El 22 de abril es el día de la inauguración del pabellón peruano en la Bienal de Venecia. Ya la obra de Herbert Rodríguez, los murales que desplegó en la Facultad de Letras de San Marcos para enfrentar la amenaza senderista en los ochenta, están en pleno trabajo de montaje en el pabellón peruano. La propuesta curada por Jorge Villacorta y Viola Varotto, lleva a la Ciudad de los Canales este material original, prudentemente conservado por el artista por más de 30 años, para ser expuesto en un circuito de 250 metros, recreando los furiosos muros universitarios.
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Esta quincuagésima novena edición lleva como lema “The Milk of Dreams (La leche de los sueños), inspirado en el libro homónimo de la artista surrealista Leonora Carrington, que describe un mundo mágico en el que la vida puede cambiar y transformarse. Pero el sueño que postula Cecilia Alemani, curadora general de la bienal, más bien genera pesadillas en estos días de incertidumbre, sea por una pandemia aún presente, sea por los miedos bélicos que recorren Europa tras la invasión de Rusia a Ucrania.
Hablamos de un año complejo, en el que la misma Venecia no tenía segura la realización de su bienal, señala Armando Andrade, comisario del pabellón peruano. Cuando se anunció su puesta en marcha, ya los tiempos de trabajo ya se habían acortado, y el Patronato Cultural del Perú, institución organizadora de la participación del Perú en este evento mundial, optó por elegir el proyecto que había quedado en segundo lugar del concurso de propuestas curatoriales convocado para la bienal del 2019. Presentado por el curador Jorge Villacorta, “Arte vida” recoge la experiencia de activismo artístico del artista Herbert Rodríguez a mediados de los años ochenta. “Como patronato, decidir llevar este proyecto a la bienal formó parte de nuestras políticas de absoluta libertad. Hoy día, cuando todos estamos conscientes de que una guerra nuclear asoma como amenaza a la humanidad, la propuesta que estamos llevando a la Bienal de Venecia se inserta de una manera muy punzante. Se vincula a lo que nosotros vivimos, pero también es relevante con el momento de la violencia que hoy sacude Europa”, afirma Andrade.
—“Arte vida”, el proyecto dedicado al trabajo de Herbert Rodríguez, es una obra de arte creada en un contexto de guerra. De ahí su provocación...
Herbert Rodríguez es como aquel personaje que se detuvo frente al tanque durante los disturbios de la plaza Tiananmén. Él tenía la conciencia de estar haciendo un acto artístico sabiendo que arriesgaba su vida. Es de un coraje sin precedentes en el Perú. Una demostración que solo con libertad y coraje se construye una verdadera sociedad.
"(Herbert Rodríguez) tenía la conciencia de estar haciendo un acto artístico sabiendo que arriesgaba su vida"
—Sin embargo, muchos mantienen cierto resquemor frente a su obra, a causa de que en ella interviene en imágenes e íconos senderistas. ¿Por qué crees que algunos consideran apología lo que es una clara crítica de Sendero Luminoso?
Uno de los problemas centrales de nuestra sociedad es negar la existencia del otro. No hemos aprendido a incorporar socialmente al otro, al que piensa de manera distinta. Por alguna razón, hemos devenido en una sociedad que asume que el otro es el enemigo. Y precisamente por ello no tenemos aún una agenda social de consensos mínimos. Herbert Rodríguez es una persona que en los años 80 decidió desaparecer del sistema del arte y de las galerías. Siempre ha sido el artista incómodo, el marginal, la piedra en el zapato. Cuando en San Marcos él desarrolla su proyecto “Arte Vida”, enfrentándose a Sendero Luminoso, lo que hace también es revelar la separación que había entonces entre la vida y el arte. El siempre asumió ambas como una unidad. Plantó cara a sendero y con su trabajo dijo preferir la vida. Para mí, ese gesto fue redentor en nuestra sociedad. Un gesto de mucha libertad y de mucho coraje. Para Venecia, Herbert ha querido hacer un catálogo con su lenguaje insolente y visualidad extrema. Es algo que nosotros no solo respetamos sino que apoyamos. El ejercicio del Patronato cultural es el del ejercicio máximo de las libertades del artista para comunicar lo que quiere.
—El de Herbert Rodriguez fue un trabajo realizado en el contexto de la Facultad de Letras en San Marcos, donde estaba el enemigo…
Eso es algo fundamental. Allí te das cuenta de la importancia del arte. Un gesto de esta naturaleza, de enorme coraje, no tuvo la repercusión que debió tener al no contar con un eco mediático. En tiempos de la invasión de Rusia en Ucrania, “Arte vida” es una propuesta que cobra una singular importancia. Es una propuesta que tiene como eje fundamental la vida.
—¿Vista la proyección que empieza a adquirir su obra en Europa, la presencia de Herbert Rodríguez en Venecia es una manera de que los peruanos reconozcamos su trabajo?
Herbert tomó la decisión de salir del sistema del arte en los años 80 y 90, y muy poca gente lo colecciona. Más bien, es desde afuera que se reivindica su trabajo, su marginalidad, su activismo sin precedentes. Él siempre ha sido muy consciente de que su lenguaje ha sido de una visualidad extrema, que apela al extremismo visual de sus fotomontajes para despertar a una sociedad adormecida. Lo interesante es que este lenguaje desenfadado y violento, insolente e incluso desagradable por momentos, lo construía a partir de las imágenes de los medios de entonces, las recirculaba y nos las ponía al frente. Como artista, siempre ha puesto el dedo en la llaga. Por eso creo que es un gesto fantástico que el Perú lleve a Venecia, después de lo que hemos vivido, esta propuesta de paz y de vida ante el mundo.
¿Qué es el Patronato Cultural del Perú?
El Patronato Cultural del Perú, institución sin fines de lucro, es el organizador y productor de la participación del Perú en las bienales de Venecia, tanto en sus ediciones de Arte como de Arquitectura. Además, promueve y trabaja junto con el Estado acciones que contribuyen al desarrollo del país. Como en ediciones anteriores, el pabellón Peruano cuenta con el patrocinio de la Fundación Wiese y del diario El Comercio.