El corazón de una ciudad también puede sufrir de un infarto. Y la Plaza Francia, que hasta los años sesenta era un verdadero centro de la educación y cultura en Lima, había venido sufriendo por décadas una necrosis coagulativa, una lesión debida al abandono y la mala gestión de las autoridades. Una de las plazas más bellas parecía condenada a muerte por falta de sangre y oxígeno o, lo que es lo mismo, personas que le den uso y sentido al espacio urbano.
Y la aorta de ese corazón moribundo era la antigua casona del Hospicio Manrique. Cuántos limeños hemos pasado por su fachada y leído la inscripción en su placa original sin entender bien a qué se refería: “Año 1876, Hospicio de mugeres (sic) vergonzantes y escuela de niñas pobres”. Como nos explica Luis Martín Bogdanovich, gerente de Prolima, en aquella época se entendía por “vergonzantes” a las mujeres de sociedad que habían perdido sus fortunas y el sostén familiar a causa de las Guerras Civiles de mediados de siglo. Construida gracias al filántropo Bartolomé Manrique, este albergue acogió a las limeñas para que pudieran vivir de manera austera pero digna. Y en retribución, compartían su educación formando a niñas de los sectores más pobres de la ciudad.
El Hospicio Manrique es el eje central del conjunto arquitectónico de la Plaza Francia, espacio existente desde inicios del siglo XVII. Quien la visite actualmente podrá ver otro de sus tesoros, la Iglesia de La Recoleta, cubierta su fachada y rosetón de vitrales por altos andamios, pues viene siendo sometida a una restauración profunda. En ese mismo lugar, apunta Bogdanovich, se fundó en 1706 el convento dominico de la Venturosa Magdalena. Tras su abandono en 1826, pocos años después de la Independencia, a mediados del mismo siglo fue entregado por el gobierno a la congregación francesa de los Sagrados Corazones con la finalidad de dedicarlo a la instrucción de la burguesía limeña. Desde entonces, la plaza se convirtió en un espacio culturalmente gravitante en la formación de nuestra República. Posteriormente, será allí donde se funde la primera universidad privada del país, la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Por su parte, el Hospicio se construyó en 1876, mirando a la plaza, en la antigua huerta del convento de La Recoleta. El jirón Belén y el jirón Camaná, (conocido como la calle de la Amargura), se convertirán en las calles elegidas por la aristocracia limeña a fines del XIX para construir sus residencias, como la casa Paz Soldán, la casa García Calderón o la casa Mujica. Es parte de la modernización de una ciudad que empezaba a crecer, antes de desembocar en el Paseo Colón.
Para la llamada “Generación del 50″, la Plaza Francia era un espacio de ebullición de ideas, un eje que comunicaba a los jóvenes estudiantes de la Universidad Católica con sus pares de la Universidad de San Marcos, en la Casona del Parque Universitario. Sin embargo, luego que ambas casas de estudio construyeran sus ciudades universitarias, este espacio empezó gradualmente a perder su significado y uso. Y han pasado medio siglo desde este infarto a este corazón urbano. En efecto, como señala Bogdanovich, no fue hasta que Prolima intervino el icónico monumento a La Libertad, donado por la comunidad Francesa en el Centenario de la Independencia y luego el Hospicio Manrique, la Plaza Francia languidecía como un espacio urbano secundario, como muchos otros en el centro vacíos de sentido, que había empezado un proceso de profunda degradación.
Restaurar del hospicio Manrique no es una mera intervención cosmética de un monumento histórico. El plan impulsado por el municipio limeño busca nuevamente insuflar oxígeno y circulación sanguínea a este espacio, a través de una recuperación progresiva e integral que ya empieza a verse. Convertido de nuevo en uno de los corazones de Lima, el Hospicio Manrique forma parte de una restauración integral para toda la manzana, que incluye la fachada de la Iglesia de la recoleta y su convento, la escultura de La Libertad y la del padre Dintilhac, la recuperación de los jardines y la repavimentación con piedra de la plaza, levantando aquellos impertinentes ladrillos pintados de rojo que tanto la afeaban. Asimismo, se ha generado una moderna fachada hacia el pasaje Villarán y ventanales que miran hacia la avenida Wilson, ambos espacios que, a lo largo de 100 años, no tenían relación con el edificio, como si fuera un tajo abierto en la ciudad. Asimismo, se espera que la Universidad Católica se sume a esta iniciativa con su propio proyecto cultural, el Museo Josefina Ramos de Cox, con su importante colección arqueológica de las culturas prehispánicas asentadas en el valle del Rímac.
Un recorrido por el hospicio
Será el mismo Jorge Muñoz, alcalde de Lima, quien nos guíe en el recorrido. Primero nos detenemos frente a la estatua de la libertad, donada por la colonia francesa en Lima para el Centenario de la Independencia. Frente a la escultura intacta, recuerda cómo por años lució sin antorcha ni palma, robadas de ambas manos. Algo parecido sucedió con la vandalizada estatua del padre Dintilhac, a la que anónimos le amputaron los dedos de la mano. Luego, al detenerse frente a la fachada del Hospicio Manrique, el burgomaestre no oculta su justificado entusiasmo al mostrarnos las decimonónicas columnas de cedro totalmente recuperadas, así como la nobleza y peso de su sólida puerta de ingreso Nos explica que, al empezarse las reparaciones, las columnas originales se encontraban muy deterioradas, pero pudo rescatárseles haciendo injertos en la madera. El arco de piedra del pórtico y la reja de hierro forjado también han sido reparadas completamente. Un nuevo piso ajedrezado brilla frente a nosotros.
El Hospicio Manrique era un inmueble propiedad de la beneficencia, que luego de un convenio ha sido recuperado por la municipalidad para intervenirlo respetando su arquitectura y entorno. Las puertas que dan a la calle tendrán usos comerciales como cafés, librerías, heladerías, con mesas en la calle. Como parte del convenio, la Beneficencia administrará esos espacios. De esta forma, se garantiza que el Hospicio Manrique no sea un espacio abierto solo en horario de oficina o de museo, sino que su actividad comercial anime la actividad del entorno hasta la noche y con ello genere el interés por nuevos desarrollos privados en los inmuebles próximos.
El edificio moderno
Dialogando con el edificio antiguo, la intervención ideó una construcción moderna donde a inicios de mayo próximo funcionará el servicio de trámite documentario de la municipalidad, mudándolo del antiguo y estrecho espacio que tenía a la espalda del Palacio Municipal donde se encontraba. Para el alcalde Muñoz, ese uso mixto del espacio le dará vida al espacio, esperando que miles de personas puedan interactuar y recorrer la exposición permanente y las exposiciones futuras.
La apuesta se basa en generar una oferta de servicios al ciudadano que enlace con la de un espacio cultural de libre acceso. Para el burgomaestre, esta es la clave fundamental para articular el consumo de cultura con la participación de la ciudadanía. “La educación, la cultura, el deporte son los eslabones fundamentales para la construcción de ciudadanía. Y es algo que, además, nos aleja de situaciones de inseguridad. Lo que queremos es que el ciudadano venga, conozca, se apropie y proteja su propio patrimonio sintiéndose orgulloso de él. Estos son los detalles que nos permiten disfrutar de la ciudad”, afirma.
Esta Interacción arquitectónica entre el espacio decimonónico y el contemporáneo está pensada hasta en el uso del color. Así, el interior del edificio y su patio se muestran en azul para el primer piso, y el blanco para la zona moderna construida. “Volumétricamente hablando, el azul es lo que existió, y el blanco las nuevas oficinas, construidas en el área posterior del edificio. Sin embargo, espacialmente es como si nada hubiera cambiado. Es más, cuando tengamos el cielo blanquecino de invierno, dará la impresión de que no hubiese intervención moderna. La idea era diferenciar bien lo moderno de lo antiguo”, señala Bogdanovich.
“Lo que queremos es que el ciudadano que no ha tenido la oportunidad de apreciar todas esas bellezas y no ha podido conocer la la pinacoteca, ubicada en un sitio reservado, pueda disfrutarla aquí”, añade el alcalde.
Las salas de exposiciones
Las salas de exposición de la pinacoteca Ignacio Merino, en su mayoría pequeñas pero perfectamente acondicionadas, se ubican en la segunda planta del edificio, donde antes funcionaban las habitaciones de las mujeres que habitaron el hospicio a mediados de siglo XIX. “Nosotros tenemos (en el edificio municipal) una serie de cuadros, algunos expuestos y otros guardados que no se pueden apreciar. La idea es que, con las debidas reglas de bioseguridad, la gente pueda disfrutar de la colección de arte”, señala el alcalde muñoz. Se trata de un largo circuito diferenciado por el uso de diferentes colores en las salas para diferenciar épocas y estilos en la colección.
Como establece el diseño museográfico de la curadora Olga Lamas, cada color corresponde a una corriente artística. Para la obra de Ignacio Merino, (el centro de la pinacoteca), será naranja, Lila para las acuarelas de Pancho Fierro, gris para los los impresionistas, y verde para los pintores académicos.
Por cierto, si bien en un inicio se pensó que la Pinacoteca Ignacio Merino iba a ser acogida por el Museo Metropolitano, finalmente se decidió por el Hospicio como locación definitiva. “Se vio en algún momento esa posibilidad, pero la verdad, contando con este espacio tan rico, no queríamos desperdiciar la oportunidad de darle mayor dinamismo a esta zona”, señala Muñoz. En efecto, las ventanas de las salas dan a la preciosa y reconfortante vista de una remozada Plaza Francia, un renovado conjunto arquitectónico de restauradas esculturas y recuperadas áreas verdes. “Aquí ha habido varios descuidos con respecto a la ciudad. Ahora lo que se trata es recuperar la naturaleza, belleza y sentido de estos espacios. Esto es parte del trabajo que tenemos que hacer, pero ya se comienza a ver la mejora. Poco a poco, esto irá generando un círculo virtuoso. Al empezar a mejorar el espacio público, se recupera el barrio para los ciudadanos. Esa es una visión integral”, señala el alcalde, quien nos recuerda los actuales trabajos de remodelación en la Plaza Mayor, la Plaza San Martín y la Plaza Dos de Mayo, cuya diosa alada de la Victoria se encuentra en pleno proceso de restauración.
De entre toda la pinacoteca municipal, el alcalde Muñoz confiesa su debilidad por dos cuadros de la colección: “Aparición del ángel a la familia de Tobías” (1865), y “La virtud asediada por los vicios” (1848), ambas pinturas de Ignacio Merino, que actualmente cuelgan en Salón de los espejos. Por cierto, quizás parafraseando este último título, el alcalde desliza: “es un cuadro muy interesante y muy actual”.
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Perú descubre una nueva joya arqueológica de 3,200 años de antigüedad
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