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Obras de la muestra "Tinkuy cósmico"

Las primeras referencias culturales (y las más obvias) de Jorge Miyagui son la peruana y la japonesa. Mundos diferentes, pero de múltiples conexiones, entre los que creció. Por eso, en los trabajos de su más reciente exposición, "Tinkuy cósmico", se juntan las ofrendas con hojas de coca como las hechas frente al butsudán (pequeños santuarios instalados en las casas japonesas en honor a los muertos); o los zorros andinos con los shisa de Okinawa.

Aun así, reducir sus motivaciones a esa duplicidad nikkei sería un error: lo que propone el artista es que algunas esencias son, en su diversidad y paradójicamente, universales. "Lo que propongo es la idea transversal de que todos los seres del cosmos están vivos: no solo las plantas o los animales, sino también lo que llamamos seres inanimados. Y aunque mi investigación comenzó con la visión andina y amazónica, luego encontré correspondencia con cosmovisiones de pueblos originarios de muchas partes del mundo, con simbologías que se repetían", explica un Miyagui en trance desde las alturas, parapetado en el piso 20 de un edificio en Lince.

¿Que tipo de simbologías son esas? Miyagui reflexiona, por ejemplo, sobre la cuatripartición, vista en la chacana, en el Tahuantinsuyo, o en culturas como la asháninka, la maya, la mapuche o la sioux. O en la representación de la serpiente y sus mil imágenes: aquella asociada al conocimiento ancestral para los aborígenes australianos, al chamanismo al que alude Jeremy Narby en "La serpiente cósmica", o a la idea de una doble serpiente en la estructura del ADN. Y se salta, por obvia, la mención a la serpiente que sembró la discordia entre Adán y Eva. "Porque el cristianismo tiene esa carga simbólica debido a que ya existía en culturas previas", afirma.

TIEMPO NO LINEAL
"Tinkuy cósmico" es, también, parte de un proceso artístico más amplio, en el cual el artista se observa a sí mismo e intenta allanar su camino hacia algo así como una plenitud. En esta muestra, ya muy poco queda de sus guiños tempranos al manga o a la cultura más descartable. "Al principio la gente me identificaba más como un artista pop, pero yo no me sentía cómodo con esa etiqueta –confiesa–. Soy del tipo de artistas cuya obra pasada le avergüenza".

Esa alusión al pasado como elemento articulador del presente adquiere mayor sentido con los peculiares encuentros y cruces temporales incluidos en las 15 pinturas que conforman la exposición: Guamán Poma de Ayala muy cerca de Chavela Vargas; el enmascarado Guy Fawkes superpuesto a la silueta de Túpac Amaru; el amauta José Carlos Mariátegui como icónico fondo de pantalla de un iPhone.

"No me gustaría que se interpreten estas obras como una vuelta al pasado, sino como un ejercicio de interpolación: un enriquecimiento de lo actual. Hay que recordar que en las cosmovisiones originales, generalmente, lo sagrado está en el aquí y en el ahora", dice Miyagui.

Así, inspirado por un viaje de ayahuasca o por un tributo realizado frente al mar, Miyagui se entrega a la inmensidad de ese cielo oscuro y estrellado que pinta como cortina de fondo en varias de sus obras. Reverencia que lo coloca, con significativo doble movimiento, como detalle insignificante y absoluta totalidad de su propio mundo.

Jorge Miyagui. (Foto: USI/ Nancy Dueñas)
Jorge Miyagui. (Foto: USI/ Nancy Dueñas)

​Más información

Lugar: galería del Icpna. Dirección: Av. Angamos Oeste 160, Miraflores.
Horario: de martes a domingo, de 11 a.m. a 8 p.m.
Hasta el 11 de marzo.
Ingreso libre.

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