Confiesa que además de su necesidad de hacer arte, lo que más le gusta es caminar por el Perú. Hace dos semanas estuvo en Jaén, visitó las cataratas de Gocta y quedó maravillado. Lo mismo le sucede cuando va al Cusco. “Ollantaytambo y Urubamba son asombrosos”, afirma Gam Klutier, el holandés que hace 39 años llegó por primera vez al Perú sin pensar que esta tierra se convertiría en la “trampa” que impulsaría su obra y, al poco tiempo, en su hogar.
Desde entonces son 37 las exposiciones que el artista plástico ha presentado en Lima. La primera de ellas se montó en 1982 y estaba dedicada a sus trabajos escultóricos. Dos años después exhibe por primera vez sus pinturas.
Tras un largo silencio creativo en tres dimensiones, hace dos años Klutier decidió retomar con fuerza este trabajo. De su peculiar imaginación brotaron tres esculturas de grandes dimensiones, una mediana y otras diez entre 40 y 60 centímetros. Estas piezas, junto con una decena de nuevas pinturas, dan vida a “Volar sin alas”, muestra que se presenta en la galería Fórum hasta el 7 de diciembre.
— Aunque en el Perú lo asociamos más con la pintura, usted empieza su camino artístico en Lima con la escultura. ¿Qué diferencia encuentra entre ambas?
En realidad la pintura para mí siempre fue algo más privado, el reflejo de un proceso interior, de tratar de entender, de fluir. La escultura es algo para lo que yo tengo facilidad, es algo más para jugar. Para mí no es muy emocional ni difícil, sino más espontáneo. Además, tengo una relación fuerte con el metal.
—En este caso, con el aluminio que es el material que utiliza en sus recientes esculturas.
Es porque no se oxida fácil. Aquí en Lima hay mucha humedad, y si se hace cualquier cosa de metal, se malogra rápido. Por eso yo prefiero usar este material y luego pintarlo con varias capas de pintura, aunque sea algo caro, pero es sostenible en el tiempo.
—¿Alguna vez trabajó con madera o piedra?
La piedra es mucho para mí, pero con la madera sí he trabajado. Al principio la usé durante algunos años. En los 80 hice esculturas con lo que encontraba en la calle, de reciclaje. Había madera, plumas, cosas de plástico, cualquier cosa era buena para que yo pueda hacer escultura.
—¿Su decisión de dejar un poco de lado la escultura fue influenciada por el hecho de que su esposa, Lika Mutal, se dedicara por entero a ella?
No querer mezclarlo con el trabajo de Lika fue un aspecto, pero la razón más importante fue por la necesidad de hacer pintura. Después de la muestra en el MAC, en el 2017, cuando hice una escultura muy grande allí, me volvió la necesidad de hacer objetos tridimensionales, relacionarlos con el idioma de trabajo de la pintura, pasarlos a una esfera tridimensional.
—¿Cómo desarrolla ese proceso creativo?
Aún no lo entiendo bien. Lo único que sé es que tengo que trabajar. Mientras estoy pintando, dibujando, las cosas vienen y fluyen. Uno tiene que empujar un poquito pero vienen por sí mismas. No trabajo en ideas, conceptos o cosas intelectualizadas, estas cosas no las tengo como base de mi trabajo.
—¿Siempre trabajó así, libremente?
En Estados Unidos y en Europa, en la parte nórdica del planeta, todo es más racional, allí sí trabajaba en base a ideas, pero aquí la energía es muy distinta. Es la fuerza de la naturaleza, más femenina, más intuitiva, más orgánica. Y me he quedado en esta trampa.
—¿Una trampa llamada Perú?
Quiero decir que yo soy parte de la energía que hay aquí. El Perú me ha capturado. Y yo estoy dispuesto a trabajar en él.
—¿Sigue pensando que el arte es la traducción de la energía?
Claro, en cierta forma somos un canal. La energía entra por nosotros y podemos utilizarlas si queremos o no. Pero ella siempre está ahí. Cuando estás dispuesto las cosas llegan solas y te ayudan. En cambio, cuando estás pensando o lleno de problemas, no hay sitio para otra cosa, hay mucho ruido. Yo trato estar libre de eso y disfrutar lo que hago. Pero siempre debe haber primero un trabajo para conseguir técnica, fluidez y concentración, esos aspectos son importantísimos. Luego hay que aprender a poner tu energía en esta dirección.
—Su trabajo es muy espiritual…
Creo que todo lo es, aunque no seamos conscientes de esto. Lo que uno hace es, en cierta forma, una expresión de conciencia, pero hay gente que es más consciente de su cuerpo y hay otra que busca algo más. Me interesa mucho este aspecto. Yo nací con esto [el arte] en mí. No es un trabajo, es un estado de espera.
—En sus pinturas, que también serán parte de esta nueva muestra, prima el azul. ¿Por qué eligió este color como parte de su personalidad artística?
Primero porque me gusta el azul. También uso el dorado, plateado, blanco, negro. Y porque soy daltónico. Eso con el tiempo se ha convertido para mí en un gran placer porque solo debo comprar un par de pinturas [ríe]. El resto no las veo. Me tomó muchos años aceptar que este era mi límite. Al principio yo pintaba con todos los colores, pero la verdad es que nunca tuve una sensación de gusto por pintar con rojo, verde o marrón, son muy confusos. Los colores que ahora pinto ya son parte de mí y puedo manejarlos mejor.
Más información
Lugar: galería Fórum. Dirección: Av. Larco 1150, sótano, Miraflores. Horario: de lunes a viernes de 10 a.m. a 8 p.m. y sábados de 11 a.m. a 8 p.m. Ingreso: libre.