La sinuosidad de la jungla, la naturaleza y su epidermis: yemas, nudos, entrenudos, esporas y rizomas. Esto como primer golpe de vista, claro, porque a medida que uno se aproxima cada cuadro se irá desplegando en una especie de ‘dripping’ controlado. El artista hilvana sus afluentes. El trazo alegórico de sus contornos. Hasta conformar un ecosistema creativo que desde el principio de sus tiempos trabaja con la insistencia de un río que nunca deja de fluir. Hasta que, 41 años después del primer brochazo, toda esa jungla pictórica —sus riadas, avenidas y desbordes— encuentra una primera desembocadura en este “Fuera de sitio - Antología (1979-2020)”.
En el origen, desde luego, estará E.P.S. Huayco (1980-1981), histórico primer momento del arte peruano hibridando con la cultura andina de la costa. Mariotti, Luy, Noriega, Zevallos, Rodríguez, Salazar y Williams teñirán su aventura estética con una decidida inquietud política que comprometió desconcertantes intervenciones urbanas –por ejemplo “Lima en un árbol”, 1981—. Este sello intergeneracional acompañará a Armando Williams (Lima, 1956) hasta Nueva York, donde aterriza en 1984 y se queda trece años. Regresará en 1996 para solidificar su obra, ejercer algunas curadurías y dirigir algunos museos, como el de la Nación, San Marcos, la casa museo José Carlos Mariátegui y el ICPNA.
Y si los hilos enlazan directamente con la tradición textil precolombina, la sección huacos y momias, también de los ochenta, referirá a los años de terrorismo a partir de cuerpos atravesados por lo informe y lo fantasmal. El enlace evocativo compromete a los cadáveres precolombinos envueltos en capas de telas. El tríptico en acrílico “Fardos” (1983) cierra ese tenebroso período funerario nacional: fosas comunes, cuerpos desperdigados, entierros y desentierros clandestinos en una trama que encuentra su símil en los hallazgos de la arqueología. Este periodo declinaría con el inicio del nuevo siglo, que coincide con el agotamiento del grabado y la paleta del artista se decanta por el expresionismo abstracto.
Su progresivo acercamiento a este tipo de gestualidad se manifestará, entonces, en pinturas que capturan la energía, la fuerza y la estructura del planeta en lienzos de gran formato, todo un tributo al florecimiento o a la degradación de flora y fauna, así como a las estrategias miméticas presentes en la naturaleza. “Los acertijos de Panki” (2001), “Camuflaje” (2008) y “Los trabajos y los días” (2009), entre otros, hacen foco sobre la belleza y la inteligencia de las formas orgánicas. Las amenazas que se yerguen sobre el universo marino. La destrucción de algunos paraísos ictiológicos.
Ojo de agua
Y en este punto destáquese la inmersión del artista con una cámara digital en las ciénagas de la América intertropical. El 2011 se fue a los mangles y empezó a disparar: arbustos peciolados, opuestos, enteros, elípticos, obtusos y gruesos. Flores axilares de pétalos hinchados. Frutos secos de cortezas troncales. Los azúcares del río en su matrimonio salobre con el mar. Puesto en la galería, todo eso empezó a brillar en tubos de vidrio al vacío. Una corriente fluía a través del gas entre los dos electrodos encerrados en el tubo, haciendo arder una banda luminosa. La raíz del mangle se entrelazó formando barreras que el neón ionizaba gracias a una hermosa batalla entre sus gases nobles.
“Ver esto en retrospectiva en una muestra antológica que reúne 40 años de trabajo es interesante porque permite observar cierta recurrencia de obsesiones y temas. Y lo que también ha sido otra constante es el lenguaje de la abstracción, que ha ido paralelo y en algunos momentos ha confluido con la parte figurativa”, dice el artista, lacónico. En todo caso, he ahí el trabajo de superficies que desborda y cuestiona el delineado en cada córtex y cada espora. Una suma de intensidades cromáticas que se desplazan sobre fondos inestables, que hasta se electrocutan. Tal vez porque en su pintura, como en los manglares, se mezclan las aguas dulces y saladas de la misma manera como se mezclan el cuerpo y el alma en los ojos.
Viaje a la semilla
Será precisamente esta última institución la que ahora organice esta antología, que divide su obra en cuatro líneas de exploración: espectro y huella; hilo y nudo; huaco y momia; y paisaje y naturaleza. Así, en la primera sección se alinean pinturas, serigrafías y grabados procedentes de los convulsionados años ochenta junto a siluetas que imitan la fotografía documental o de prensa gráfica, todo con retoques o veladuras sobre las mallas de impresión. He ahí “La Nación al Libertador Simón Bolívar” o “Paisaje”, ambas de 1982, donde el artista ‘borronea’ gestualmente a sus referentes políticos.
Más información
Fecha: Hasta el 1 de mayo.
Horario: Martes a sábado (10 a. m. a 6 p. m.).
Ingreso previa inscripción: cultural.icpna.edu.pe/visita-espacios-exposicion
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