Sobre una cama de hospital que levita, una persona observa a un pájaro enjaulado que intenta alzar vuelo. La escena, que podría parecer absurda, hace referencia al deseo de libertad del ser humano ante las restricciones aplicadas en medio de la crisis sanitaria mundial. Creado por el artista plástico Juan Manuel Champi, este cuadro es la continuación de una serie de obras que nacieron hace más de diez años y que tienen como punto de partida la depredación y la contaminación causada por el hombre.
El amor que Champi siente por la naturaleza nació en la sierra de Arequipa. De niño, cuando caminaba por los campos de Ichupampa –cerca del Valle del Colca–, el hermoso paisaje que se extendía ante sus ojos lo asombraba. La perfección de las montañas, los ríos y los animales no tenían explicación, pero él intentaba copiar sus formas y colores. Con el tiempo, y tras su traslado a Lima, aquellas interrogantes dieron paso a reflexiones pictóricas que se expusieron en el 2009. Esa fue la primera vez que el peligro inminente que significan los virus se coló en sus pinturas. Más de una década después, y a la luz de los hechos, aquellas obras podrían tomarse como un anuncio de la pandemia que enfrentamos desde hace un año.
Mientras Champi selecciona los cuadros que exhibirá del 25 de febrero al 1 de marzo en la Expolatina de Arte, en Colombia, nos comenta acerca de algunos de sus trabajos más recientes y los motivos que lo llevaron a cuestionar al ser humano y sus acciones a través del arte.
— La destrucción y contaminación de la naturaleza es un tema que siempre te ha preocupado. ¿Cuándo empiezas a plasmarlo en tus obras?
Yo venía arrastrando el tema de la locura y, generalmente, pintaba a personajes desnudos o volando. Pero en el 2009, en la última fase de esta etapa, tomo la figura del loco para abordar otros temas. ¿Por qué estamos aquí? ¿Cuál es la función del ser humano en el planeta? En este momento aparece el cuadro “Extinción”, en el que un loco dentro de un barril representa lo que estaba sucediendo. Los avances del ser humano han traído mucha contaminación y perjuicio para el planeta. Nos hemos convertido completamente en depredadores. El ser humano tiene una dosis de inteligencia espectacular, una sensibilidad extraordinaria, pero su razonamiento a veces parece estar entre la locura patológica y el razonamiento sublime. En esos años ya habían aparecido algunos virus. Por eso las latas alrededor del loco tienen las cabezas de algunos animales, esos son los virus.
— Que ahora se han convertido en nuestro principal enemigo.
El cuerpo del ser humano es aparentemente fuerte y sólido, pero está comprobado que algo microscópico como un virus o una bacteria lo puede exterminar. En ese entonces me preguntaba qué pasaría más adelante. Siempre me asustó la idea del ser humano manipulando la genética, la biología. En algunos casos, esto se hace con propósitos medicinales, pero existen seres humanos perturbados o quienes en nombre de la ciencia podrían soltar un virus en el mundo y ocasionar una catástrofe. Si le damos demasiado poder a la tecnología o a la ciencia, la especie humana podría llegar a su fin porque las máquinas tendrían demasiado protagonismo. Parece ciencia ficción, pero podría pasar.
— ¿Crees que el marco conceptual que trabajaste fue un presagio de lo que vendría?
Recuerdo que algunos me recriminaban por haber pintado esto. Decían que quería asustar a las personas. La verdad es que esas obras fueron producto de la observación y eran una posibilidad de lo que nos esperaba si no cambiábamos de actitud frente a la naturaleza. Desde hace décadas, el hombre está desequilibrando el planeta, depredando el mar y la tierra. Estamos contaminando y destruyendo todo porque el hombre se siente dueño de los demás seres.
— Sobre este tema, tienes un par de cuadros en que se ven árboles gigantes que invaden la ciudad.
El ser humano es capaz de talar un árbol de mil años sin contemplaciones. Eso me indigna, me subleva. En el cuadro llamado “Los espíritus de la Madre Tierra (restaurando el ciclo vital)”, los árboles que llegan son los espíritus de la selva que se están liberando. El título también nos dice que no olvidemos que nosotros venimos de la tierra, que paremos de echarle cemento a todo. El concepto de desarrollo que maneja el hombre preocupa sobremanera. Por eso lo cuestiono. ¿Hasta qué punto debemos apostar por el desarrollo humano? ¿Tiene que ser a costa de los bosques y animales? Esto nos puede jugar una mala pasada. Nos hemos excedido. Hay que respetar el planeta; de lo contrario, vamos a colapsar.
— ¿Qué se te vino a la cabeza cuando a finales del 2019 el SARS-CoV-2 se llegó a esparcir por el mundo?
Ya había indicios y diagnósticos sobre lo que nos esperaba. No fue tan sorpresivo. Mira, yo creo mucho en el culto a la Pachamama como lo hacían nuestros ancestros andinos. Ellos decían que la tierra tiene vida, que es como un abuelo; y si tú lo perturbas, si no le pides permiso, puedes ocasionar muchas desgracias. Antes había una comunión muy estrecha entre el ser humano y la naturaleza. Ahora nos hemos vuelto frívolos, el dinero nos ha contaminado al punto de convertirnos en unas máquinas ambiciosas. La verdad es que nuestra vida no significa nada en comparación con el tiempo que tienen un río, las piedras, la propia tierra. Nosotros somos una de los miles de criaturas que existen, con el privilegio adicional de tener una gran inteligencia. Y, sin embargo, el ser humano como tal ha involucionado.
— ¿De todo lo que ha pasado durante la pandemia qué es lo que más te ha sorprendido?
Las reacciones colectivas que se han tenido en el mundo. Ha sido increíble ver cómo las personas salen corriendo a comprar papel higiénico apenas se da una orden de confinamiento. ¿Por qué? Allí hay conceptos primarios que todavía arrastramos. Próximamente algo de esto se verá en mis obras, estoy trabajando en ello.
— En uno de tus últimos cuadros, aparece una persona enferma sobre una cama que levita. ¿Cuál es la idea detrás de ese trabajo?
Esa idea apareció años atrás. Es un hombre que está en la cama de un hospital, pero quiere ser libre como el pájaro que está enjaulado. Y la libertad solo puede lograrla con su recuperación. Este cuadro es también una mirada al ser humano frágil que depende de alguien, del Estado que muchas veces le ofrece muy poco. ¿Qué nos queda, morir en una camilla? Esa también puede ser otra forma de ser libre, de encontrar la libertad. La pandemia nos ha desnudado como país y ha revelado la verdadera situación sanitaria, social y económica que tenemos. Toda la mediocridad en la que estamos inmersos.
— Otra pintura que me llamó la atención es una en la que una cabeza humana es atrapada por una red en la orilla del mar. ¿Tiene relación con el reclamo ciudadano que no comprende la prohibición de ir a las playas?
Sí, esa es una restricción que encierra una terrible contradicción si tomamos en cuenta que los centros comerciales y mercados están abarrotados de gente. Creo que la prohibición está mal planteada. El ser humano está cansado del confinamiento, estamos agotados, tensos. Pudimos soportarlo por un tiempo, pero necesitamos curarnos. Con alimentos sanos, por una parte, pero también a través del contacto con la naturaleza. Otros países han proyectado ciertos espacios para que su población se reconecte con el mar y los árboles de una manera inteligente.
— ¿Tienes alguna autocrítica sobre el accionar de los peruanos en medio de esta crisis sanitaria?
Todavía somos una sociedad informal, no tenemos orden. Eso nos está pasando factura. Pero confío en que después de este confinamiento vamos a aprender, estamos obligados a hacerlo.
—Entonces, ¿crees que hay motivos para mantener una buena dosis de esperanza?
Hay un cuadro donde pinto una barca que sobrevuela la costa y el mar. Tiene unos relojes con los que intento decir que ojalá el tiempo ponga las cosas en su lugar. Que la vida en general vuelva a su ciclo natural y que, tras el desconfinamiento, el hombre pueda vivir en equilibrio con su medio ambiente. Yo espero que esta nueva era llegue, que el ser humano reaccione con esta cachetada que estamos recibiendo. La pandemia nos va a dejar la tarea de replantearnos la vida y tengo la esperanza de que los niños que han vivido estos meses terribles van a ser parte de una generación diferente.
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