del COVID-19 en el sistema de las artes visuales. Un intento por dar cuenta de las bajas y las pérdidas, pero también de imaginar, con un optimismo a prueba de balas, el futuro.
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Nuestra vida se volvió híbrida, reduciendo lo presencial para dar lugar a relaciones a través de la pantalla. Han sido tiempos de conferencias en Zoom, exposiciones virtuales, incluso ferias digitales. Para el historiador de arte Gustavo Buntinx, resulta imposible hacer una evaluación objetiva del año vivido, pues aún no hemos cruzado el umbral ni se ha establecido cuál será la nueva normalidad futura. “Lo único claro es que experimentamos un cambio no solo de sensibilidad, sino de epistemología del arte a causa de esta situación crítica”, señala.
Palabras como incertidumbre y confinamiento se repitieron a lo largo del año. Sin embargo, ambos conceptos también definen las condiciones propias del oficio del artista local, para quien lo digital se convirtió, según el investigador Jorge Villacorta, en una tabla de salvación. “He visto artistas muy preocupados –en algunos casos desesperados–, porque no estaban bien de salud, o porque no podían producir, o no tenían canales para vender sus obras”, señala. En un mercado confuso, Villacorta explica que los artistas reconocidos pudieron sostenerse a través de sus galerías o vendiendo de forma independiente. Sin embargo, la inmensa mayoría debió “recursearse”, optando por el diseño gráfico o suspendiendo su profesión para iniciar diversos emprendimientos.
Esta precariedad causada por la pandemia ha evidenciado, según Villacorta, que las estructuras de operación del sistema del arte no son suficientes. La tecnología no solo permitió comercializar el trabajo, sino también tejer estrategias de solidaridad como iniciativa ciudadana cuando aún el Ministerio de Cultura no ofrecía respuestas. Villacorta reconoce aquí el papel de la periodista cultural Fietta Jarque, la primera en impulsar una plataforma de ventas en línea para dotar de material sanitario a los centros de salud en provincias. Le siguieron iniciativas parecidas, con las comunidades amazónicas y el gremio artístico en mayor indefensión como beneficiarios, impulsadas por Christian Bendayán, Miguel López, María Eugenia Garrido de Romaña, entre otros.
“Hacer de la necesidad una virtud es el más peruano de los talentos”, señala Buntinx, manifestando su fe en la capacidad de resistencia y renovación del gremio. “Nuestra historia nos ha dado solo necesidades. Hemos debido aprender desde la cuna a hacer de ello una ventaja comparativa”, explica.
EL HORIZONTE CERCANO
Aunque aún no podamos percibirlo, Buntinx confía en la gestación, en medio de la incertidumbre y el confinamiento, de varias revoluciones artísticas en la escena local. “Creo que saldremos transformados de todo esto, como sucedió en aquel derrumbe traumático que supuso la década del ochenta”, sostiene. “Allí el arte surgió de entre la violencia, la precariedad económica y la locura política extrema”.
Villacorta advierte que estos cambios empiezan ya a verse, producto de los tiempos recientes, incluidas las recientes movilizaciones populares en la calle. “El arte ciudadano tiene distintas formas. Funciona en las galerías y en la calle. En una es el nombre del artista el que vende y en otra, bajo el anonimato, es una causa la que se identifica. Pienso que en un futuro cercano habrá un posible ensanchamiento del cauce del arte ciudadano. Todavía no está claro, pero va a ocurrir”, afirma.
Asimismo, para el crítico, serán las artistas mujeres las que lleven la batuta del proceso: “Creo que ellas están entendiendo mejor por dónde va el arte contemporáneo. Por eso no me sorprende que Venuca Evanán haya sido la ganadora del Concurso de Arte Contemporáneo del Icpna”, afirma Villacorta, quien destaca también la muestra “Dejo este cuerpo aquí” que Natalia Iguiñiz presenta en la galería Vigil González. “Para mí, su muestra resulta el fiel de la balanza de lo que está sucediendo ahora. Tiene que ver con el ‘radar’ del artista, su capacidad de conectar con cosas que aún no estaban dibujadas ante los ojos de las personas, pero que, de pronto, se vuelven increíblemente presentes. La obra de Iguiñiz es absolutamente pertinente”, asegura.
Del mismo modo, Villacorta menciona otras muestras que dan cuenta de la actual sensibilidad, como la que presenta el Café Bar Habana de Miraflores en su espacio de arte, al reunir carteles, pancartas y banderolas de las marchas del 12 y 14 de noviembre. Cita también propuestas de arte contemporáneo como “Pausa intersticial”, presentada por Juan José Barboza-Gubo en la Galería Impakto; la exposición fotográfica de Hans Stoll en el nuevo espacio de Carlos Caamaño en San Isidro; o las muestras de fotografía de Musuk Nolte y Sebastián Montalvo Gray en la ya mencionada Vigil González.
A estas tendencias, Buntinx suma otra: la articulación definitiva de las tradiciones de la plástica ancestral en los espacios del arte contemporáneo, como sucede con los herederos de los artesanos de Sarhua, la presencia arrolladora del arte amazónico o de la tradición de la cerámica. “Todo este intercambio entre lo popular y lo erudito, que ya se notaba antes de la emergencia, va a ocupar un lugar protagónico en los próximos tiempos”, afirma. “En estas situaciones de crisis, los artistas están volviendo a ser un agente cultural. Lo vemos en la dinámica social generada en las calles. Están actuando como un catalizador de los nuevos tiempos”.
MAESTROS AUSENTES
La pandemia hizo también imposible despedirnos de nuestros difuntos, sean o no víctimas del virus. Este rito que define nuestra cultura quedó pendiente para personalidades tan entrañables como el experto en arte popular Luis Repetto; Mario Amano, el corazón del Museo Amano; o fundamentales artistas plásticos como Jorge Piqueras, Rafael Hastings, Dare Dovidjenko, David Herskovitz, José Carlos Ramos o Alberto Borea. “Tendrá que haber una serie de tareas urgentes de rescate de sus trayectorias”, apunta Buntinx, mientras su colega Villacorta confiesa que, de pronto, siente haber perdido a sus referentes. “Se necesitará una sensibilidad muy particular para responder desde el arte a esta necesidad de duelo colectivo”, añade.
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