Diego Lama no se animó a llamar retrospectiva o antológica a su exposición de 17 años de trabajo. “Elegí bajarle el tono egocéntrico y llamarle revisión”, confiesa.
Diego Lama no se animó a llamar retrospectiva o antológica a su exposición de 17 años de trabajo. “Elegí bajarle el tono egocéntrico y llamarle revisión”, confiesa.
Enrique Planas

El plano secuencia va del jirón Azángaro al Palacio de Justicia. En un inicio, en lo que se asemeja a una toma subjetiva, parece la mirada de un espectador que camina por la zona dedicada al turbio oficio de la falsificación. Luego, el plano se eleva y la mirada remonta al cielo, hasta colocarse frente al Palacio de Justicia, el cual luce empequeñecido. “De falso a legal en una toma” es el título de uno de sus videos más recientes: un trabajo que nos advierte sobre una corrupción totalmente institucionalizada. Esta proyección es una de las obras que recibe al visitante de “Liminal”, muestra que, bajo la curaduría de Max Hernández, acoge casi dos décadas de trabajo visual del artista Diego Lama en la galería del CCPUCP. Por “Liminal” entiéndase el límite indefinido entre las cosas, una bisagra que articula el cine, el video, la pintura, la fotografía y las relaciones interpersonales. 

El período abarcado por esta revisión coincide con los años de la explosión y expansión digital. Lama reflexiona: "Con la democratización tecnológica la gente empezó a grabar y editar sus propios videos en casa, algo que antes costaba mucho dinero hacer. Entonces hubo una explosión de gente que empezó a experimentar en video. En estos 17 años se crearon You Tube y los celulares inteligentes, que han cambiado muchísimas cosas. Entonces hice videos que hoy serían considerados memes. Si los hiciera ahora perderían su gracia". 

El artista se refiere a propuestas como aquella escena intervenida de “El padrino”, donde originalmente un mafioso corta una torta con la silueta de Cuba, la cual es cambiada por el logo de la Bienal de Venecia. Lama afirma que este planteamiento hoy no causaría tanta gracia, pero que "en su época generó impacto". ¿Se trató de una época más ingenua? Él señala: "Sí, hoy hay tal consumo de video que la mirada ha cambiado. La gente ya no soporta 20 minutos de un video presentado en una galería. Solo aguanta tres minutos máximo. Hay un déficit de atención brutal". 

—Cambios, replanteos y evolución— 

En estos tiempos dispersos y fragmentados, no sorprende que más de un artista incursione en diversos tipos de obra para distintos tipos de público. Lama es uno de ellos. Él detalla: "Por ejemplo, a una feria será imposible que envíe una obra de media hora, narrativa y densa. El público que va a una feria mira cinco minutos en un stand y se va. Para ese tipo de compromisos hago una obra más poética, con un impacto visual más directo. Otro tipo de obras las hago más por un interés personal, con una narrativa más lenta". 

—¿Qué opinas cuando en el arte contemporáneo se critica la condición narrativa del arte? 

Me es indiferente. Con el tiempo, habiendo sido criado por un crítico de arte [su padre es el crítico Luis Lama], he aprendido que la crítica es una opinión, y hay que tomarla como eso. Son como las opiniones de Szyszlo: un intelectual respetable, pero que no sabe de arte contemporáneo. Prefiero dedicarme a hacer mi obra sin fijarme en ese tipo de comentarios. Mi obra está tan ligada al cine que para mí es imposible desligarla de lo narrativo. 

—¿Cómo te acercas o alejas de la tecnología del video? 

En términos tecnológicos hay dos cambios. Primero, la calidad de la imagen. Segundo, independencia para filmar. Del 2002 al 2005 hice cuatro piezas casi cinematográficas que me sirvieron mucho como experiencia, pero fueron muy costosas y trabajosas. No volvería a repetirlas. A partir de entonces me interesó más hacer todo el proceso yo solo: la edición, la posproducción, la colorización. La independencia es mucho mayor. Por otro lado, herramientas como una 'steadycam' o una grúa ya no son necesarias. Aparatos tecnológicos tan pequeños como un dron te solucionan los problemas. Más allá de eso, no hay mayores cambios. 

—¿Desconfías de la tecnología? 

Para nada. Algo que siempre me ha interesado es que la obra tenga el mayor tiempo de vida posible. La tecnología cambia tan rápidamente, que si tu estética depende demasiado de ella, el tiempo de vida de la obra será demasiado corto. En esos 17 años los cambios han tenido que ver con la estética. Mis obras iniciales son muy recargadas, barrocas. Ahora me avergüenzan. 

—¿Hacer cine convencional no te atrae? 

Es una atracción para disfrutarla, pero no para hacerla. Aprecio tanto el cine, que no sé si algún día podría dedicarme a él. Toda la parte comercial, trabajar con dinero de otras personas, no va conmigo. Mi proceso está por otro lado, por un trabajo más experimental. 

MÁS INFORMACIÓN
Lugar: CCPUCP (Av. Camino Real 1075, San Isidro).
Horario: de lunes a viernes de 10 a.m. a 10 p.m.

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